Un tal Guttemberg
"?Qui¨¦n es el siguiente?", pregunta el burgomaestre. "Un tal Guttemberg, se?or", responde el lacayo. "Guttemberg, ?eh? ?Menudo p¨¢jaro!", dice el burgomaestre: "Ya me acuerdo de ¨¦l. Le llaman El Imprentas. ?El muy sinverg¨¹enza pretende haber fabricado una m¨¢quina para difundir la cultura en masa! He recibido quejas de la Sociedad General de Autores de Estrasburgo, de los amanuenses de Maguncia, incluso de los c¨ªrculos eclesi¨¢sticos y las empresas de import-export de pergaminos. ?Este Guttemberg! ?Qu¨¦ ha hecho esta vez?". El lacayo examina el informe escrito a mano: "Ten¨ªa apilados en su casa doscientos ejemplares de libros impresos con caracteres m¨®viles, se?or. Parece ser que, incluso, reparti¨® alguno de ellos entre sus vecinos".
El burgomaestre alza las cejas: "Doscientas copias, ?eh? La ¨²ltima vez dijo que llegar¨ªa un d¨ªa en el que hasta la m¨²sica se podr¨ªa reproducir y distribuir como los libros. ?La m¨²sica! Su sue?o, por lo visto, es que en el futuro el acceso a lo que ¨¦l llama cultura est¨¦ al alcance de todos, cuando todo el mundo sabe que los libros, la m¨²sica, el teatro y la ¨®pera no est¨¢n hechos para la boca del insolvente, y que no es menester compartir gratis la cultura con la plebe bajo pena de prisi¨®n en los calabozos de Estrasburgo. ?Qu¨¦ alega en su favor el individuo?".
El lacayo contin¨²a: "Dice que dentro de poco llegar¨¢ la era de la Sociedad de la Informaci¨®n, que eso forma parte del progreso, y que no debemos detenerlo porque empobrecer¨ªamos a toda la poblaci¨®n, se?or. En su opini¨®n, el mundo ha de adaptarse a los nuevos tiempos". El burgomaestre reflexiona: "Ah, interesante: un visionario. Esto cambia las cosas. ?No tenemos una hoguera disponible?". El lacayo se encoge de hombros: "Por desgracia, la condena prevista para estos casos no da para tanto. Adem¨¢s, Guttemberg argumenta que ¨¦l se adhiere a lo que ¨¦l llama el copyleft, que es una nota en las primeras p¨¢ginas de los libros donde se dice: Se permite copiar, distribuir, exhibir e interpretar este texto, siempre que sea sin fines comerciales".
"?Esta vez Guttemberg ha ido demasiado lejos!", exclama el burgomaestre: "Le voy a condenar por delitos contra la propiedad intelectual e industrial, de falsedad, y de estafa contra el mercado y los consumidores. Los esfuerzos de ese pirata por extender libremente las artes y las ciencias como si fueran patrimonio de toda la humanidad son ilegales, y creo que con una buena sentencia habr¨¦ salvado a los amanuenses, a los autores y al mundo, al fin y al cabo, de los graves perjuicios que se producir¨ªan si permiti¨¦semos que la cultura cayese en malas manos. Cr¨¦eme lacayo: dentro de poco, ya nadie se acordar¨¢ del tal Guttemberg".
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