Fernando Vallejo dispara otra vez contra Colombia en su nueva novela
El autor de 'Mi hermano el alcalde' ataca a la Iglesia cat¨®lica
Balas sobre Colombia. Obuses contra la corrupta, "g¨¹evona y puta" democracia colombiana. Nuevos morteros verbales del gran insultador, y el m¨¢s hiriente de la actual literatura latinoamericana: el inclasificable, genial y desbarrancado Fernando Vallejo (Medell¨ªn, 1942). Ayer, v¨ªa videoconferencia furibunda, reparti¨® elogios al incesto y le?azos a la Iglesia, y de paso present¨® su nueva novela, Mi hermano el alcalde (Alfaguara).
La Casa de Am¨¦rica alberg¨® una de las presentaciones m¨¢s ins¨®litas de los ¨²ltimos tiempos. Fernando Vallejo apareci¨® desde su exilio mexicano en una pantalla gigante rodeado de humo, velas y m¨²sica de fantasmas. Sin m¨¢s pre¨¢mbulos, ley¨® un texto a favor del incesto, contra Le¨®n XIII y la Iglesia cat¨®lica que nos obliga "a reproducirnos como animales", y cont¨® la historia de los marqueses de Linares, primeros habitantes del palacio del mismo nombre donde tiene su sede la Casa de Am¨¦rica. Despu¨¦s, el escritor y periodista colombiano Antonio Caballero y Juan Cruz trataron de hablar con ¨¦l sobre la novela, pero s¨®lo lo lograron a duras penas. Vallejo repiti¨® sus ataques iracundos contra Colombia y Espa?a ("mala hija de mala madre, tal para cual, el mismo pa¨ªs parado por la Iglesia y la burocracia"), los pol¨ªticos ("son peores que los due?os de burdeles y los narcotraficantes"), las bodas homosexuales ("tuvieron la libertad y se la quieren quitar cas¨¢ndose como unos est¨²pidos"), los curas ("todos los problemas del mundo son los curas, en Estados Unidos los protestantes, en Latinoam¨¦rica y Espa?a los cat¨®licos y en los pa¨ªses ¨¢rabes los musulmanes") y dej¨® algunas perlas de su nihilismo m¨¢s rabioso: "La vida no vale la pena vivirse, mientras avanzas te haces ilusiones, pero la vida es miserable y no hay que propagarla, ¨¦se es el delito m¨¢ximo"; o "la felicidad s¨®lo existe en el recuerdo, es una falacia literaria".
As¨ª es Vallejo, una mezcla de exabruptos y salvaje talento literario, como demostr¨® en el texto que ley¨®. "El incesto es bueno, limpio, barato. ?Qui¨¦n teniendo comida limpia y gratis en su casa se va a comer a los restaurantes sucios y caros de afuera? Lo recomiendo mucho. Directa o indirectamente. Pues si los hermanos prefieren amarse per interp¨®sita persona, y deciden meter en medio a un vecino para cocelebrar con ¨¦l una misa de tres curas o menage ¨¤ trois, que lo metan, que el sexo entre tres es m¨¢s divertido. Introduce la variaci¨®n en la partitura. Es puro Mozart". Y luego: "La Iglesia cat¨®lica, que es analfabeta en biolog¨ªa, as¨ª como en incontables cosas, cree que de la uni¨®n de dos hermanos nacen monstruos. Y no. Tal vez en las dos o tres primeras generaciones de cruces entre hermanos se manifieste una que otra tara. Pero por la cuarta generaci¨®n las taras desaparecen. En prueba, las cepas de ratones consangu¨ªneos que los genetistas han venido cruzando a lo largo del iluminado siglo XX. Los ratoncitos salen perfectos, blancos, relucientes, hermosos, iguales todos, como clonados. Y sin el m¨¢s m¨ªnimo, m¨ªnimo pero m¨ªnimo defecto. Se?ores curas, obispos, arzobispos y dem¨¢s: aprendan de gen¨¦tica y de cruces consangu¨ªneos, que en biolog¨ªa ustedes est¨¢n en pa?ales. Y no abran el pico para hablar de lo que no saben".
Tras la andanada, Vallejo entr¨® en los detalles escabrosos de la casa de Linares, donde escuchaba la prensa boquiabierta. Y todo, como pasa siempre con ¨¦l, que parece loco pero es locuerdo, ven¨ªa a cuento. A cuento del fantasma que aloja el palacio: "Resulta que el primer marqu¨¦s, Jos¨¦ de Murga y Reolid, se cas¨® con Raimunda Osorio y Ortega, hija de una cigarrera". Y que, "tiempo despu¨¦s del matrimonio, el marqu¨¦s encontr¨® una carta que su padre le hab¨ªa escrito pero que no hab¨ªa alcanzado a enviarle porque la muerte se lo impidi¨®. En ella le revelaba la estremecedora verdad de que Raimunda era su hermana: el fruto de un desliz de juventud que hab¨ªa tenido con la cigarrera".
Tuvieron una hija, Mar¨ªa Rosales, la dieron a un hospicio: ella es el fantasma del palacio. Pero... "Vincenzo Pecci, alias Le¨®n XIII, alima?a tonsurada, quien por una de esas bulas llamadas de casta connubi les permiti¨® a los hermanos c¨®nyuges vivir bajo el mismo techo, mas sin dormir en el mismo lecho. Esto es, les prohibi¨® el acto m¨¢s esencial del ser humano, el ayuntamiento o c¨®pula, por el cual estamos en este mundo, en fantasmas o en no fantasmas, pues sin la comuni¨®n de los cuerpos se para la proliferaci¨®n de las almas". Todo ven¨ªa a cuento. La novela era otra historia.
Cuando los muertos votan
Mi hermano el alcalde es la torrencial, feroz y fascinante s¨¢tira del estado de guerra, sitio y corrupci¨®n que vive Colombia. Carlos, el hermano real del narrador, el quinto de 20 o 30 reto?os, cae enfermo de dengue y en el delirio decide hacerse alcalde de T¨¢mesis, aldea de la regi¨®n de Antioquia donde la familia posee una gran hacienda. Carlos es homosexual, promiscuo, caritativo, borracho, rico y convincente: novios y hermanos se suman a la campa?a electoral. Dan fiestas y comidas en la finca, compran votos en met¨¢lico, abren p¨¢gina en Internet, prometen centrales el¨¦ctricas, registran a los muertos para el voto... "Con los muertos lo que s¨ª hay que hacer, una vez por la cuaresma, es sacarlos a votar. Te lo agradecen mucho porque se orean", escribe Vallejo. Carlos gana las elecciones. Y en el poder se desmorona con el pa¨ªs entero a cuestas.
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