El dif¨ªcil despertar de la Australia aborigen
Intelectuales de origen europeo e ind¨ªgena sostienen que la isla-continente sufre una crisis de identidad
Los abor¨ªgenes apenas suponen el 1,5% de la poblaci¨®n de Australia, pero cada d¨ªa son m¨¢s los australianos que abogan por una "reconciliaci¨®n efectiva" entre los ind¨ªgenas, que viv¨ªan en la isla continente antes de que en 1788 desembarcaran los brit¨¢nicos, quienes invadieron y ocuparon sus tierras. "Australia sufre una crisis de identidad. Si no nos miramos como una naci¨®n donde podemos coexistir y negociar el futuro con los ind¨ªgenas, el pa¨ªs corre el peligro de una paranoia nacionalista", afirma Larissa Behrendt, catedr¨¢tica de Derecho y Estudios Ind¨ªgenas de la Universidad Tecnol¨®gica de Sidney.
El debate aborigen, sin embargo, no form¨® parte de la pasada campa?a electoral, y la reelecci¨®n por cuarta vez del conservador John Howard en las elecciones generales del s¨¢bado no impulsar¨¢ la reconciliaci¨®n. Howard se ha negado reiteradamente a la petici¨®n aborigen de pedir perd¨®n por la pol¨ªtica de asimilaci¨®n impuesta entre 1918 y 1970, por la que cerca de 100.000 ni?os ind¨ªgenas, la mayor¨ªa menores de cinco a?os, fueron retirados de la custodia de sus padres y realojados en orfanatos y familias blancas para que asimilaran la nueva cultura. El actual primer ministro ya estaba al frente del Gobierno en 1997 cuando una comisi¨®n real reconoci¨® y conden¨® el traslado forzoso de la llamada Generaci¨®n Robada.
La mortalidad infantil es de las m¨¢s altas del mundo, y las drogas y el alcohol hacen estragos
"Cada d¨ªa somos m¨¢s los australianos que tenemos un sentimiento de culpabilidad por la actuaci¨®n de nuestros ancestros", se?ala la tratante de pintura ind¨ªgena Anni Wawizynczak. De los 20 millones de habitantes que tiene Australia en la actualidad, cerca del 93% son de origen europeo.
Jack Waterford, director de The Canberra Times, que durante la d¨¦cada de los setenta visit¨® a unas 500 comunidades ind¨ªgenas por todo el pa¨ªs, sostiene que "Australia se sentir¨¢ mal mientras no consiga solucionar las relaciones con los abor¨ªgenes". Para Waterford, sin embargo, el fin de la crisis no est¨¢ en que el primer ministro pida perd¨®n, sino en que se tomen medidas para acabar con las "desventajas en salud, educaci¨®n y materiales" que sufren los abor¨ªgenes. Tienen una de las tasas de mortalidad infantil m¨¢s altas del mundo, y el alcoholismo, las drogas y el suicidio hacen estragos entre la poblaci¨®n.
"Necesitamos dialogar para que el veneno de estos a?os se disuelva", afirma Lester Irabinna Rigney, profesor del Centro de Investigaci¨®n Yunggorendi en Adelaida, la capital del Estado de Australia del Sur. El profesor destaca que hay que evitar que se pierdan las distintas lenguas primitivas y en este sentido se opone al concepto de panaboriginalismo. "Queremos ser reconocidos, no queremos ser asimilados, ni perder nuestra identidad", a?ade.
Llegados a la isla continente durante la ¨¦poca de las glaciaciones, hace unos 50.000 a?os, cuando el descenso de las aguas estableci¨® pasillos de terreno entre Asia y Australia, los abor¨ªgenes nunca constituyeron una ¨²nica etnia. Son clanes muy diversos, con caracter¨ªsticas ling¨¹¨ªsticas y culturales distintas, que recorrieron la isla continente y se establecieron en comunidades por toda su geograf¨ªa. A finales del siglo XVIII eran entre medio mill¨®n y un mill¨®n de personas con 200 lenguas distintas y otros tantos dialectos. Sin embargo, s¨®lo a los nativos de las islas del estrecho de Torres, entre Australia y Pap¨²a Nueva Guinea, se les reconoce una identidad diferenciada.
Los enfrentamientos con los colonizadores y las enfermedades que trajeron ¨¦stos diezmaron la poblaci¨®n ind¨ªgena, que, en 1901, cuando se feder¨® Australia, apenas superaba las 60.000 personas. Muchas, si se considera que legalmente hab¨ªan dejado de existir. La Corona brit¨¢nica declar¨® la isla continente terra nullius (tierra de nadie). Los abor¨ªgenes no fueron incluidos en el censo hasta que se aprob¨® en 1967 un refer¨¦ndum para la reforma constitucional que equipar¨® sus derechos a los de los dem¨¢s australianos. El censo de 1991 les totaliz¨® en 238.492, adem¨¢s de 26.902 isle?os aut¨®ctonos del estrecho de Torres.
La historia de los ¨²ltimos 20 a?os ha venido marcada por las sentencias sobre el derecho territorial aborigen. Tras diversas reclamaciones y apelaciones, el Tribunal Supremo reconoci¨® en 1992 la titularidad de los nativos sobre las tierras antes del primer asentamiento europeo, es decir, acab¨® con la aberraci¨®n de terra nullius. As¨ª, les otorg¨® el derecho a reclamar la titularidad sobre determinados terrenos, siempre que pudieran demostrar una relaci¨®n "estrecha y continuada" con ¨¦stos. Al a?o siguiente, el Gobierno laborista promulg¨® la Ley de Derechos Territoriales Abor¨ªgenes, pero excluy¨® las tierras de pastoreo.
Waterford afirma que queda mucho por hacer en cuanto a conseguir que los abor¨ªgenes tengan derecho privado sobre la tierra, a venderla y a hipotecarla -ahora se cede a las comunidades-; hay que crear condiciones y puestos de trabajo que les permitan desarrollarse en sus zonas sin que tengan que venir a las ciudades, donde se marginan mucho m¨¢s, y hay que airear el problema para que se busquen soluciones. Pero, a?ade Waterford, los abor¨ªgenes tambi¨¦n tienen que luchar por s¨ª mismos, sus l¨ªderes pol¨ªticos no pueden sentarse a lamentarse y a que les den sin luchar. "Ellos se tienen que levantar".
"Queremos la soberan¨ªa sobre nuestra tierra, el derecho a ser reconocidos y a compensarnos por la Generaci¨®n Robada. ?ste es nuestro pa¨ªs y no el suyo", afirma Mare Bemmatt, una de la treintena de ind¨ªgenas de siete tribus distintas que desde 1972 guarda el fuego encendido frente al edificio que entonces albergaba el Parlamento australiano, en el centro de Canberra. Viven en tiendas y se alimentan de lo que les da la gente o les suministran ONG. Tanto el n¨²mero de tribus como el de los que cuidan la tienda de la llamada embajada aborigen var¨ªan. "Esto es el s¨ªmbolo de nuestra protesta por el genocidio de nuestros pueblos", a?ade Bemmatt, que pertenece al clan barkingi (noroeste de Australia), pero ya no habla su lengua.
Tal vez la defensora m¨¢s radical de los derechos de los ind¨ªgenas sea la escritora y l¨ªder feminista Germaine Greer, quien sostiene que los problemas que actualmente padece Australia proceden de la "inhabilidad de los europeos para establecer una convivencia con la realidad ind¨ªgena". Greer defiende el establecimiento de la "Rep¨²blica aborigen de Australia".
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