Estados Unidos, un nuevo rumbo
A pesar de la invasi¨®n de Afganist¨¢n, las detenciones de dirigentes terroristas en todo el mundo y el derrocamiento de Sadam Husein, el movimiento internacional de la yihad sigue siendo la m¨¢xima amenaza para Estados Unidos. Sus terroristas han realizado el doble de atentados desde el 11 de septiembre de 2001 que en los tres a?os anteriores a esa fecha. Los l¨ªderes yihadistas capturados o muertos han sido sustituidos. Los expertos en terrorismo coinciden en que sus filas han crecido de forma considerable desde el 11-S. El aumento del antiamericanismo en el mundo musulm¨¢n ha sido un obst¨¢culo para los intentos de asegurar nuestro territorio y llevar la estabilidad a Oriente Pr¨®ximo. Ante esta situaci¨®n, cualquier observador razonable puede llegar a la conclusi¨®n de que el Gobierno de Bush no ha conseguido eliminar, ni siquiera debilitar, la violenta amenaza islamista contra EE UU.
La eliminaci¨®n de Sadam no ha servido para disminuir el peligro que representa Al Qaeda. El nivel de alerta antiterrorista en EE UU sigue siendo el mismo
Muchos partidarios de los 'yihadistas' se convierten en enemigos de Estados Unidos a causa de acciones y pol¨ªticas concretas de EE UU
Graham Allison: "Hoy, si el presidente preguntara qui¨¦n es responsable de prevenir el terrorismo nuclear, podr¨ªan alzarse seis o siete manos, o ninguna"
Derrotar al movimiento yihadista es el problema de seguridad nacional m¨¢s urgente al que tendr¨¢ que enfrentarse el pr¨®ximo presidente de Estados Unidos. Son radicales que pretenden destruir la influencia norteamericana en el mundo musulm¨¢n y derrocar a los Gobiernos que consideran demasiado liberales o pr¨®ximos a Occidente.
En primer lugar, tenemos que reconocer que la guerra de Irak ha sido tremendamente contraproducente para la campa?a general contra el terrorismo, y adoptar pol¨ªticas m¨¢s productivas. La guerra de Irak hizo que se distanciaran varios aliados fundamentales en la guerra contra los yihadistas, convirti¨® a musulmanes amigos en esc¨¦pticos y a los esc¨¦pticos en radicales, y cre¨® un santuario para rebeldes yihadistas itinerantes. Irak ten¨ªa escasa o ninguna relaci¨®n con la amenaza terrorista contra Estados Unidos, y la eliminaci¨®n de Sadam no ha servido para disminuir el peligro que representan Al Qaeda y sus combatientes. La mejor prueba de ello es quiz¨¢ que, a?o y medio despu¨¦s de que cayera Sadam, el nivel de alerta antiterrorista en Estados Unidos sigue siendo el mismo, y se habla de que podr¨ªa haber un gran atentado de Al Qaeda en los pr¨®ximos meses. La verdad es que, aunque Irak, un d¨ªa, se convirtiera por arte de magia en una democracia estable y segura, Estados Unidos podr¨ªa sufrir un atentado como el del 11-S al d¨ªa siguiente.
La posici¨®n de Siria e Ir¨¢n
Adem¨¢s, la guerra de Irak absorbi¨® gran cantidad de recursos muy necesarios para luchar contra los yihadistas. Uno de los resultados de la guerra fue la desaparici¨®n del consenso internacional sobre la necesidad de enfrentarse a los que patrocinan el terrorismo, cosa de la que tomaron buena nota en Damasco y Teher¨¢n. Como consecuencia, Siria e Ir¨¢n van a hacer todo lo posible para complicar todav¨ªa m¨¢s la tarea de Estados Unidos en Irak. La guerra, ir¨®nicamente, ha dado a estos dos pa¨ªses el margen que tanto necesitaban para evitar una respuesta en¨¦rgica de la comunidad internacional a sus actividades terroristas.
El pr¨®ximo presidente debe cambiar el rumbo de la guerra contra el terrorismo. La Comisi¨®n del 11-S proporciona una hoja de ruta excelente para afrontar el mayor reto de esta generaci¨®n; a partir de sus recomendaciones, un grupo de trabajo que he presidido para The Century Foundation va a publicar un informe con una serie de l¨ªneas maestras para lograr vencer a los yihadistas. A nuestro juicio, entre las nuevas prioridades del Gobierno estadounidense deber¨ªan estar:
-Comprender los or¨ªgenes del odio isl¨¢mico hacia Estados Unidos. Para ganar esta batalla, tenemos que conocer mejor qu¨¦ es lo que mueve a nuestros enemigos. Los terroristas de la yihad se oponen a Estados Unidos, m¨¢s que por lo que cree o lo que hace, porque consideran que es un obst¨¢culo para la creaci¨®n de sus naciones-estado teocr¨¢ticas, sus califatos. Sin embargo, muchos partidarios de los yihadistas se convierten en enemigos de Estados Unidos y defensores de los terroristas a causa de acciones y pol¨ªticas concretas de Estados Unidos, fundamentalmente nuestro apoyo a Israel y la ocupaci¨®n de Irak. Si convencemos a esa poblaci¨®n de que Estados Unidos no es una amenaza para ellos ni para su religi¨®n, podremos cortar una fuente importante de dinero, fuerza y apoyo moral a los yihadistas. Para ello no hacen falta grandes cambios de pol¨ªtica; unos cuantos ajustes podr¨ªan general valiosos dividendos:
* Estados Unidos no debe modificar su apoyo a Israel, pero s¨ª mostrarse m¨¢s en¨¦rgico a la hora de reanimar el proceso de paz palestino-israel¨ª.
