Diario de un pintor
Eduardo Arroyo inici¨® hace dos a?os un diario con una regla muy estricta: pintar cada jornada un ¨®leo y escribir el porqu¨¦ de esa imagen. El 10 de mayo pon¨ªa el punto final a este proyecto, que ahora, editado por Turner, ve la luz en forma de libro. 'Un d¨ªa s¨ª y otro tambi¨¦n' contiene 114 cuadros, que se muestran adem¨¢s en una exposici¨®n.
Eduardo Arroyo inici¨® hace dos a?os un diario con una regla muy estricta: pintar cada jornada un ¨®leo y escribir el porqu¨¦ de esa imagen. El 10 de mayo pon¨ªa el punto final a este proyecto, que ahora, editado por Turner, ve la luz en forma de libro. 'Un d¨ªa s¨ª y otro tambi¨¦n' contiene 114 cuadros, que se muestran adem¨¢s en una exposici¨®n.
"Esta ma?ana he matado dos palomas zuritas con un solo cartucho y antes del almuerzo he escrito dos cuartillas sobre la escultura de Anthony Caro Act of war (after Goya), de 1995. La luz es bell¨ªsima, y el cielo, azul. Sin viento". Eduardo Arroyo (Madrid, 1937), "un pintor que escribe", ha dibujado en un peque?o lienzo de 24 por 33 cent¨ªmetros -no mayor que esta revista, el EPS que tiene en las manos- dos gordinflonas palomas para recordar c¨®mo fue aquel 6 de diciembre de 2001. Por primera vez, Arroyo, un pintor de historia y de historias, decide ser un pintor de diarios, y esa fecha, la del 6 de diciembre de hace dos a?os, es el comienzo de una nueva etapa en la que se impuso una regla estricta, casi de escolar: pintar cada d¨ªa un ¨®leo y escribir un texto.
Durante dos a?os, Arroyo, con disciplina de monje, ha trabajado en su empe?o. El 10 de mayo pasado puso la palabra fin. Pint¨® un ciclista y escribi¨® en su ¨²ltimo cuaderno lo que Manuel Vicent reflexionaba en su columna del diario EL PA?S: "El atentado acaba de suceder. Est¨¢ ardiendo un convoy militar, dos carros de combate humeantes exhiben a los tanquistas muertos con la cabeza fuera de la escotilla, varios cad¨¢veres civiles se hallan esparcidos por el asfalto. La gente expresa su dolor ara?¨¢ndose la cara; en primer plano, una mujer grita con un ni?o ensangrentado en brazos; las ambulancias no han llegado todav¨ªa. En ese momento, las c¨¢maras muestran a un tipo que cruza por en medio de esa masacre en bicicleta pedaleando de forma desganada y ni siquiera se digna volver el rostro hacia el espect¨¢culo?". Es pr¨¢cticamente la ¨²nica referencia de Eduardo Arroyo a la guerra de Irak, y la hace, curiosamente, dos meses despu¨¦s del mayor atentado que ha sufrido Madrid, el del 11 de marzo.
El libro que ahora publica Turner recoge los dos a?os y cinco meses en los que Arroyo ha visto el mundo enmarcado en veinticuatro por treinta cent¨ªmetros, una medida bien alejada de los cuadros de gran formato que el artista siempre ha preferido. Sardinas, moscas, boxeadores? El diario de Arroyo, Un d¨ªa s¨ª y otro tambi¨¦n, refleja la forma de mirar del pintor, sus lecturas y estados de ¨¢nimo. Coincide, adem¨¢s, en el tiempo con una serie de viajes que Eduardo Arroyo realiz¨® a los pa¨ªses del Este. Celebra la Epifan¨ªa en Kiev, en 2002, y descubre que Lenin ahuyentaba a pedradas a los ruise?ores. Llama mentirosos a los pintores Mondrian y De Chirico, y los dibuja con nariz de Pinocho. Lee a Cirlot, a Pushkin o los poemas de Jes¨²s Riosalido. Se pasea por las ferias entre mu?ecos con forma de cerdos y demonios, y se encuentra con Caperucita Roja y Guillermo Tell, sus amigos de otros lienzos.
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