El amor y las v¨ªsceras
Pese a ser el autor de algunos de los poemas m¨¢s terribles y hermosos -si esta palabra sirve- de los ¨²ltimos tiempos, Jos¨¦ Luis Piquero (Mieres, Asturias, 1967) hab¨ªa tenido hasta ahora una suerte editorial relativa. Incluido tempranamente por Jos¨¦ Luis Garc¨ªa Mart¨ªn en la antolog¨ªa Selecci¨®n nacional (Llibros del Pexe, 1995), Piquero ha sido desde entonces un asiduo de los recuentos de poes¨ªa reciente: el propio Garc¨ªa Mart¨ªn lo volvi¨® a incluir en La generaci¨®n del 99 (Nobel, 1999) y Luis Antonio de Villena -que abre Autopsia con una esclarecedora introducci¨®n- cont¨® con ¨¦l para 10 menos 30 (Pre-Textos, 1997) y La l¨®gica de Orfeo (Visor, 2003). En contraste, sus libros -Las ruinas (1989), El buen disc¨ªpulo (1992) y Monstruos perfectos (1997)- nunca encontraron una distribuci¨®n digna. Ahora esos tres t¨ªtulos -con algunos poemas suprimidos, otros retocados y quince in¨¦ditos recientes- han quedado reunidos bajo una denominaci¨®n que marca el tono del conjunto: Autopsia.
AUTOPSIA Poes¨ªa 1989-2004
Jos¨¦ Luis Piquero
Pr¨®logo de Luis A. de Villena
DVD. Barcelona, 2004
208 p¨¢ginas. 12,80 euros
Le¨ªdos en un solo volumen -galardonado hace unas semanas con el Premio Ojo Cr¨ªtico de Radio Nacional-, los poemas de Jos¨¦ Luis Piquero aparecen como un todo que mantiene muchas constantes tem¨¢ticas, de hecho, algunos t¨ªtulos de secciones y poemas se retoman de uno a otro libro. No obstante, el poeta ha progresado desde una voz deudora de sus maestros (Eliot, Cavafis, Cernuda, Gil de Biedma) hasta una indagaci¨®n personal que ha metabolizado ese magisterio hasta convertirlo en parte de su propio sistema nervioso.
La poes¨ªa de Piquero es tan
aparentemente autobiogr¨¢fica como aparentemente realista. Am¨¦n de los t¨ªtulos que remiten a los poemas como apuntes biogr¨¢ficos o p¨¢ginas de un diario, lo primero es fruto de una sensaci¨®n de verdad conseguida con una maestr¨ªa nada exhibicionista y basada en la indagaci¨®n radical de un personaje que muestra su coraz¨®n al desnudo. Lo segundo -el supuesto realismo- tiene que ver con el tono de confidencia adoptado por ese personaje, con la franqueza de sus reflexiones y con la claridad de un lenguaje que conjuga precisi¨®n y narratividad sin renunciar al misterio. En alguna po¨¦tica ha escrito Piquero que su filiaci¨®n es expresionista. De la l¨ªnea de Francis Bacon y Antonio Saura, a?ad¨ªa. A su obra, en efecto, le cuadra m¨¢s la idea de figuraci¨®n que la de realismo. En el sentido en el que Bacon es un pintor expresionista y figurativo. En el sentido en el que Jackson Pollock es lo primero pero no lo segundo. Basta asomarse a cualquiera de las p¨¢ginas de Autopsia para comprobar que su autor ha sometido a an¨¢lisis minucioso y despiadado un universo sentimental cuyas bases se tambalearon en el paso de una adolescencia "heroica y est¨¦ril" a una madurez adquirida a trav¨¦s del "expolio" de una vida feliz.
Apuntados con solvencia en los dos primeros libros, estos elementos cuajan y se extreman definitivamente en Monstruos perfectos, un t¨ªtulo fundamental en la reciente poes¨ªa espa?ola. En ¨¦l se hace expl¨ªcito todo lo sugerido antes. Lo que all¨ª era an¨¢lisis psicol¨®gico aqu¨ª es tambi¨¦n radiograf¨ªa, electrocardiograma, an¨¢lisis de sangre y de orina, autopsia. Con los "mitos" de Ca¨ªn y Judas como referentes, cad¨¢ver y forense a la vez, la voz que atraviesa ese libro se muestra sin distancias, sin encubrir sus propias mezquindades: "Me he pasado la vida malgastando el cari?o de personas que nunca me quisieron. /... / he comprendido -tarde- que es in¨²til querer ser otra cosa que el embustero que hab¨¦is hecho de m¨ª, / un no-muerto cortado a la medida de todo lo que nunca quise ser, / alguien a quien sin duda me parezco, como un hombre a su m¨¢scara: / el hip¨®crita, el sucio y el que no es de fiar, / a un paso del rid¨ªculo (el cantante de moda o el bachiller con granos), / a un paso del horror (el buen chico que sale en los sucesos)". A Piquero debemos, as¨ª, algunos de los poemas m¨¢s descarnados que se hayan escrito sobre esa mezcla de atracci¨®n y desprecio que llena por momentos la amistad y el amor; y siempre con el fondo de humanidad del que sabe que ¨¦l tambi¨¦n forma parte de la cat¨¢strofe. De ese desamparo proceden poemas antol¨®gicos como Elogios del Pez-Luna ("Lo confieso: / Casi te aborrec¨ª por habernos dejado / solos, por asumir / ese papel confuso, desgraciado, que hac¨ªa / de nosotros in¨²tiles testigos / de tu dolor, figurones sin frase; / y porque nos pusiste / frente a frente con algo que se parece al miedo") o Historia de G. ("Cuando habl¨¢bamos / habl¨¢bamos los dos a cuchilladas"). Y en ese desamparo nace tambi¨¦n una disecci¨®n de la familia cuya crudeza habr¨ªa que ir a buscarla, de nuevo, a Luis Cernuda. As¨ª el demoledor Retiro sentimental, de principio ("En mi familia no se dijo nunca 'te quiero'. / Jam¨¢s o¨ª decir 'lo siento' a mi padre o a mi madre") a fin ("En mi casa jam¨¢s se dijeron en alto las cosas importantes. / Busca hoy dentro de ti una l¨¢grima, un gesto de ternura. / Ya se nos hizo tarde para esas tonter¨ªas").
Los poemas in¨¦ditos que completan Autopsia profundizan en esa mirada que se proyecta sobre la realidad con la misma frialdad con la que se proyecta sobre s¨ª misma. El escenario mantiene la temperatura de una desordenada sala de disecci¨®n en la que el coraz¨®n es una v¨ªscera y es todo lo dem¨¢s que quiera la literatura. Y en el que las figuras producen la rara sensaci¨®n de ser tan fieles como la voz humana en una pesadilla: cercana y familiar pero irreconocible.
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