La verdad cuesta cinco chelines
Todo diab¨¦tico, y hasta alg¨²n obeso, conoce bien las virtudes de los edulcorantes artificiales, esas mol¨¦culas milagrosas que nos dan el placer de mil calor¨ªas por el precio sanitario de una. Pero pocos saben que ese notable avance cient¨ªfico se basa en una sonrojante cadena de chapuzas, malentendidos y guarradas que nadie se atrever¨ªa a confesar fuera del laboratorio. Se lo resumo a continuaci¨®n en un p¨¢rrafo.
En 1879, el estudiante norteamericano Constantine Fahlberg vio amargada su cena por un poderoso dulzor que, seg¨²n pudo comprobar, no proced¨ªa del pastel de carne, sino de sus propios dedos. Fahlberg se apresur¨® a patentar la sustancia con la que hab¨ªa estado trabajando esa tarde, el imido¨¢cido orto-sulfobenzoico (ahora conocido como sacarina), y se hizo millonario en pocos meses. Sesenta a?os despu¨¦s, otro estudiante dej¨® su cigarrillo encima de una mancha de ciclamato y, al darle una calada, descubri¨® que tambi¨¦n sab¨ªa dulce. Un dedo chupado para coger una hoja de papel permiti¨® despu¨¦s el hallazgo del aspartamo. Y la ¨²ltima revoluci¨®n diet¨¦tica, la sucralosa, fue descubierta cuando un becario extranjero entendi¨® "pru¨¦balo" all¨ª donde su jefe hab¨ªa dicho "compru¨¦balo". Dulce azar.
EUREKAS Y EUFORIAS C¨®mo entender la ciencia a trav¨¦s de sus an¨¦cdotas
Walter Gratzer
Traducci¨®n de Javier
Garc¨ªa Sanz
Cr¨ªtica. Barcelona, 2004
447 p¨¢ginas. 21,90 euros
La ciencia debe much¨ªsimo a la serendipity -los diccionarios traducen esa palabra por serendipia, pero la mejor traducci¨®n es chiripa, tal y como ha propuesto el cient¨ªfico gallego Ram¨®n N¨²?ez-, y el catedr¨¢tico brit¨¢nico Walter Gratzer se ha tomado el trabajo de compilar un centenar de descubrimientos cient¨ªficos acontecidos as¨ª, de chiripa. Sus autores no los buscaban, pero tuvieron la creatividad necesaria para verlos cuando el azar los puso delante de sus ojos.
El resultado es Eurekas y euforias, un libro muy recomendable por tres razones: primero, porque revela que la humanidad est¨¢ en deuda con la chapuza; segundo, porque subraya la necesidad de despistarse, de dejarse llevar por los flecos a¨²n no atados y por las im¨¢genes a¨²n no imaginadas, que a menudo se comportan como mensajeros del futuro; y tercero y m¨¢s importante, porque es muy divertido.
No hablamos s¨®lo de potin
gues. Incluso uno de los mayores descubrimientos de la historia de la ciencia, la teor¨ªa de la relatividad, se debi¨® en parte a la chiripa. As¨ª lo cre¨ªa su propio autor, Albert Einstein, que dej¨® escrito: "A veces me pregunto c¨®mo pude ser yo quien desarrollara la teor¨ªa de la relatividad. Creo que la raz¨®n es que un adulto nunca se para a pensar en problemas de espacio y tiempo, cosas en las que ya pens¨® cuando era ni?o. Pero mi desarrollo intelectual estuvo retardado, y como resultado de ello empec¨¦ a preguntarme sobre el espacio y el tiempo cuando ya hab¨ªa crecido".
Los 181 minicap¨ªtulos de Eurekas y euforias no s¨®lo incluyen los descubrimientos de chiripa, sino tambi¨¦n una notable colecci¨®n de an¨¦cdotas referidas a la sutil frontera entre el genio y la extravagancia, o a las mil formas en que una gran inteligencia puede quedar esterilizada por un prejuicio irracional. Por ejemplo, la gran pesadilla de Darwin no fue el obispo Samuel Wilberforce -que le pregunt¨® si descend¨ªa del mono por parte de padre o de madre-, sino el gran f¨ªsico lord Kelvin, para quien la Tierra era tan joven que no hab¨ªa tiempo material para la evoluci¨®n. Kelvin persisti¨® en su error hasta que cumpli¨® ochenta a?os y hasta se apost¨® cinco chelines con otro gran f¨ªsico, lord Rayleigh, a que su c¨¢lculo era correcto. Pero vivi¨® lo suficiente para perder la apuesta. A menudo la verdad cuesta cinco chelines.
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