Pan, sobrasada, fantas¨ªa
El director de la cata gui¨® nuestros sentidos desde la fase visual hasta la gustativa, pasando por la olfativa y la t¨¢ctil
Hay un elemento com¨²n que une los libros de muchos ni?os del mundo: los rastros de chocolate, confitura y otros pringosos testimonios de horas de lectura y merendola. Los ejemplares de algunos que fuimos descuidados ni?os mallorquines es f¨¢cil que est¨¦n tambi¨¦n aureolados de oleosas manchas de sobrasada. Un rinc¨®n dom¨¦stico y tranquilo, una rebanada de pa moreno con una generosa porci¨®n de sobrasada ben escampada y un volumen de Mark Twain, Jack London o un buen tebeo: aqu¨ª ten¨¦is el escenario y los ingredientes de unas horas de beatitud garantizada. A¨²n hoy, no encuentro mejor remedio ante la asechanza de ciertas pesadumbres que recetarme un buen rato de sobrasada, perd¨®n, de lectura, mientras me zampo meticulosamente un pu?ado de galletas de Inca untadas con una sobrasada.
Uno piensa en cosas como libros y sobrasada y recuerda momentos de aut¨¦ntica epifan¨ªa, como aquella tarde oto?al en que a la hora de merendar abrimos El siglo de las luces de Alejo Carpentier y conocimos a Carlos, Esteban y Sof¨ªa viviendo desordenadamente su orfandad y "probando de esto y de aquello con el mayor desorden, pas¨¢ndose los higos antes que las sardinas, el mazap¨¢n con la oliva y la sobreasada" (sic). Qu¨¦ momento dorado de lectura: la sobrasada de la novela de Carpentier encontr¨¢ndose, a trav¨¦s del tiempo y las geograf¨ªas, con la fragante sobrasada del lector doblemente ¨¢vido de merienda y fantas¨ªas. Y qu¨¦ portentoso viaje habr¨ªa hecho ese embutido mediterr¨¢neo hasta llegar, acalorada e hipercorregida l¨¦xicamente, a las exhuberantes mesas antillanas de El siglo de las luces.
Hace ya algunos a?os aprovech¨¦ una ocasional proximidad con el erudito catal¨¢n Pere Grases, un j¨®ven fil¨®logo vanguardista que aprovech¨® su exilio venezolano para convertirse en uno de los m¨¢s grandes americanistas, y le pregunt¨¦ por la sobrasada de Carpentier. A don Pedro Grases, de madre mallorquina, le hizo gracia mi peregrina pregunta. Me confes¨® que ignoraba cuanto se refiriera al gastron¨®mico respecto, pero a cambio me ilustr¨® con jovial erudici¨®n acerca del papel que desempe?¨® el ilustrado mallorqu¨ªn Juan Picornell Gomila en la conspiraci¨®n liberal de Gual y Espa?a de 1797, sin duda germen de la Independencia venezolana de 1811, y de paso me revel¨® que el entramado hist¨®rico de conspiraciones mas¨®nicas relatadas en El siglo de las luces se las hab¨ªa explicado pacientemente el propio Grases al gran escritor cubano a lo largo de muchas tardes de amena charla. Esto es lo bueno que tienen las preguntas tontas cuando se le hacen a un hombre generoso e inteligente.
Andaba yo una tarde entretenido con estas in¨²tiles cogitaciones cuando recib¨ª una llamada del Consell Regulador de la Denominaci¨® Espec¨ªfica de la Sobrassada de Mallorca para invitarme a participar en la primera cata de sobrasada que se celebraba fuera de la isla. Me acerqu¨¦ a la sala Vin?on y segu¨ª disciplinadamente las instrucciones del director de cata de ese organismo, el se?or Joan Mora, que frente a un par de muestras de embutido gui¨® nuestros sentidos desde la fase visual hasta la gustativa, pasando por la olfativa y la t¨¢ctil. Yo no pude menos que recordar al gran Carpentier cuando el presidente del Consell Regulador, el se?or Castell¨®, destac¨® el papel que tuvo la llegada del piment¨®n americano, a finales del siglo XVIII, en la configuraci¨®n del embutido tal como lo conocemos en nuestros d¨ªas. Tras la cata se ofrec¨ªan una serie de platillos con los que su creador, Toni Pi?a, pretend¨ªa demostrar que este producto tiene mucho que decir en manos de un buen cocinero. A la espera de que Ferran Adri¨¤ o Carme Ruscalleda inventen un sorbete de sobrasada y miel o un caramelo de sobrasada e higo fresco, Pi?a exhibi¨® una meritoria declinaci¨®n de sobrasada con rissotto de espinacas y setas de temporada, con jud¨ªas blancas, con rape, con mero y marisco, con hojaldre y con manzana al horno.
Un men¨² suculento, imaginativo y, para algunos, con un notable poder evocador. Yo lo convert¨ª, secretamente, en un homenaje a Carpentier por su centenario, toda vez que no dejaba de fantasear con las vertiginosas alturas de prosa que hubiesen alcanzado unas notas de cata de Carpentier.
Ser¨¢ verdad que todo lo que coincide es importante. Abro las Memorias del general Valeriano Weyler (Palma de Mallorca, 1838 - Madrid, 1930), de editorial Destino. Nonagenario, y mientras dicta sus memorias a su hijo Fernando, el general liberal que ha ostentado la capitan¨ªa general de Filipinas y el mando supremo en la Cuba insurrecta por su independencia, confiesa que "no he podido olvidar las ensaimadas, empanadas, raviols ~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~
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