Las mujeres, los homosexuales, ?y qu¨¦ m¨¢s?
Hoy en d¨ªa, bajo el paraguas de lo "personal" parece posible decir todo lo que a uno se le antoje. Valga un ejemplo estrictamente "personal". Hace tiempo, en un trayecto ferroviario Florencia-Mil¨¢n, un elegante se?or con quien manten¨ªa una trivial conversaci¨®n de viaje, de ¨¦sas que tienen como tema el cambio del clima, la carne poco hecha o en su punto y las bondades del arroz con marisco, en determinado momento, acaso en un arrebato de confianza (la conversaci¨®n versaba sobre el cusc¨²s), me dijo educadamente: "Porque ver¨¢, yo, personalmente, me considero racista". Y a?adi¨®, tal vez en busca de comprensi¨®n por mi parte: "No s¨¦ lo que opinar¨¢ usted". Probablemente esperaba que le contestase que se trataba de una opini¨®n personal, y como tal, sacrosanta, y que dar¨ªa mi vida para que nadie pudiera impedirle expresar su opini¨®n, seg¨²n afirma ese devastador adagio falsamente atribuido a Voltaire que en Italia ha servido de patente de corso a las m¨¢s nefandas declaraciones. Sin embargo, dado que, al contrario del falso adagio ilustrado, yo no dar¨ªa mi vida para que nadie pudiera impedir que se expresaran opiniones semejantes, le contest¨¦ que hago votos para que no se dedique a la pol¨ªtica. Por la sencilla raz¨®n de que hace unos sesenta a?os, poco m¨¢s o menos, gracias a unos tipejos que llegaron hasta cargos de poder con una ide¨ªlla "personal" parecida a la suya, m¨¢s de seis millones de personas se dejaron la piel.
El diputado europeo Buttiglione es un fil¨®sofo de una cierta simplicidad, pero como pol¨ªtico resulta sorprendentemente complicado. Cuando el Parlamento Europeo le pidi¨® explicaciones acerca de sus declaraciones sobre el papel en la sociedad de la mujer (considerada por ¨¦l fundamentalmente en su condici¨®n de ama de casa), sobre las madres sin pareja (consideradas por ¨¦l negativamente) y sobre los homosexuales (considerados por ¨¦l pecadores), contest¨® que se trataba de convicciones exclusivamente personales, y que nada ten¨ªan que ver con la tarea pol¨ªtica de la que supuestamente deb¨ªa encargarse. Tarea que consiste, seg¨²n las directrices del Parlamento Europeo, en favorecer una mayor integraci¨®n social de las personas antes citadas y en la consecuci¨®n de mayores derechos civiles para las mismas. Analizada su sutil respuesta, no he podido dejar de preguntarme en qu¨¦ consistir¨¢ la pol¨ªtica para este diputado fil¨®sofo. ?Qu¨¦ es la pol¨ªtica?, ?una mera actividad burocr¨¢tica, o m¨¢s bien la traducci¨®n en t¨¦rminos sociales y operativos de una visi¨®n del mundo y de los seres humanos, es decir, de una convicci¨®n moral?
Y, adem¨¢s, ?ser¨¢ posible que un hombre dotado de s¨®lidos principios como los del diputado Buttiglione afirme estar dispuesto a sacrificarlos, a renegar de ellos dir¨ªa yo, promoviendo la integraci¨®n social y los derechos civiles de categor¨ªas o de personas de quienes tiene una opini¨®n tan negativa? ?Ser¨¢ posible, me pregunto, que un hombre de ideas est¨¦ dispuesto a renunciar a los ideales sobre los que se basan su filosof¨ªa y su moral por un empleo como comisario europeo? Sin embargo, si as¨ª es, resultar¨ªa ¨²til conocer m¨¢s a fondo su pensamiento "personal". Por ejemplo, seg¨²n la doctrina m¨¢s tradicionalista de la Iglesia cat¨®lica, los jud¨ªos son un pueblo "deicida". Y los gitanos, como es sabido, no aman la patria (al no tenerla) ni los uniformes militares; no son, en consecuencia, buenos soldados. Sobre las mujeres y sobre los homosexuales Buttiglione ha sido clar¨ªsimo. Sin embargo, la cartera de la que deber¨ªa encargarse no ata?e s¨®lo a las mujeres y a los homosexuales, sobre quienes el eurodiputado italiano se ha expresado con una inquietante forma de pensar. Ata?e tambi¨¦n a otras personas y otras instancias sociales. En cuanto ciudadano europeo que vive en una comunidad administrada tambi¨¦n por la Comisi¨®n Europea de la que Buttiglione deber¨ªa entrar a formar parte, su pensamiento me interesa en todos sus detalles. No creo que se trate de curiosidad ociosa.
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