Las dos Simonas quieren volver a Irak
El cautiverio de Simona Torretta y Simona Pari cambi¨® de signo cuando sus captores comprobaron que no eran esp¨ªas
Fue, a juzgar por el relato de Simona Torretta y Simona Pari, un secuestro de guante blanco. Las dos cooperantes italianas podr¨ªan estar a¨²n bajo el s¨ªndrome de Estocolmo, por el que las v¨ªctimas se identifican con sus captores. Pero algunos elementos indican que las dos Simonas fueron tratadas con cierto cuidado. A Pari, al¨¦rgica a ciertos alimentos y vegetariana, le sirvieron comidas especiales; a Torreta le proporcionaron medicamentos para curar una gastritis. Se trat¨® de un secuestro peculiar por varias razones: porque afect¨® a mujeres, porque ¨¦stas eran pacifistas y ayudaban a los iraqu¨ªes m¨¢s d¨¦biles, porque no hubo filmaciones ni fotograf¨ªas en cautividad. Incluso por el desenlace. Torretta y Pari recibieron como obsequio de despedida una caja de dulces y un Cor¨¢n comentado, y los secuestradores, seg¨²n Simona Pari, les pidieron disculpas.
Las rehenes recibieron como obsequio de despedida una caja de dulces y un Cor¨¢n
Torretta y Pari prestaron declaraci¨®n ante el juez en cuanto llegaron a Roma. Esa primera actuaci¨®n judicial de urgencia, realizada tambi¨¦n con los anteriores rehenes italianos, tres guardaespaldas privados (un cuarto compa?ero fue asesinado), tiene como objetivo recoger un testimonio "fresco", no afectado por el contacto con familiares y amigos. El juez y los m¨¦dicos que las reconocieron las encontraron cansadas, pero l¨²cidas y en perfecto estado de salud.
El relato comenz¨® con el momento del secuestro, el 7 de septiembre, en la sede en Bagdad de la ONG italiana Puente a Bagdad. Los secuestradores, un grupo de entre 10 y 15 personas que se comportaban como militares (unos daban ¨®rdenes, los otros respond¨ªan "s¨ª, se?or"), preguntaron los nombres a todas las personas presentes. Parece claro que buscaban a Simona Torretta y Simona Pari, aunque tambi¨¦n se llevaron consigo a dos ciudadanos iraqu¨ªes, la cooperante Mahnaz Bassan y el ingeniero Rael Al¨ª Abdul Aziz. Los introdujeron en un veh¨ªculo, tumbados, atados y con vendas en los ojos, y circularon durante unas cuatro horas. Al menos dos veces franquearon controles policiales sin ning¨²n problema.
Pasaron la primera noche en un lugar de tr¨¢nsito en el que Abdul Aziz recuerda haber o¨ªdo una llamada al rezo en una mezquita cercana. A la ma?ana siguiente fueron trasladados al escondite donde permanecieron durante 20 d¨ªas, hasta su liberaci¨®n. Bassan y Abdul Aziz fueron encerrados en solitario, aunque cerca, porque la mujer oy¨® alguna vez la voz potente del ingeniero cuando hablaba con los raptores. Pari y Torretta compart¨ªan un zulo.
Las primeras jornadas fueron, seg¨²n las dos Simonas, "muy duras". Los secuestradores sometieron a los rehenes a interminables interrogatorios y a amenazas, aunque en ning¨²n momento hubo golpes, ni para las mujeres ni para el hombre. "Estaban convencidos de que ¨¦ramos esp¨ªas y de que nuestro trabajo era una cobertura para recoger informaci¨®n destinada al Gobierno italiano", explic¨® Simona Torretta. "Luego nos dijeron que hab¨ªan hecho averiguaciones sobre nosotras y, desde aquel momento, al tercer d¨ªa, su comportamiento cambi¨®". Ya sin interrogatorios, las jornadas se sucedieron mon¨®tonas. Torretta y Pari comentaron que en algunos momentos re¨ªan y en otros se angustiaban, pero sin pensar que fueran a matarlas. "No nos parecieron un grupo pol¨ªtico, hablaban fundamentalmente de religi¨®n", dijeron.
En Roma, mientras tanto, Silvio Berlusconi hab¨ªa delegado en uno de sus hombres de confianza, Gianni Letta, subsecretario de la Presidencia del Gobierno, la coordinaci¨®n de los esfuerzos para la liberaci¨®n. Letta organiz¨® dos operaciones paralelas: diplom¨¢tica y p¨²blica una, bajo la direcci¨®n del ministro de Asuntos Exteriores, Franco Frattini, encaminada a buscar apoyos en los pa¨ªses ¨¢rabes; y otra encubierta, a trav¨¦s del Consejo de los Ulemas sun¨ªes y de informadores clandestinos, coordinada por dos agentes secretos conocidos con los nombres (falsos) de Abu Laila y Andrea Cresmo. La semana pasada se localiz¨® al grupo secuestrador y empezaron las negociaciones directas. El s¨¢bado, como prueba de que Pari y Torretta estaban vivas, los secuestradores hicieron llegar a los mediadores italianos una grabaci¨®n con sus voces. El lunes se alcanz¨® un acuerdo definitivo, tambi¨¦n articulado, al parecer, sobre dos planos, p¨²blico y privado. Por un lado, el Gobierno italiano se comprometi¨® a incrementar su ayuda humanitaria y a asumir el tratamiento de una treintena de enfermos iraqu¨ªes. Por otro, seg¨²n numerosas fuentes, acept¨® pagar un mill¨®n de d¨®lares.
El comisario extraordinario de la Cruz Roja de Italia, Maurizio Scelli, ya implicado en los secuestros de los cuatro guardaespaldas y del periodista Enzo Baldoni, fue elegido como "receptor" de los rehenes y enviado a Bagdad en un avi¨®n especial el lunes por la noche. El martes por la ma?ana, los secuestradores anunciaron a los rehenes la liberaci¨®n inminente. Poco despu¨¦s, cubrieron la cabeza de las italianas con velos negros, vendaron los ojos a los dos iraqu¨ªes y les hicieron subir a todos a bordo de un veh¨ªculo. Los dos locales fueron liberados en lugares distintos y ambos hicieron lo mismo: tomar un taxi hasta su casa. Las italianas fueron conducidas hasta las cercan¨ªas de la mezquita de Umm al Qura, sede del Consejo de los Ulemas, donde encontraron a Scelli, al que otras personas hab¨ªan conducido hasta all¨ª tambi¨¦n con los ojos vendados. Alguien film¨® el encuentro y entreg¨® el v¨ªdeo a Al Yazira. El hombre que hab¨ªa acompa?ado a las dos Simonas formaliz¨® el acto entregando una pistola a Maurizio Scelli. "Con esta pistola las habr¨ªamos matado", dijo. Ayer, las dos dijeron que quer¨ªan volver a Irak.
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