El Diablo en Le¨®n
Lo que m¨¢s sorprende, al conocer al personaje de Luis Mateo D¨ªez, es la capacidad de humor (iron¨ªa, sarcasmo, hasta de disparate en ocasiones) que es capaz de esconder tras un aspecto tan discreto, cl¨¢sico y austero como el que suele presentar. Ya hace poco m¨¢s de un a?o que culmin¨® su carrera, tras m¨¢s de treinta libros publicados, ingresando como miembro de n¨²mero en la Real Academia Espa?ola y quiz¨¢ ahora lo conmemora de verdad volviendo a la novela larga, tras sus libros anteriores dedicados a la narrativa breve, g¨¦nero en el que tambi¨¦n ha destacado con luz propia y en el que ahora, sin abandonar del todo el humor, brilla en medio de la negrura y la tragedia m¨¢s absoluta.
FANTASMAS DEL INVIERNO
Luis Mateo D¨ªez
Alfaguara. Madrid, 2004
366 p¨¢ginas. 19 euros
Pues se trata de una evocaci¨®n,
m¨¢s fantasmag¨®rica (o fantasmal) que propiamente real (aunque por eso mismo siempre realista en su trasfondo) de su Le¨®n aproximadamente natal en los a?os inmediatamente posteriores a la ¨²ltima tragedia colectiva que el pa¨ªs entero ha conocido a lo largo de toda su historia, la Guerra Civil espa?ola del siglo pasado, nuestra Guerra Civil por antonomasia, ya definida as¨ª de una vez y para siempre. Y aunque su acci¨®n parezca intemporal, los sucesos que aqu¨ª se narran transcurren entre los a?os finales del conflicto (1937) y los primeros de la represi¨®n inicial, hacia 1947, cuando, como cuenta el autor nada m¨¢s empezar, el Diablo lleg¨® a Le¨®n (aqu¨ª llamada Ordial, nombre ya cl¨¢sico en su imaginaria geograf¨ªa leonesa, al norte de Celama), para girar una visita repentina de la que al final regresar¨¢ al Infierno para poder seguir viviendo tranquilo.
?Realista Luis Mateo D¨ªez, el "filand¨®n" rural leon¨¦s, el campe¨®n de la ficci¨®n, quien se invent¨® con sus compa?eros Merino y Aparicio a su propio maestro imaginario "Sabino Ord¨¢s" para defender los derechos de la imaginaci¨®n contra el chato realismo social comprometido de los a?os sesenta? Pues bien, s¨ª, Luis Mateo D¨ªez ha sido siempre un escritor realista, de la misma manera que Juan Rulfo (uno de sus mejores modelos contempor¨¢neos) lo fue y lo es, hasta en esa explosi¨®n de la fantasmagor¨ªa que es Pedro P¨¢ramo, la novela en la que todos sus personajes y todo lo que sucede est¨¢ vivo y muerto a la vez, como sucede en estos Fantasmas del invierno que nunca dejar¨¢ de ser profundamente real a la vez que completamente ficcional. ?Qui¨¦n se invent¨® ese dilema entre ficci¨®n y realidad, esa extra?a oposici¨®n de realismo y fantas¨ªa ya resuelta desde Cervantes y que est¨¢ banalizando cada vez m¨¢s casi toda la actual literatura universal?
Las ra¨ªces de Luis Mateo D¨ªez son perfectamente realistas y por eso echa mano del Diablo desde el principio para visitar un mundo condenado como es el del Le¨®n -resignado y no resistente- de los ¨²ltimos tiempos de la guerra y los primeros de una dura posguerra en los que vemos al comisario Alicio Moro y al farmac¨¦utico Voil¨¢n Pe?a escuchar en una emisora semiclandestina (y comentarlo despu¨¦s en su tertulia del caf¨¦) la primera entrevista con el Diablo, mientras investigan el asesinato de un ni?o del hospicio, en medio de una misteriosa noche eternamente nevada y negra e invadida por unos lobos fantasmales, donde los ni?os apenas sobreviven y toda delincuencia campa por sus respetos porque todo es crimen, violencia y muerte sin parar.
Mientras tanto las autoridades protegen a los criminales, persiguen a los rojos, los masacran una y otra vez, despiden a la Legi¨®n C¨®ndor (de la que queda un extra?o superviviente), organizan una visita del Caudillo con envenenamiento posterior de sus invitados y ven c¨®mo se les escapa de las manos la gran trucha preparada para una pesca triunfal que nunca tendr¨¢ lugar (¨¦ste es el mejor momento del tan disparatado humor que el autor siempre lleva dentro).
Bien es verdad que "Ordial"
aparec¨ªa ya en el a?o 1998, en El para¨ªso de los mortales, pero ya asomaba desde el principio, aun sin nombre propio, en el humor de Las estaciones provinciales (1982) o cuatro a?os despu¨¦s en el m¨¢s cervantino (y valleinclanesco) de La fuente de la edad, sus primeros ¨¦xitos de verdad. En realidad, nuestro autor se inici¨® en la poes¨ªa, en la revista Claraboya y, a trav¨¦s del cuento y el relato, encontr¨® en la prosa su cauce natural, siempre dividido entre sus extensiones diversas, la novela larga, la breve, el cuento y hasta sus m¨¢s recientes "microrrelatos", que ha explorado como pocos. Por lo general, lo que mejor maneja es el relato, los une, yuxtapone y entrecruza hasta la exasperaci¨®n, como lo ha mostrado en su gran trilog¨ªa de El reino de Celama, que acaba de abandonar por el momento, para iniciar estas Ciudades de sombra que comienzan esta nueva serie.
Pero aqu¨ª tambi¨¦n, en estas fantasmagor¨ªas de una negrura total, la yuxtaposici¨®n de episodios y medidas tropieza con la transparencia narrativa, las elipsis son excesivas para que todo se aclare como es debido, y aunque se vaya aclarando conforme pasa la lectura el conjunto se resiente demasiado, como si su potencia expresiva gravitase demasiado sobre su fluidez narrativa. Bien es verdad que estamos en una historia de vivos y muertos, en una fantasmagor¨ªa en la que su simbolismo total nos permite arrojar al r¨ªo la bayoneta del crimen, como hace el comisario cuando ya el Diablo est¨¢ a punto de abandonar la escena. Aunque habr¨¢ que seguir adelante, claro est¨¢, pues el mundo de Luis Mateo D¨ªez parece inagotable y que as¨ª siga.
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