* Estados Unidos no debe retirarse de Irak mientras no empiecen a actuar unas fuerzas de seguridad locales, pero s¨ª debe cesar las operaciones militares contra ¨¢reas urbanas, transferir las actividades de reconstrucci¨®n a organismos iraqu¨ªes y reducir sus objetivos en Irak, para que sea posible adelantar la fecha de la retirada.
-Expresar con claridad cu¨¢l es la amenaza. Lo que la Administraci¨®n de Bush llama la "guerra global contra el terrorismo", en realidad es la lucha de los Gobiernos de todo el mundo para hacer frente a un movimiento islamista, minoritario, radical y violento, que ha recobrado fuerza y ha adquirido una dimensi¨®n m¨¢s internacional en el siglo XXI.
Para hacer verdaderamente frente a la amenaza, debemos estar de acuerdo sobre la naturaleza del problema. Debe establecerse claramente que la amenaza no es el terrorismo, ni siquiera todas las organizaciones terroristas, sino los terroristas de la yihad, que pretenden secuestrar el islam y emplear la violencia para sustituir los Gobiernos actuales por teocracias no democr¨¢ticas. Para descifrar la naturaleza de la amenaza yihadista puede ser ¨²til ver la relaci¨®n entre los diversos grupos como cuatro c¨ªrculos conc¨¦ntricos.
C¨ªrculos conc¨¦ntricos
En el c¨ªrculo m¨¢s peque?o e interior est¨¢n los terroristas de Al Qaeda, que en ese nivel alcanzan probablemente varios centenares. El segundo c¨ªrculo comprende a los miembros en activo de otros grupos yihadistas, muchos de los cuales est¨¢n dispuestos a cometer actos terroristas en persona e incluso a morir en el proceso: son los terroristas suicidas. En este segundo c¨ªrculo hay seguramente varias decenas de miles de personas. El tercer c¨ªrculo incluye a quienes se identifican con la causa yihadista o con algunos aspectos de su ideolog¨ªa. Son personas que pueden ofrecer apoyo moral y, en ocasiones, si es necesario, resolver los problemas log¨ªsticos o financieros del grupo. En este c¨ªrculo, que suele defender un Gobierno m¨¢s islamista, puede haber decenas de millones o incluso varios cientos de millones. El ¨²ltimo c¨ªrculo es el de todo el mundo isl¨¢mico. Son m¨¢s de mil millones de personas; en su mayor¨ªa no son ¨¢rabes.
La clave para organizar la respuesta de EE UU a la amenaza yihadista est¨¢ en comprender c¨®mo afecta una acci¨®n dirigida a uno de esos cuatro c¨ªrculos conc¨¦ntricos a nuestra relaci¨®n con los dem¨¢s. Por ejemplo, para derrotar a un grupo terrorista yihadista (el segundo c¨ªrculo), quiz¨¢ tengamos que aliarnos con un Gobierno como el de Uzbekist¨¢n, muy impopular entre su pueblo por su corrupci¨®n y por la supresi¨®n de las libertades civiles. A corto plazo, resulta tentador si nos sirve para atrapar a los criminales. Ahora bien, estrechar lazos con un Gobierno represivo puede ser contraproducente para nuestro objetivo a largo plazo, que es obtener apoyos en los c¨ªrculos tercero y cuarto de ese pa¨ªs. Saber claramente cu¨¢les son las ventajas y los inconvenientes y explicarlos durante los procesos de toma de decisiones ser¨¢n elementos fundamentales, a largo plazo, para poder suprimir a los yihadistas. Para capturar, debilitar y matar a los peores terroristas.
Tanto en el caso de Estados Unidos como en el de Occidente en general, nuestras reacciones ante el movimiento yihadista tienen que ser capaces de distinguir entre los diversos elementos del problema. La estrategia para ocuparse de los dos c¨ªrculos interiores consiste, sobre todo, en la labor policial y de los servicios de informaci¨®n, a veces respaldada por medidas militares. Dentro de los dos c¨ªrculos interiores, Estados Unidos debe dar prioridad a la propia Al Qaeda, porque este grupo ha hecho de nosotros su objetivo, mucho m¨¢s que ning¨²n otro grupo yihadista. Para determinar cu¨¢les son las prioridades entre los dem¨¢s grupos hay que tener en cuenta la capacidad y voluntad de actuar en Estados Unidos que hayan demostrado. He aqu¨ª varias medidas que sugerimos para eliminar la amenaza m¨¢s inmediata.
