Genuina paranoia americana
Presentada en la secci¨®n oficial de la Seminci, aunque fuera de concurso, The manchurian candidate (El mensajero del miedo) adapta a estos tiempos tanto la novela de Richard Condon como el gui¨®n de la primera versi¨®n cinematogr¨¢fica de ¨¦sta, con la que John Frankenheimer denunciara tanto el terror que produc¨ªa en la ¨¦poca, primeros sesenta, la infiltraci¨®n comunista en las altas esferas de Washington como la venalidad de la clase pol¨ªtica de entonces.
Jonathan Demme, un cineasta que conoci¨® tiempos mejores (recuerde el lector Algo salvaje o El silencio de los corderos), busca en el filme reverdecer sus marchitos laureles. E intenta hacerlo convocando tanto la denuncia pol¨ªtica (una denuncia gen¨¦rica: jam¨¢s se mencionan en su desarrollo los t¨¦rminos Partido Dem¨®crata o Partido Republicano; mucho menos el nombre de George W. Bush o el de cualquier otro pol¨ªtico en activo) como la rapacidad de las grandes empresas estadounidenses y su poder casi sobrenatural para fijar la agenda y los protagonistas pol¨ªticos en una democracia avanzada. Todo ello apoyado en mecanismos de suspense e indagaci¨®n suficientemente fuertes como para construir con ellos un thriller, el terreno en el que sin duda m¨¢s c¨®modo se mueve.
Pero las cosas no terminan de salirle como deber¨ªan. Ni denuncia punzante del establishment, como podr¨ªan firmarla no ya Michael Moore o John Sayles sino cualquiera de los cineastas que en estos meses se est¨¢n posicionando activamente contra la Administraci¨®n de Bush; ni pel¨ªcula de suspense digna de ese nombre (hay demasiados, y muy burdos, elementos de una convencional teor¨ªa de la paranoia y la conjura como para que funcione como tal), por The manchurian candidate se mueve un desangelado Denzel Washington, eje de todo el asunto, y una Meryl Streep en un papel que no parece escrito en nuestros d¨ªas. Valga con decir que el suyo es un personaje que se pretende emparentado con los grandes papeles tr¨¢gicos cl¨¢sicos, pero que por los berenjenales en los que lo meten pierde cualquier atisbo de m¨ªnima, necesaria, credibilidad.
Altibajos
Fue la jornada de ayer, al margen del filme de Demme, uno de esos t¨ªpicos d¨ªas de competici¨®n marcados por notables altibajos. Caminos cruzados, la nueva versi¨®n de la novela de Ignacio Mart¨ªnez de Pis¨®n Carreteras secundarias, que firma el francoperuano Manuel Poirier, es una estirada, contenida pero a la postre un pel¨ªn aburrida peripecia de padre de vida err¨¢tica e hijo adolescente y lac¨®nico. Y aunque no sea ninguna maravilla, permite por lo menos el lucimiento de un Sergi L¨®pez que, como siempre de la mano de Poirier, saca de dentro lo mejor de su aquilatado oficio y, de paso, proporciona al asunto un espesor dram¨¢tico considerable.
Y la propuesta ex¨®tica de la jornada vino de la mano del coreano Kim Ki-duk, cuyo Hierro 3, con el que viene de ganar el premio al mejor realizador en el Festival de Venecia, luce como una historia cargada de sutil humor, uno de esos productos suyos en los que la fuerza de lo mostrado se eleva vertiginosamente por encima de la palabra, aqu¨ª casi abandonada. Peripecia que habla de un joven que se dedica a entrar en casas lujosas en las que no est¨¢n sus propietarios, con ninguna otra finalidad que no sea pasar un rato "como en casa", la pel¨ªcula es tan extra?a y personal como toda la producci¨®n del director de La isla. Y a nadie le sonar¨ªa extra?o que contara en el palmar¨¦s oficial que clausurar¨¢ esta edici¨®n de la Seminci.
Babelia
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