"Fui a Barajas a matar a varias personas"
Alfredo Gal¨¢n narr¨® a la polic¨ªa sus asesinatos con una frialdad sobrecogedora
Alfredo Gal¨¢n Sotillo, de 26 a?os, acudi¨® a la comisar¨ªa de Puertollano (Ciudad Real) el 3 de julio de 2003 y manifest¨®, ante la sorpresa de los agentes, que ¨¦l era el asesino del naipe. Luego, con una sobrecogedora frialdad, Gal¨¢n narr¨® ante la Brigada de Homicidios de Madrid c¨®mo perpetr¨® los cr¨ªmenes. Su confesi¨®n, extra¨ªda de las diligencias judiciales, fue la siguiente:
- Muerte del portero Juan Francisco Ledesma.
"El 24 de enero sal¨ª de casa por la ma?ana. Iba en mi Renault Megane, 6363 BSH, gris metalizado, con la intenci¨®n de dar una vuelta por Madrid y aparqu¨¦ en una calle c¨¦ntrica, Luego supe que era la de Alonso Cano. Empec¨¦ a andar pensando que, cuando encontrara una condici¨®n favorable, matar¨ªa a alguien. Cog¨ª la pistola, que llevaba debajo del asiento del coche. Sobre las 12.30, vi una porter¨ªa abierta, en el n¨²mero 89, de color marr¨®n. Entr¨¦ hasta el sal¨®n y vi a un hombre, con un mono azul. Se qued¨® mir¨¢ndome y yo saqu¨¦ la pistola del bolsillo derecho de la chaqueta del chandal. A la izquierda, hab¨ªa un ni?o de tres o cuatro a?os, sentando en un mesa. Estaba comiendo... Dirig¨ª el arma a la cabeza del hombre y le dije: 'De rodillas y mirando a la pared'. El hombre, sin articular palabra, obedeci¨®, mientras el ni?o observaba la escena. Puse la pistola a cuatro cent¨ªmetros de la cabeza y apret¨¦ el gatillo. Se efectu¨® la percusi¨®n, pero la bala no sali¨®, por lo que mont¨¦ de nuevo el arma".
El presunto asesino contin¨²a: "El hombre, al ver que pretend¨ªa disparar, suplic¨®. 'No, por favor'. Dispar¨¦. Cay¨® fuminado al suelo. El ni?o, al o¨ªr la detonaci¨®n, que fue bastante ruidosa, y sin dejar de mirarle, comenz¨® a llorar. Sal¨ª tranquilamente por la puerta. La billetera que hab¨ªa encima de la mesa, la dej¨¦ all¨ª. No me interesaba. Sal¨ª a la calle, me sub¨ª en el coche y fui a casa. Com¨ª y ech¨¦ una siesta. Eleg¨ª a la v¨ªctima al azar". Antes que a Ledesma, vio en la calle a una empleada de Correos con una saca de cartas. "Si la llego a ver entrar en un portal, hubiese sido una v¨ªctima totalmente indefensa, un buen objetivo", declar¨®.
- Muerte de Juan Carlos Mart¨ªn Estacio, empleado de la limpieza de Barajas.
El 5 de febrero, Gal¨¢n cometi¨® su segundo homicidio. "Vi la tele hasta la una de la madrugada. Mi hermana y su novio se fueron a dormir. Sal¨ª para matar a una o m¨¢s personas. Fui a la zona norte de Madrid, a Barajas. A las 3.30 vi a la primera persona en toda la noche. Un var¨®n, 1,70 cm de altura, delgado, moreno. Estaba sentado en una parada de autob¨²s, en la plaza del Mar, en el barrio de la Alameda de Osuna. Llevaba una mochila al hombro. Detuve el coche frente a la marquesina. Dej¨¦ las luces de cruce encendidas y el coche arrancado. Saqu¨¦ la pistola y le dije: 'De rodillas y contra el ¨¢rbol'. Obedeci¨® al instante y sin decir nada. Le puse el arma en la parte de atr¨¢s de la cabeza y dispar¨¦ a una distancia de 5 cent¨ªmetros. Recog¨ª la vaina del disparo y a los pies de la v¨ªctima ech¨¦ un As de copas. Volv¨ª al coche y dej¨¦ la pistola en asiento del copiloto por si me encontraba con alg¨²n control de la Guardia Civil o con alg¨²n testigo. Y me fui a casa a dormir. "?Por que dej¨® la carta?", le preguntaron los polic¨ªas. "Un d¨ªa antes pens¨¦ que para que la polic¨ªa tardase m¨¢s tiempo en relacionar los casos, ser¨ªa interesante dejar una pista, algo distinto", contest¨®.
