Kerry contra Kerry
Si los debates televisados entre George Bush y John Kerry para la presidencia de los Estados Unidos se leyeran, el aspirante dem¨®crata habr¨ªa barrido la pasada madrugada al presidente republicano; pero como se ven, se escuchan y es un compacto vital lo que se juzga en lugar de un texto, la cosa est¨¢ algo menos clara.
No que la ¨²ltima encarnaci¨®n de John Kennedy haya dicho nada de particular, ni que haya dado ninguna receta que sirva para un Irak en guerra, sino que lo positivo es que Kerry expresa puntos de vista con buena gram¨¢tica, correcta dicci¨®n y una apariencia de antesala presidencial muy digna; y, m¨¢s a¨²n, que enfrente tiene a quien ha de defender una posici¨®n que en t¨¦rminos de l¨®gica, de historia y de coherencia intelectual deber¨ªa ser insostenible: justificar por qu¨¦ Estados Unidos invadi¨® Irak, sin que hubiera armas de masividad alguna, ni conexi¨®n conocida con la guerra universal de Osama Bin Laden.
"Ambos se dirigieron ante todo a sus propios votantes"
"La recuperaci¨®n econ¨®mica est¨¢ siendo m¨¢s d¨¦bil que nunca"
Pero el terreno en el que se disputa el debate es otro. El presidente, que seguramente so?aba con noquear al contrario, como cuando el tambi¨¦n republicano Reagan le dijo al tambi¨¦n dem¨®crata Carter en 1980: "Otra vez vuelve con eso", convirtiendo de golpe a su oponente en un grosero martinete, despleg¨® un grato lenguaje del cuerpo, se instal¨® en un grado de vacilaci¨®n en las respuestas que pod¨ªa resultar hasta entra?able, y, siempre, exhibi¨® la prudencia de quien sabe que no debe barajar peligrosamente idea alguna, sino chapotear en la insistencia de que hay una guerra por ganar y es ¨¦l quien est¨¢ en ello.
Eso es cierto que no basta para dominar un debate, entre otras cosas porque Ronald Reagan era la suma naturalidad encarnando a un presidente afable y generoso que parec¨ªa sentir como propias las elementales ideas que expon¨ªa -ganemos la guerra fr¨ªa-, mientras que del universo mental de George W. Bush nunca se ha tenido noticia pormenorizada, y m¨¢s parece que los llamados neoconservadores le vendieron una presidencia, llave en mano, a prop¨®sito del 11-S. Pero s¨ª cabe que le baste para no desmoronarse ante Kerry, vadear los dos debates que faltan, evitar las pifias mortales y, as¨ª, tener una seria oportunidad de prevalecer en noviembre.
?Cu¨¢l es, entonces, el problema de Kerry? ?l mismo o lo que representa. Porque si algo qued¨® claro del debate es que los dos est¨¢n de acuerdo sobre la guerra. Bush no oculta que la cosa va para largo, y Kerry se teme que as¨ª sea, aunque hable con toda la vaguedad necesaria de una retirada, que nadie cree que vaya a ocurrir en un futuro veros¨ªmil. Es posible que el dem¨®crata, como dijo, no hubiera librado la guerra de Irak y, en cambio, s¨ª hubiera dado v¨ªa a la acci¨®n diplom¨¢tica a trav¨¦s de la ONU; pero una vez metidos en harina, Kerry ha de hacer la guerra tanto como el presidente hasta ganarla o tragarse el mayor fracaso pol¨ªtico-militar norteamericano de Vietnam a esta parte.
Ante un presidente que en la tribuna p¨²blica, en su conocimiento de los dossiers, en su historia personal como l¨ªder de paz o de guerra, y en su capacidad intelectual, le es claramente inferior, Kerry sigue sin tener un caso que presentar con toda nitidez al electorado. ?Qu¨¦ es, por tanto, lo que propone el aspirante? Un presidente Bush que hubiera hecho, como todo el mundo, su servicio militar; que hubiera aprovechado mejor sus a?os de estudio en Yale y Harvard; que impusiera una presidencia personal, sin tener que pasar por el mercado de ideas en rebaja.
Lo anterior tampoco equivale a decir que una oposici¨®n frontal a la guerra, una aut¨¦ntica cr¨ªtica a la pol¨ªtica exterior norteamericana llevara derecho a la presidencia; eso ya lo hace un candidato menor como George Nader, y no va a dejar de ser menor por ello, sino que la Casa Blanca se juega sobre matices y no grandes visiones.
Del debate no cabe, entonces, deducir nada definitivo, excepto que la pugna deber¨ªa estar muy equilibrada entre una propuesta de pol¨ªtica imperial desaforada, desinformada e iletrada, y una pol¨ªtica que intentar¨ªa ser sosegada, dialogante e informada, aunque no por ello menos imperial.
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