Tormenta
COMO EL grave y mon¨®tono ta?ido de una campana f¨²nebre, Victor Hugo repite, una y otra vez, en el poema 'La expiaci¨®n', del libro Castigos (1853), "Il neigeait" -"nevaba"-, como ¨²nica y terrible explicaci¨®n de c¨®mo el gran ej¨¦rcito napole¨®nico que invadi¨®, vencedor, Rusia, fue reducido a nada por el interminable sudario blanco que cubre la ilimitada extensi¨®n de este pa¨ªs durante el invierno. "Nevaba. La conquista produjo la derrota... Nevaba. El acre invierno produc¨ªa en avalancha, / una inmensidad blanca tras otra inmensidad blanca". Cientos de miles de bravos soldados dej¨¢ndose morir en la indolencia de la congelaci¨®n. Administrar el cruel castigo de esa naturaleza inclemente, para ¨¦l, sin embargo, tan familiar, fue el genio militar del general Kutuzov, que se limit¨® a cortar los tallos dispersos de esa marea humana de mu?ecos de nieve.
?C¨®mo no recordar los lac¨®nicos versos de Hugo al leer el libro Tres tormentas de nieve (El Taller de Mario Muchnik), que, en traducci¨®n castellana de Lydia K¨²per, nos proporciona sendos relatos de Pushkin, Tolst¨®i y Ch¨¦jov, titulados respectivamente La tormenta (1830), Una tormenta de nieve (1856) y En el camino (1886), los cuales son sucesivos ta?idos de la experiencia extrema del hombre perdido en medio de la ventisca, tanteando la muerte entre continuas inmensidades blancas? En este caso, sin embargo, el cataclismo acoge en su helado abrazo a tres de los mejores escritores rusos de diferentes generaciones, que viven, as¨ª, pues, la tormenta desde dentro, sin sorpresas, como algo ¨ªntimo. Precisamente, como cada uno de ellos conoce el poder ineluctable de una tormenta de nieve, su fatalidad, tejen las tres historias sobre el azar de la supervivencia. El rom¨¢ntico y c¨ªnico Pushkin haciendo que la nieve aplaste y reconstruya el amor; el metaf¨ªsico Tolst¨®i, que alguien crea morir y resucite en el transcurso de una noche blanca, donde el ¨²nico sonido es el tintineo de los cascabeles del tiro de caballos que arrastra el trineo; el melanc¨®lico Ch¨¦jov, que un fugaz encuentro en una posada, mientras ruge afuera la tempestad, genere una ilusi¨®n er¨®tica de redenci¨®n, que no es sino un espejismo. Los tres, en suma, ahondando en ese misterio de la existencia por el que el hombre s¨®lo puede encontrarse tras perderse..., aunque su gran hallazgo sea ser consciente del privilegio y el castigo que es vivir durante un trecho, orient¨¢ndose apenas por el ruido de unas campanitas.
Grigor Petrovich Lijariev, el protagonista del cuento En el camino, de Ch¨¦jov, un pobre hombre que ha ido dando tumbos en pos de lo quim¨¦rico, le dice a su interlocutora nocturna, al saber que ¨¦sta no ha hecho estudios superiores: "Entonces no puede saber lo que son las ciencias. Todas las ciencias, mientras existan, tienen un mismo y ¨²nico c¨®digo de base, sin el cual pierden todo sentido: ?la b¨²squeda de la verdad! Cada ciencia (...) tiene por finalidad no ya la utilidad, las comodidades de la existencia, sino la verdad. ?Es fant¨¢stico!". ?Y tanto! ?Sobre todo, cuando la verdad no deja rastros en la nieve!
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