La afici¨®n dijo basta
El quinto de la tarde parec¨ªa un animal del cuaternario. Luc¨ªa unos pechos descomunales y un corpach¨®n extenso como un atlas desplegado. El quinto de la tarde, para m¨¢s se?as, era de Juan Pedro Domecq y superaba los seiscientos kilos.
Nada m¨¢s asomar por los chiqueros, la plaza estall¨® en una clamorosa bronca, indignada por las hechuras de aquel c¨ªclope de cuernos diminutos, de aquella exageraci¨®n que a pesar de los guarismos de su tablilla ni ten¨ªa trap¨ªo ni parec¨ªa digno de una afici¨®n que dijo basta, harta ya de tanto toro amorfo y de ese descastamiento cong¨¦nito que propician ciertos taurinos en sus s¨®rdidos despachos. Y eso, a pesar de que El Juli ensay¨® una larga cambiada al abrigo de las tablas. No sirvi¨® de nada y el toro regres¨® a un corral que jam¨¢s debi¨® haber pisado.
Domecq, Osborne / Ponce, Juli, Gallo
Toros de Juan Pedro Domecq (3?, 4? y 5?). Grandones y sin aparato. El 4?, devuelto; sobrero de Osborne, tambi¨¦n devuelto. 5? ter, de Jos¨¦ Ignacio Charro, descastado. De Jos¨¦ Luis Osborne (1?, 2? y 6?), bien presentados y de mejor condici¨®n. Enrique Ponce: aviso y silencio; silencio. El Juli: saludos y silencio. Eduardo Gallo: silencio; aviso y silencio. Plaza de La Ribera, 24 de septiembre. 4? de feria. Lleno.
La corrida empez¨® enrarecida, ya que cuatro pupilos del hierro titular hab¨ªan sido rechazados por falta de trap¨ªo y exceso de peso. Se remend¨® con tres m¨¢s de Jos¨¦ Luis Osborne, mucho mejor presentados y que a la postre propiciaron tres faenas destacables. Ponce estuvo muy por encima del dificultoso toro que abri¨® plaza. Su labor cont¨® con templanza y disposici¨®n y al final fue capaz de sacar un manojo de naturales limpios y ligados. El primero de El Juli tuvo un caminar incierto, desparramaba la vista y aguard¨® con feas intenciones la anatom¨ªa del torero. El diestro madrile?o tom¨® muy en corto las embestidas y, con el se?uelo tapando siempre la acometividad del toro, dej¨® la impresi¨®n de un lidiador poderoso. No hubo belleza, pero s¨ª riesgo y emotividad. Un estoconazo muy trasero -con salto incluido- le priv¨® de la oreja.
Eduardo Gallo entendi¨® muy bien al ¨²ltimo, tambi¨¦n de Osborne. No ten¨ªa fuerza pero le sobraba calidad y el p¨²blico valor¨® la cercan¨ªa con la que se lo pas¨®.
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