Se larga tan tieso como lleg¨®
Ocurre con la verg¨¹enza, y con los gustos, que se hace como si no hubiera nada escrito sobre ello, cuando nunca se escribe sobre nada ajeno a esa en ocasiones remota indagaci¨®n del sentimiento
Tal como son
Fraga Iribarne fue ministro de un Gobierno dictatorial que firm¨® penas de muerte. ?Se conoce alguna protesta de Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar frente a todo aquello? En la escenificaci¨®n de su despedida de la primera l¨ªnea de la pol¨ªtica, dijo que el d¨ªa que sientan verg¨¹enza por haber gobernado, estar¨¢n incapacitados para hacerlo. Ya lo est¨¢n. ?Y qui¨¦n va a reconocer la veracidad de un sentimiento vergonzoso en un tipo que nos mete en una guerra atroz mientras casa a su hijita en El Escorial, encubre la chapuza en la identificaci¨®n de las v¨ªctimas del Yak-42 y coloca la ense?anza de la dogm¨¢tica cat¨®lica como asignatura curricular? ?Verg¨¹enza? Ni siquiera cuando, en los albores de su mandato, permiti¨® que se narcotizara a unas cuantas decenas de inmigrantes para deshacerse de ellos. Verg¨¹enza, la del electorado que en marzo los dej¨® en la calle con sus votos.
P¨¢jaros y pajarracos
Es tremendo Rafael Blasco cuando le da porque le pasen a la firma un art¨ªculo en clave l¨ªrica. As¨ª, el D¨ªa Mundial de las Aves, en una celebraci¨®n que m¨¢s bien parec¨ªa una p¨¢jara. Lo peor no es que su escribidor de guardia le haga decir que el vuelo sin fronteras de las aves es una estupenda met¨¢fora anticipada de la globalizaci¨®n actual, sino el po¨¦tico recurso a esos "seres animados objeto de eleg¨ªas de la libertad" para justificar las maravillas de su pol¨ªtica. Pero el Conseller del Cemento no es un Nino Bravo, cualquiera, no. De manera esboza apuntes autobiogr¨¢ficos cuando se explaya sobre la "recuperaci¨®n de h¨¢bitats", respeto por "periodos de nidificaci¨®n" y "corredores" de paso en busca de "los climas m¨¢s apropiados para su desarrollo". Un autorretrato indeseado, ya digo. Adem¨¢s de indeseable.
Janet Leigh
Entre los trucos publicitarios del lanzamiento de Psicosis se inclu¨ªa la recomendaci¨®n de que el espectador no contara el final de la pel¨ªcula. Consejo vano, por cierto, ya que la gente sal¨ªa tan aturdida de su proyecci¨®n que lo que menos le interesaba era relatar una conclusi¨®n un tanto artificiosa. Los especialistas examinaron hasta la exasperaci¨®n la famosa escena del asesinato en la ducha, ejemplo de montaje en todas las escuelas de cine del mundo, pero muchas veces se olvidaron de considerar la espl¨¦ndida escena precedente, la de la conversaci¨®n entre Norman Bates y Marion Crane, que dura 10 minutos con sus 114 planos, y en la que se decide el destino de Marion. Ah¨ª, Janet Leigh demostr¨® su talento de actriz, en un juego agil¨ªsimo de primeros planos, donde una mirada de mucha inteligencia pasa de la curiosidad a la inquietud y de ah¨ª a la compasi¨®n y de nuevo a la intranquilidad en cosa de nada. Y sin tirar de tetas.
Canicas con posibles
Los verdes campos del Ed¨¦n est¨¢n llenos de agujeritos abanderados donde unos cuantos miles de desocupados millonarios, o aspirantes a serlo, distraen su ocio colando pelotitas erizadas en un recorrido de unos diecisiete hoyos, con sus consiguientes obst¨¢culos de artificio: una lagunilla por aqu¨ª, un promontorio por all¨¢, una cinta como de cord¨®n policial que marca la frontera entre la habilidad de una mu?eca bien formada y un p¨²blico de gorra de visera que sigue con una atenci¨®n m¨¢s bien pat¨¦tica las caminatas de los golfistas. Cada uno se distrae como puede, como le dejan o como su imaginaci¨®n se lo permite, y hay que reconocer que entre el juego de las canicas y el golf media la distancia, enorme, entre el inter¨¦s por el juego y el juego como inter¨¦s. Ahora bien, ning¨²n Gobierno sensato delegar¨ªa el futuro de la comunidad en una sucesi¨®n interminable de campos de golf separados entre s¨ª por los islotes hoteleros de refresco. Aunque s¨®lo sea porque no es seguro que el sue?o de la poblaci¨®n sea convertirse en caddie.
Matrimonios guay
No consta que el Dios ideado por los cat¨®licos fuera proclive al matrimonio, y su hijo en este mundo, Jes¨²s, parece que tampoco cont¨® entre sus anhelos el de casarse. La man¨ªa por definir qu¨¦ es un matrimonio parece m¨¢s un rasgo humano, tal vez incluso demasiado humano, que un mandato divino. Como se trata m¨¢s o menos de un engorro trinitario, se anima a la gente a que se case mediante una serie de medidas legales susceptibles de convertir el asunto en algo m¨¢s atractivo. La Iglesia Cat¨®lica deber¨ªa estar m¨¢s contenta que unas pascuas de que segmentos de poblaci¨®n a los que toma por desviacionistas, cuando no por una mera pandilla de pervertidos, aspiren a integrarse en la sagrada aunque devaluada a estas alturas instituci¨®n del matrimonio, en lugar de limitar ese privilegio a los que se cuentan entre sus fieles, y tomar esa disposici¨®n como uno de los muchos ¨¦xitos de su intrincada doctrina.
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