- Dos muertes en un bar de Alcal¨¢. Tras matar a Juan Carlos, fue a dormir y se levant¨® a la una del mediod¨ªa. Sobre las 4 de la tarde, despu¨¦s de ver la televisi¨®n y comer, cogi¨® el coche y viaj¨® hasta Alcal¨¢ de Henares, para seguir matando. Tras dar vueltas por Alcal¨¢, lleg¨® a un callej¨®n en el que estaba el bar Rojas, en la calle R¨ªo Alberche. Apag¨® el motor del coche y entr¨®. "Llevaba la pistola en el bolsillo de la chaqueta. Entr¨¦ al bar y hab¨ªa un camarero [de 20 a?os, Mikel Jim¨¦nez] detr¨¢s de la barra, que apoyaba sus brazos en el mostrador, y dos mujeres al fondo del local. Una, de unos 60 a?os, que hablaba por un tel¨¦fono p¨²blico de color verde [Juana Dolores Ucles]. Y un mujer de unos 40 a?os [Teresa S¨¢nchez], ambas fuera de la barra. Saqu¨¦ la pistola y apunt¨¦ al camarero durante dos segundos a la frente. Vio el arma y no puso gesto de susto, s¨ª de asombro. Mientras me miraba, sonriendo, dispar¨¦. Cay¨® al suelo, por detr¨¢s de la barra. Fui r¨¢pido a la mujer que hablaba por tel¨¦fono, y le dispar¨¦ en el ojo. La otra mujer se agach¨® y se escondi¨®, andando y a gatas por dentro de la barra, sin facilitar ¨¢ngulo de tiro. Le dispar¨¦ tres veces. Tir¨¦ a bulto. Fui al coche, dej¨¦ el arma en el asiento del copiloto y me fui a casa a echarme en el sof¨¢. Me dirig¨ª a Alcal¨¢ para despistar a la polic¨ªa. Para que una investigaci¨®n la llevase la polic¨ªa de Madrid y la otra la de Alcal¨¢. No dej¨¦ vaina ni cartas para confundir".
- Asesinatos frustrados en Tres Cantos. "El 7 de marzo de 2003 sal¨ª de casa sobre las dos de la madrugada. Fui a Tres Cantos. Estacion¨¦ al ver gente en una parada de autob¨²s, apoyada en una barandilla de hierro. Me acerqu¨¦ y era una pareja joven. Ese d¨ªa llevaba una cazadora marr¨®n. Dispar¨¦ al chico en la cabeza, pero le di en la cara. [Era el estudiante Santiago Eduardo Salas, acompa?ado de una amiga, Ana Hid Castillo]. Cay¨® al suelo y quise matar a la chica, pero se me encasquill¨® la pistola. Como vi que tardar¨ªa en arreglarla, tir¨¦ una carta, el dos de Copas, y me fui.
Yo hab¨ªa vivido en Tres Cantos, a 300 metros de donde dispar¨¦, y fui all¨ª porque conoc¨ªa la zona. En la pistola puse una redecilla pl¨¢stica de color rojo para que se quedase la vaina ah¨ª tras el disparo. La pistola fall¨® por defecto de la munici¨®n, no por la red, de esas que contienen ajos. Para particularizar mis hechos, marqu¨¦ las cartas con un punto azul de rotulador en el reverso". Marcos Garc¨ªa Montes, abogado de Salas, explica: "Mi cliente est¨¢ en Ecuador, pendiente de venir a Espa?a para el juicio. Su situaci¨®n f¨ªsica y emocional es dram¨¢tica, ya que fue tiroteado sin sentido, sin m¨®vil y sin raz¨®n".
