La confusi¨®n pierde al Atl¨¦tico
Un gol de Kovacevic en la primera mitad le basta a la Real para conseguir su primera victoria
Para ir m¨¢s lejos, hay que andar m¨¢s y m¨¢s r¨¢pido Y el Atl¨¦tico que quiere llegar lejos, anduvo poco en Anoeta. Se podr¨¢ refugiar en los postes que le arrebataron dos goles (de Jorge y Antonio L¨®pez) y que entre ambos quiz¨¢s hubieran merecido un empate. Pero futbol¨ªsticamente dio pocas se?ales de vida. Mucho coraz¨®n, pocas ideas. Como la Real, aunque habiten en pisos distintos de la clasificaci¨®n.
REAL SOCIEDAD 1 - ATL?TICO 0
Real Sociedad: Riesgo; L¨®pez Rekarte, Jauregi, Luiz Alberto, Garrido; Karpin (Gari Uranga, m. 66), Mikel Alonso, Aranburu, Rossato (Gabilondo, m. 89); Nihat (Arteta, m. 78) y Kovacevic.
Atl¨¦tico: Leo Franco; Molinero, Garc¨ªa Calvo, Pablo, Sergi; Simeone, Colsa (Marcelo, Sosa, m. 69); Novo (Braulio, m. 75), Jorge, Musampa (Antonio L¨®pez, m. 60); y Fernando Torres.
Goles: 1-0. Karpin gana la l¨ªnea de fondo y manda un centro enroscado que Kovacevic, en el ¨¢rea peque?a, cabecea a placer.
?rbitro: Puentes Leira. Amonest¨® a Sergi y Gari Uranga.
Unos 20.0000 espectadores en Anoeta.
En el f¨²tbol, como en los toros, abundan los pegapases, es decir los que nos se arriman a las ¨¢reas, y a lo ancho del campo, en diez metros a lo largo, se hartan de pegar pases, cortitos, seguros, sin una pizca de sal ni de riesgo, sin un gramo de ingenio; como haciendo que saben cuando en realidad es que no saben que hacer con el bal¨®n y lo balancean por el campo con un rictus de sabidur¨ªa que apenas maquilla una dosis supina de impotencia. Que se lo pregunten a Kovacevic o a Fernando Torres, condenados a perseguir a su marcador, como cuando el torero persigue al toro por su renuncia al combate. Al menos a Kovacevic le entr¨® un pase y remat¨® con la rabia del goleador desesperado, abandonado, ignorado como si sustiempos de gloria olieran a naftalina. El centro de Karpin lo cabece¨® con sa?a, pero con temple, dirigido a la esquina, fuera de los largos brazos de Leo Franco.
45 minutos en Anoeta hab¨ªan dado s¨®lo para eso, porque la Real est¨¢ obtusa, confusa, preocupada y los nervios le encogen las ideas y la acortan las piernas. Y porque el Atl¨¦tico, sin Ibagaza, es un equipo espeso, largu¨ªsimo, inconexo que convierte al ni?o Torres en un n¨¢ufrago condenado a perder todas las batallas y a gastarse en batallas sin cuartel.
Hasta el de Karp¨¬n, no hubo ni un solo centro, ni un solo saque de esquina, efectuado de forma correcta, ni un desborde individual. Hasta el minuto 50 no se asom¨® el Atl¨¦tico a las narices de Riesgo cuando Simeone pic¨® un bal¨®n con la cabeza y Torres lo acarici¨® con el cord¨®n de la bota. Fue la vez que el Ni?o m¨¢s cerca estuvo de la porter¨ªa y, claro, la extra?¨®.
Al menos, el gol de Kovacevic rompi¨® el tono monocorde de los pegapases. La faena se alarg¨®, un poco por el impulso an¨ªmico de Simeone, un poco por el activismo de Jorge Larena y porque la Real no quiso perderle la cara al partido aceptando el cambio de golpes. Estaba claro que a los dos equipos les faltaba direcci¨®n. Ambos ten¨ªan en los puestos de mando a futbolistas an¨ªmicos, viscerales , muy emotivos (Colsa, Simeone, Aranburu, Mikel Alonso), pero poco capaces de poner orden, de buscar soluciones. Eran propulsores, m¨¢s que conductores, aunque Colsa y Mikel Alonso hac¨ªan sus pinitos con algunos pases de verdad, bien intencionados. En uno del donostiarra, Kovacevic a punto estuvo de mirarle a los ojos a Leo Franco, si antes no le derriba Sergi al borde del ¨¢rea.
Al Atl¨¦tico le pesaban las bajas. Tan solo como estaba Torres se echaba en falta a Salva, un futbolista pantalla que le permite al Ni?o desenvolverse en una franja mayor del campo. A la Real le pesaba la responsabilidad aunque supo asumir su gol sin caer en el conservadurismo de quien a¨²n no ha saboreado ninguna victoria. L¨®gicamente empuj¨® el Atl¨¦tico, aunque de una forma tan rutinaria, con un exceso tan abusivo de balones colgados al ¨¢rea que apenas conclu¨ªan en ocasiones de peligro. La m¨¢s clara fue casual: Jorge cerr¨® tanto un libre indirecto, que acab¨® golpeando la cruceta de la porter¨ªa de la Real. La ocasi¨®n m¨¢s clara, o quiz¨¢s la ¨²nica, result¨® ser por casualidad.
Pases y m¨¢s pases, centros y m¨¢s centros, una actitud encomiable pero poco razonable. Una cuesti¨®n de insistencia que la Real libraba con solvencia: casi todos los balones llegaban frontales, con los delanteros atl¨¦ticos de espaldas a la porter¨ªa. La bicoca de los defensores. Ciertamente, al Atl¨¦tico le falta bastante para ser lo que sue?a ser, un candidato a la m¨¢xima competici¨®n europea, un subversivo del orden establecido por los cuatro grandes habituales. Le falta plantilla. Y la Real probablemente es m¨¢s de lo que la tabla se?ala, pero menos de lo que recientemente ha sido. As¨ª que en un quiero y no puedo se fue el partido, pero se encamin¨® al vestuario de la Real, que supo aprovechar la ¨²nica ocasi¨®n que permitieron los defensas.

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