El aeropuerto y la aldea
El martes se vota entre el aeropuerto y la aldea. En las presidenciales estadounidenses se elige a una persona, pero tambi¨¦n se opta entre formas de vida y modelos urbanos: el electorado de Estados Unidos m¨¢s dividido del ¨²ltimo cuarto de siglo se pronunciar¨¢ entre el dem¨®crata Kerry y el republicano Bush como figuras tot¨¦micas que, m¨¢s all¨¢ de sus posiciones sobre la guerra de Irak o la financiaci¨®n de la sanidad, representan respectivamente el cosmopolitismo metropolitano y el esencialismo comunitario. Esa pugna cultural entre la nueva Babilonia de los rascacielos y la nueva Jerusal¨¦n de las comunidades suburbanas encuentra su exacta expresi¨®n arquitect¨®nica en la escenograf¨ªa de dos pel¨ªculas recientes: La terminal, de Steven Spielberg, que se desarrolla ¨ªntegramente en el interior de un aeropuerto, construido al efecto en un hangar de California como un gigantesco decorado para el rodaje de la historia de un viajero atrapado en un laberinto burocr¨¢tico; y The Village, de M. Night Shyamalan -en Espa?a equ¨ªvocamente presentada como El bosque-, cuya acci¨®n tiene lugar en una aldea ficticia de finales del siglo XIX, levantada en un valle perdido entre los bosques de Pensilvania para acoger la vida cotidiana de un grupo de familias aislado del mundo.
Es una met¨¢fora de la cesura entre el cosmopolitismo laico de la Am¨¦rica progresista y la nostalgia comunitaria de la Am¨¦rica profunda
La agitaci¨®n browniana de los
innumerables extras reclutados en Los ?ngeles para representar la multitud heter¨®clita de un aeropuerto internacional contrasta con la existencia apacible y el tiempo detenido de la comunidad agraria de la misma manera que la estructura met¨¢lica y las cubiertas de vidrio dise?adas por el director art¨ªstico Alex McDowell (que ya trabaj¨® con Spielberg en Minority Report) son el contrapunto de las granjas y casas vern¨¢culas construidas por el equipo del dise?ador de producci¨®n Tom Foden y el director art¨ªstico Michael Manson. En ambos casos, el convincente realismo de las escenograf¨ªas se logra con construcciones aut¨¦nticas: la terminal requiri¨® 650 toneladas de acero, escaleras mec¨¢nicas de verdad, franquicias comerciales genuinas y una organizaci¨®n que combina inteligentemente los soportes en forma de ¨¢rbol y las grandes cerchas curvas de la ¨²ltima generaci¨®n de aeropuertos; la aldea, por su parte, exigi¨® levantar las diferentes casas, la escuela, la panader¨ªa, la herrer¨ªa o la sala de reuniones con cimientos reales y, a diferencia de los decorados cinematogr¨¢ficos habituales, hacerlas totalmente funcionales, de manera que fuesen casi habitables.
Parad¨®jicamente, la verosimilitud de las arquitecturas alberga situaciones excepcionales -un individuo involuntariamente prisionero en un bucle kafkiano, una comunidad voluntariamente encerrada en una utop¨ªa arcaica-, pero son precisamente esas singularidades las que permiten mostrar la naturaleza artificiosa de la vida actual o lo que puede haber de verdadero en una ficci¨®n compartida: el productor ejecutivo de La terminal es Andrew Niccol, productor y guionista de El show de Truman y director de Simone, dos pel¨ªculas emblem¨¢ticas de la simulaci¨®n contempor¨¢nea; y el director de El bosque ha jalonado su propio territorio on¨ªrico con obras anteriores como El sexto sentido, El protegido y Se?ales. Y, pedag¨®gicamente, la oposici¨®n entre la arquitectura hipermoderna e hipertecnol¨®gica del aeropuerto -que amalgama ejemplos recientes de Norman Foster o Renzo Piano- y las formas intemporales de la aldea -m¨¢s premoderna que posmoderna, por m¨¢s que evoque el esencialismo tradicionalista de Aldo Rossi o L¨¦on Krier- es una met¨¢fora de la cesura entre el cosmopolitismo laico de la Am¨¦rica progresista y la nostalgia comunitaria de la Am¨¦rica profunda: un enfrentamiento entre la raz¨®n y la fe que describe todav¨ªa las l¨ªneas de fractura de la pol¨ªtica del imperio.
Sin embargo, Viktor Navorski (Tom Hanks), el protagonista de La terminal, se rescata del absurdo al que le ha arrojado una violencia lejana a trav¨¦s de la solidaridad espont¨¢nea de un peque?o grupo de empleados que reconstruyen el esp¨ªritu comunitario de la aldea en la anomia aeroportuaria; y Lucius Hunt (Joaquin Phoenix), el protagonista de El bosque, se salva de la muerte mediante la ruptura del aislamiento y el recurso a los medios t¨¦cnicos de la civilizaci¨®n exterior, redimiendo el oscurantismo de una comunidad cohesionada por el miedo y el mito con su ¨¢nimo exploratorio e irreverente. El aeropuerto y la aldea contienen en su interior su propia contradicci¨®n, y esta ambig¨¹edad representa mejor la complejidad estratificada del actual dilema electoral norteamericano que las simplificaciones triviales que llaman a elegir entre el Fahrenheit 9/11 de Michael Moore y La Pasi¨®n de Cristo de Mel Gibson. Hillary Clinton puede ser un ejemplo paradigm¨¢tico de la racionalidad metropolitana, pero tambi¨¦n escribi¨® It takes a village (hace falta una aldea) para explicar la sensibilidad dem¨®crata ante el tejido comunitario que es imprescindible para criar a un ni?o; y Karl Rove puede movilizar a los cristianos conservadores en favor de la causa republicana, pero las multinacionales sin otro credo que el dinero no dejar¨¢n por ello de considerar a Bush su candidato.
Entre la urbanidad civilizatoria
o corruptora y la cultura virtuosa o inm¨®vil del mundo rural se manifiesta un viejo enfrentamiento que, extendiendo el puritanismo fundador norteamericano con la emergencia contempor¨¢nea del integrismo evang¨¦lico, se percibe hoy bajo el impacto ir¨®nico del "conflicto de civilizaciones": un concepto -acu?ado por el mismo Huntington que actualmente advierte del riesgo del multiculturalismo y de la inmigraci¨®n- que hace ya una d¨¦cada reemplaz¨® el voluntarista "fin de la historia" de Fukuyama. Un mismo d¨ªa de septiembre, Aznar en Washington y Zapatero en Nueva York expresaron visiones antit¨¦ticas de esa vigorosa pugna pol¨ªtica y emocional entre Marte y Venus con una elementalidad discursiva que elude constatar tanto la extrema modernidad del fundamentalismo cristiano e isl¨¢mico como los s¨®lidos fundamentos conservadores del pragmatismo racionalista laico. Cosmopolitismo o pietismo, anonimato o identidad, tecnolog¨ªa o tradici¨®n, aeropuerto o aldea: las m¨¢scaras de Halloween ya han dictado su pron¨®stico, pero el guionista de esta historia -como Garc¨ªa M¨¢rquez- mantiene hasta el final el suspense del desenlace.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.