- Otras dos muertes en Arganda. El d¨ªa 18 de marzo, entre las 20.30 y las 21, "decid¨ª matar de nuevo". Fui a Arganda del Rey. Dej¨¦ el coche a 10 metros de la entrada a un descampado y los intermitentes funcionando y el motor apagado. Vi a una persona entrar al descampado y fui tras ella, pero no localic¨¦ el objetivo. Al regresar al coche, vi dos bultos a los lejos. Me acerqu¨¦ y era una pareja de mediana edad. Los rebas¨¦, me di la vuelta y dispar¨¦ al hombre en la cabeza, dos veces. [Era Goerge Magda, de nacionalidad rumana]. La mujer [Doina Magda, su esposa, tambi¨¦n rumana] se gir¨® hacia mi y al ver que le apuntaba a ella con la pistola, se tap¨® con los brazos la cara. Le dispar¨¦ tres veces a la cabeza. Sobre los cuerpos arroj¨¦ el tres y el cuatro de Copas. Ese d¨ªa quer¨ªa actuar en San Fernando, pero acab¨¦ en Arganda".
En el interrogatorio, los agentes preguntaron a Gal¨¢n por el arma homicida. "La compr¨¦ en Bosnia. Pens¨¦ que en Espa?a no estar¨ªa involucrada en nada ni fichada y que la polic¨ªa no podr¨ªa seguir su rastro", aclar¨®. La pistola la trajo de Bosnia a Espa?a dentro de una televisi¨®n.
La pistola, la munici¨®n, el chandal azul con el que cometi¨® casi todos sus cr¨ªmenes, as¨ª como unos guantes de cuero negros y la redecilla roja que perge?¨® para recoger las vainas tras los disparos, todo ello lo meti¨® en una bolsa negra y lo arroj¨® a un contenedor de la calle Calveros, cerca de la casa de su padre en Puertollano. Por orden del juez, empleados del vertedero estuvieron busc¨¢ndo la bolsa durante meses, sin obtener el menor resultado.
La alarma social hizo sentir miedo a Gal¨¢n y dej¨® de asesinar. Aunque tambi¨¦n, seg¨²n su confesi¨®n, ten¨ªa previsto seguir matando cuando llegase el invierno. Se acercaba el verano y el calor de los guantes le era molesto para sus fechor¨ªas. Y necesitaba los guantes para no dejar huellas en las cartas. "Quer¨ªa experimentar la sensaci¨®n de quitar la vida a un ser humano. Tras matar al portero no sent¨ª nada, y no ten¨ªa miedo de que me pillasen", confes¨®.
"Pap¨¢ no se quiere levantar"
Elena Carmen C., esposa de Juan Francisco Ledesma, de 47 a?os, primera v¨ªctima del asesino del naipe, fue la que hall¨® el cad¨¢ver. Al llegar a la porter¨ªa de la calle de Alonso Cano, vio a su hijo, de dos a?os y medio de edad, "con una pajita en la mano y tomando Cola Cao, sentado en una sillita, y llorando: 'Mami, pap¨¢ se ha ca¨ªdo y no se quiere leventar. Me he asutado mucho', coment¨® el ni?o a la madre, llorando. El cr¨ªo lo vio todo. "Un hombre ha hecho, pum y pap¨¢ se ha ca¨ªdo al suelo", coment¨® tambi¨¦n el cr¨ªo. Y es que la frialdad de Gal¨¢n resulta sobrecogedora. No le import¨® que estuviese en la porter¨ªa el cr¨ªo para disparar contra su padre, delante de ¨¦l, en la cabeza. "De rodillas y mirando a la pared", le orden¨® a Ledesma antes de descerrajarle el tiro.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.