Mirada propia
No es frecuente que un m¨²sico de jazz empiece su actuaci¨®n con una pieza titulada Pesadilla. Pero Ram¨®n Valle es cualquier cosa menos un int¨¦rprete al uso. Miembro de la pen¨²ltima generaci¨®n de pianistas de jazz cubanos, no se parece a ning¨²n otro pianista, ni cubano ni de ning¨²n otro lugar. Es tan peculiar su pianismo que hay quien le niega el car¨¢cter latino al mismo. Lo cierto es que la cubanidad de su arte es incuestionable, pese a que, con alguna frecuencia, sus rasgos m¨¢s caracter¨ªsticos tiendan a difuminarse. En realidad, no es tarea sencilla determinar de d¨®nde procede su m¨²sica. Lo que en un momento permite pensar en la influencia de Keith Jarrett, al siguiente se convierte en un interludio entrecortado a lo Ahmad Jamal o bien toma la forma precisa del bolero.
Ram¨®n Valle Tr¨ªo
Ram¨®n Valle, piano; Omar Rodr¨ªguez Calvo, contrabajo; Owen Hart, bater¨ªa. Calle 54, Madrid. 25 de octubre.
Como Abdullah Ibrahim -toda una referencia en el jazz contempor¨¢neo-, Valle permite a la materia sonora su crecimiento sin utilizar otro abono que su propia inercia. No hay prisas en su m¨²sica, el suyo es un proceso creativo prudente y nada llamativo. Una frase le lleva a otra y ¨¦sta a la siguiente y llega un punto en que el oyente pierde el punto de referencia.
El propio pianista parec¨ªa olvidarse de cuanto le rodeaba y de los dos m¨²sicos que le acompa?aban sobre el escenario: buena parte de la noche se la pasaron ambos mirando a las musara?as. Todo en el concierto fueron piezas propias, excepto una versi¨®n sui g¨¦neris de La Comparsa, de Ernesto Lecuona.
Entre el p¨²blico, una entregada Martirio y el maestro Chucho Vald¨¦s, que, aunque tarde, quiso llegarse al club del paseo de La Habana para darle un abrazo al colega.
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