Informe lapidario
La amenaza nunca existi¨®. Lo que era obvio ha sido confirmado al m¨¢s alto nivel tras un a?o largo de investigaci¨®n. Sadam Husein carec¨ªa de armas qu¨ªmicas y bacteriol¨®gicas cuando Irak fue invadido por EE UU el a?o pasado. No s¨®lo se hab¨ªa deshecho de ellas tras la guerra del Golfo de 1991, sino que su capacidad para producirlas, no digamos las nucleares, estaba cada d¨ªa m¨¢s lejana. ?sas son, en s¨ªntesis, las conclusiones de un informe de 900 p¨¢ginas elaborado por el inspector jefe de armamento de EE UU, Charles Duelfer, el hombre elegido personalmente por el presidente Bush para que dijese la ¨²ltima palabra sobre el argumento decisivo que llev¨® a la guerra de Irak. Al mismo resultado que desmonta los argumentos preb¨¦licos de Bush, avalados en su momento por el espionaje estadounidense, hab¨ªan llegado antes otras investigaciones.
Si algunos de los m¨¢s directamente implicados, caso del secretario de Estado, Colin Powell, o del plenipotenciario Paul Bremer, han ido abandonando progresivamente sus fervores iniciales a la vista de la espiral iraqu¨ª -el segundo reconoce ahora que Washington no envi¨® suficientes tropas al pa¨ªs ocupado-, no es el caso del n¨²cleo m¨¢s recalcitrante, en el que acompa?an a Bush su vicepresidente, Cheney, y el ministro de Defensa, Rumsfeld. El jefe del Pent¨¢gono, progresivamente confuso y contradictorio en sus declaraciones, todav¨ªa insiste en el tambi¨¦n descartado v¨ªnculo entre Sadam y Osama Bin Laden, otro de los argumentos favoritos de la Casa Blanca.
Pero el hundimiento estrepitoso de los pilares del tinglado que sirvieron para justificar el desastre de Irak no ha tenido ning¨²n efecto en un presidente lanzado ciegamente en pos de la reelecci¨®n y que sigue aferr¨¢ndose a su versi¨®n de los hechos hasta considerar ayer mismo que la guerra estuvo plenamente justificada. No ser¨¢ por culpa de Bush si la terrible realidad iraqu¨ª, tan insoportable sobre el terreno como amenazadora para la agenda pol¨ªtica del pa¨ªs ¨¢rabe, entra de lleno en la recta final de la campa?a estadounidense.
El programa de armas de destrucci¨®n masiva no exist¨ªa, pero a un Bush definitivamente sin argumentos, que hoy se enfrenta de nuevo al aspirante dem¨®crata en televisi¨®n, le sirven ya hasta las supuestas malas intenciones de Sadam de volver a las andadas, esbozadas por Duelfer y vinculadas al descontrol y la corrupci¨®n en el plan de la ONU Petr¨®leo por Alimentos. El presidente maneja sin ruborizarse una desacreditada ficci¨®n con tal de convencer a los votantes de que son sus bien contrastadas pol¨ªticas las que har¨¢n de EE UU, y, por extensi¨®n, del mundo, un lugar m¨¢s seguro.
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