La tentaci¨®n fiscal
La imparable subida del precio del petr¨®leo -cuesta el 60% m¨¢s que el pasado enero- y su consecuencia m¨¢s directa, el encarecimiento de los carburantes que pagan los consumidores, est¨¢ provocando en los responsables pol¨ªticos y en los sectores afectados una reacci¨®n similar a la que se registr¨® en crisis energ¨¦ticas anteriores: pedir que baje la fiscalidad de las gasolinas y gas¨®leos para compensar la subida de precios de los productos. Debe ser una coincidencia que dos partidos tan distantes como el PP y ERC hayan exigido "medidas urgentes" en sectores como el transporte o la agricultura, y que ¨¦stas consistan en una reducci¨®n de la fiscalidad que grava el precio final de los carburantes. Es un recurso tentador, que seguramente suscitar¨ªa el agradecimiento de las empresas beneficiadas. L¨¢stima que la formaci¨®n de precios de las gasolinas y los gas¨®leos no pueda ni deba ser modificada s¨®lo a impulsos de las convulsiones de los mercados.
La raz¨®n principal es que la fiscalidad espa?ola sobre gasolina y gas¨®leo est¨¢ entre las m¨¢s bajas de Europa. En Alemania, los impuestos sobre la gasolina de 95 octanos equivalen al 70% del precio de venta al p¨²blico; en Francia, el 71%; en el Reino Unido, el 73%, por citar tres ejemplos. En Espa?a suponen el 58%. S¨®lo Grecia tiene una fiscalidad m¨¢s baja (52%). En el precio del gas¨®leo las relaciones son parecidas. En Espa?a los impuestos pesan el 51% del precio final, s¨®lo por encima de Grecia y Luxemburgo. El resto mantiene tributos de hasta el 72% (Reino Unido), 62% (Francia y Alemania) o 60%, como Dinamarca. Las autoridades comunitarias parecen m¨¢s dispuestas a unificar al alza la fiscalidad sobre carburantes, alcohol y tabaco que a recibir de buen grado decisiones de rebaja en impuestos especiales que se adopten irreflexivamente en plena vor¨¢gine de escaladas de precios.
Ese argumento, como el de que los precios de los combustibles tienen una funci¨®n disuasoria para moderar el consumo energ¨¦tico, parecen suficientes para rechazar los recortes fiscales que con tanta impaciencia empiezan a reclamarse desde algunos partidos y organizaciones empresariales. No obstante, es verdad que los m¨¢rgenes de las empresas de transportes resultan da?ados, cuando no aniquilados, por el crecimiento de los costes del gas¨®leo, y que el coste del gas¨®leo agr¨ªcola no favorece las rentas agr¨ªcolas. Pero ser¨ªa un error concluir que el principal problema de ambas actividades es el petr¨®leo. El mercado de transportes obtendr¨ªa m¨¢s ventajas si redujera la atomizaci¨®n empresarial mediante la concentraci¨®n, y en el caso de la agricultura, su supervivencia depende m¨¢s de las ayudas europeas que de las subvenciones al gas¨®leo.
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