El coste de la locura o la locura del coste
Basta con repasar las vicisitudes de los ¨²ltimos ministros de Sanidad para saber que este ministerio nunca ser¨¢ una perita en dulce para ning¨²n pol¨ªtico. No puede serlo. Administrar la sanidad, local, auton¨®mica o estatal, admite un margen de error muy peque?o. Aceite de colza, vacas locas, las grandes cat¨¢strofes naturales o provocadas por el terrorismo... Todos son fen¨®menos de salud p¨²blica que han tenido y tienen lo que se ha dado en llamar un impacto medi¨¢tico evidente. No es de extra?ar que los problemas de salud mental casi nunca tengan tratamiento de primera p¨¢gina, a pesar de que vayan a afectar a una cuarta parte de la poblaci¨®n a lo largo de su vida. S¨®lo son objeto de debate cuando alguno de estos pacientes, siguiendo el dictado de su raz¨®n delirante, comete alg¨²n acto violento que, visto desde lejos, parece incomprensible o gratuito y, por tanto, doblemente censurable.
Las grandes enfermedades mentales son las esquizofrenias o los trastornos bipolares, pero tambi¨¦n los trastornos obsesivo-compulsivos, las demencias, los trastornos de personalidad o las depresiones melanc¨®licas recurrentes. En su mayor¨ªa, se trata de patolog¨ªas cr¨®nicas que obligan a un imprescindible tratamiento farmacol¨®gico, necesariamente asociado a otras terap¨¦uticas psicol¨®gicas y a t¨¦cnicas de rehabilitaci¨®n espec¨ªficas. Este ¨¢mbito de las patolog¨ªas psiqui¨¢tricas graves sigue siendo terreno abonado para la incomprensi¨®n social cuando no para el estigma puro y duro. Han sido los citados tratamientos, con el apoyo de redes de asistencia comunitarias a¨²n precarias en nuestro pa¨ªs, los que han conseguido que los enfermos mentales con estas patolog¨ªas no sigan viviendo en las ruinas modernas de antiguos manicomios.
Pero la psiquiatr¨ªa sigue siendo ante todo una pericia que fundamenta su actividad diagn¨®stica y terap¨¦utica en la entrevista cl¨ªnica: en el escuchar atento y dirigido. La psiquiatr¨ªa no utiliza costos¨ªsimos equipos ni pr¨®tesis de complicada colocaci¨®n, ni sofisticados quir¨®fanos. Quiz¨¢ por ello viaja siempre en el furg¨®n de cola de los presupuestos y sobre sus enfermos pende la amenaza de restricciones que en otras patolog¨ªas y otros colectivos resultar¨ªan impensables. Es cierto que el gasto de los f¨¢rmacos utilizados en estas patolog¨ªas graves ha sufrido en Espa?a un incremento sustancial. No se trata de medicamentos que los enfermos consuman por gusto, ni siquiera de buen grado en la mayor¨ªa de las ocasiones. Hay una reacci¨®n de extra?eza cuando se dice, por ejemplo, que los medicamentos antipsic¨®ticos -cuya utilizaci¨®n est¨¢ s¨®lo indicada en los trastornos graves y duraderos antes mencionados- suponen una importante cuota de la factura de farmacia. Quiz¨¢ deber¨ªa a?adirse que en Espa?a hay entre 800.000 y 900.000 personas afectadas por estas patolog¨ªas que deben tomar su medicaci¨®n diariamente durante muchos a?os.
Y por este camino llegamos al verdadero n¨²cleo del problema: el coste de la enfermedad mental. Cuantificar dicho coste en t¨¦rminos de gasto farmac¨¦utico no s¨®lo constituye un error, sino que podr¨ªa tratarse de un aut¨¦ntico disparate. Los costes, desgraciadamente, son m¨¢s amplios y complejos y, de forma curiosa, los tratamientos tienden a minimizarlos. Los costes est¨¢n en los reingresos hospitalarios de los pacientes, en el consumo de recursos sanitarios, en la incapacidad laboral y en el gasto a?adido de las familias, por hablar de aquellos que pueden expresarse en t¨¦rminos monetarios. Ni que decir tiene que los costes intangibles en sufrimiento personal y familiar no son f¨¢cilmente reducibles a euros.
Resulta imposible diseccionar aqu¨ª la compleja anatom¨ªa de la esquizofrenia o de la melancol¨ªa. Estas l¨ªneas s¨®lo pretenden detenerse en la facilidad con la que problemas amplios y complejos se simplifican aterradoramente desde un despacho pol¨ªtico o desde una oficina gubernamental. Los cl¨ªnicos no s¨®lo contemplan de primera mano la realidad de la enfermedad mental, tambi¨¦n conocen los nuevos datos de la investigaci¨®n. Esta mezcla de experiencia cl¨ªnica y pruebas cient¨ªficas es la que deber¨ªa fundamentar las decisiones sanitarias y la que dif¨ªcilmente puede ser reemplazada por datos parciales o lecturas apresuradas, aunque algunos se empe?en peri¨®dicamente en sustituirla.
Enrique Baca, catedr¨¢tico de Psiquiatr¨ªa de la Universidad Aut¨®noma de Madrid, y Miquel Roca, profesor titular de Psiquiatr¨ªa de la Universidad de las Islas Baleares, son presidente y secretario de la Sociedad Espa?ola de Psiquiatr¨ªa, respectivamente.
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