Magnolio
Los magnolios o magnolias -que en cuesti¨®n de g¨¦nero gramatical tanto da el masculino como el femenino- son plantas arb¨®reas procedentes de pa¨ªses tropicales de Asia o Am¨¦rica. Los magnolios suelen adaptarse con mejor o peor fortuna a nuestros suelos mediterr¨¢neos que disfrutan de un clima suave. Aqu¨ª se utilizan, cuando arraigan, como plantas decorativas, aunque hay variedades de magnolios de los que se saca provecho m¨¦dico o industrial. En los jardines del Ayuntamiento de Benic¨¤ssim crece desde hace algo m¨¢s de dos d¨¦cadas un magnolio o magnolia; lo plantaron para que el vecindario del presente y del futuro recordase que, en el municipio tur¨ªstico por excelencia de La Plana, se redact¨® un proyecto de Estatuto de Autonom¨ªa para todos los valencianos. Aquel proyecto, redactado por una comisi¨®n de parlamentarios democr¨¢ticamente elegida, perdi¨® muchas hojas por el camino hasta su aprobaci¨®n definitiva en las Cortes de Madrid. El Estatuto, como el g¨¦nero gramatical del magnolio o la magnolia, no fue ni carne ni pescado, o fue las dos cosas a la vez. El proyecto de Estatuto y el magnolio despertaron, entonces, escaso inter¨¦s entre el vecindario. Hubo alg¨²n comentario jocoso que alud¨ªa al car¨¢cter decorativo de la planta tropical, y algunos a?oramos entonces y seguimos a?orando ahora un robusto algarrobo, resistente a todas las sequ¨ªas, o el verde-plata de un olivo cl¨¢sico en los jardines de Benic¨¤ssim. El magnolio o la magnolia de Benic¨¤ssim es hoy el referente simb¨®lico de muy poco o casi nada. Uno de estos d¨ªas, y con motivo del 9 d'Octubre, se acerc¨® al magnolio o la magnolia de Benic¨¤ssim la plana mayor de la socialdemocracia valenciana, ahora en la oposici¨®n; y en tiempos de la aprobaci¨®n del Estatuto, en el poder. Junto al ¨¢rbol o arbusto de marras hablaron de la urgente necesidad de reformarlo; hablaron de que hab¨ªa que abordar el tema de forma inmediata, como si desde las calles de nuestros pueblos y ciudades estuvieran oyendo un clamor atronador, exigiendo con urgencia tal reforma. Pero en las calles de nuestros pueblos y ciudades no hay ni se levanta tal clamor, y s¨ª mucha indiferencia. Una indiferencia m¨¢s que justificada cuando se vuelve la vista atr¨¢s, cuando se contempla un pasado inmediato en que la mayor parte de nuestra clase pol¨ªtica ha sido autonomista, que no valencianista, porque no ten¨ªa otro remedio. Quiz¨¢s la mejor prueba de ello est¨¦ en el comportamiento de los dos primeros presidentes que nos dio el Estatuto: Juan Lerma y Eduardo Zaplana. Al uno y al otro les falt¨® tiempo para olvidarse de la brisa marina que acaricia el magnolio o la magnolia de Benic¨¤ssim y mudarse a Madrid, donde se estaba m¨¢s cerca del poder real que de la realidad valenciana. La indiferencia popular est¨¢ m¨¢s que justificada. Cuando colocaron el magnolio o la magnolia en los jardines de Benic¨¤ssim, nuestra clase pol¨ªtica desayun¨® el famoso caf¨¦ con leche para todos de la transici¨®n. Un caf¨¦ con leche que le dec¨ªa adi¨®s a un Pa¨ªs Valenciano moderno y solidario, junto y en concierto con resto de pueblos de la vieja Espa?a; un Pa¨ªs Valenciano tan defensor de su "personalidad diferenciada", como dijo junto al magnolio Joan Ignasi Pla, como de todo cuanto nos une al resto de la vieja Piel de Toro, y con la vista puesta en Europa. No pudo ser y, al parecer, no puede ser. Qu¨¦ le vamos a hacer. Tenemos que conformarnos con la imagen de Lerma junto al magnolio de Benic¨¤ssim, o con el nombre de Zaplana en el callejero de Benidorm. Pero eso no borra la imagen de un robusto algarrobo ni el verde-plata de un olivo.
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