Primero, el pr¨®ximo presidente tendr¨¢ que nombrar, dentro del Consejo Nacional de Seguridad, a un ayudante especial de la presidencia para combatir la financiaci¨®n del terrorismo, con el mandato espec¨ªfico de dirigir los trabajos relacionados con ese aspecto en Estados Unidos. El Congreso debe aprobar, y el presidente debe firmar, una legislaci¨®n que exija al Ejecutivo la presentaci¨®n anual al Congreso de una declaraci¨®n escrita en la que se detallen las medidas que hayan tomado otros pa¨ªses para colaborar en la lucha contra la financiaci¨®n del terrorismo, tanto en Estados Unidos como en el ¨¢mbito internacional.
Segundo, es preciso ampliar, en el ej¨¦rcito estadounidense, las fuerzas de operaciones especiales dedicadas a actividades antiterroristas, as¨ª como suministrarles el apoyo de una organizaci¨®n militar con presencia encubierta en otros pa¨ªses. El ej¨¦rcito debe mejorar sus medios y modificar sus m¨¦todos para permitir peque?as unidades de las fuerzas especiales que act¨²en contra los terroristas. El Congreso debe dejar claro que en dichas operaciones est¨¢ dispuesto a aceptar que haya bajas.
Tercero, EE UUs necesita tener una actitud m¨¢s agresiva sobre la prevenci¨®n del terrorismo nuclear. Aunque la probabilidad de este tipo de terrorismo no es muy alta, las consecuencias de un posible fallo ser¨ªan catastr¨®ficas. La coordinaci¨®n entre los departamentos que se ocupan del terro-rismo nuclear en EE UU sigue siendo desastrosa. Como dice un antiguo funcionario del Pent¨¢gono, Graham Allison, "hoy, si el presidente preguntara en una reuni¨®n del Gabinete qui¨¦n es responsable de prevenir el terrorismo nuclear, podr¨ªan alzarse seis o siete manos, o ninguna". El presidente tiene que nombrar a un responsable que dirija todas las tareas relacionadas con la no proliferaci¨®n y el antiterrorismo nuclear, con autoridad para fijar la pol¨ªtica, las prioridades, el presupuesto y las directrices que todos los dem¨¢s organismos federales deber¨¢n respetar. Adem¨¢s, la pr¨®xima Administraci¨®n tiene que emprender nuevas iniciativas para ofrecer garant¨ªas internacionales de suministro de energ¨ªa nuclear a cambio del compromiso de terminar con los trabajos de enriquecimiento.
-Competir en la lucha de ideas. En este aspecto, nuestro objetivo general debe ser el yihadismo, la ideolog¨ªa que mueve a estos terroristas. Tenemos que reducir el apoyo del mundo isl¨¢mico a los yihadistas mediante lo que la Comisi¨®n del 11-S denomina la lucha de ideas. La estrategia para hacerse cargo de los c¨ªrculos tercero y cuarto en el entorno yihadista no puede limitarse a las medidas policiales y de espionaje. Tenemos que partir de nuestras prioridades y nuestros valores, y ser capaces de expresarlos y propagarlos.
Mensajeros y mensajes
El mensajero es tan importante como el mensaje, y ahora, cualquier mensaje que llegue desde Estados Unidos es recibido con sospechas en el mundo isl¨¢mico. Los mecanismos tradicionales de propaganda no son m¨¢s que una parte peque?a de la soluci¨®n, incluso aunque se incluya la televisi¨®n por sat¨¦lite. Las informaciones que dan los medios de comunicaci¨®n isl¨¢micos sobre las actividades de Estados Unidos en Irak hacen que sea muy dif¨ªcil para el Gobierno estadounidense promover sus valores e ideas entre los musulmanes de todo el mundo. Por consiguiente, tienen que ser otros pa¨ªses, organizaciones no gubernamentales de prestigio y personajes isl¨¢micos destacados los que encabecen una serie de actuaciones para pedir a los musulmanes que denuncien la intolerancia y la violencia terrorista cometida en nombre del islam. Todos ellos deber¨ªan resaltar nuestros valores comunes, con el fin de superar los malentendidos y neutralizar la propaganda terrorista. El papel del Gobierno estadounidense tendr¨¢ que consistir en estimular a estos grupos y despu¨¦s limitarse a esperar entre bastidores.
Como parte de esta batalla de ideas, Estados Unidos y Europa tienen que acoger claramente al islam dentro de sus culturas respectivas. En este aspecto, la Uni¨®n Europea deber¨ªa tener dos prioridades: luchar contra la discriminaci¨®n del islam en sus Estados miembros y entablar conversaciones sobre la entrada de Turqu¨ªa en la Uni¨®n. Tanto para la UE como para Estados Unidos, todo esto significa tener un programa coordinado para combatir la intolerancia religiosa contra el islam.
Pa¨ªses amigos
La ayuda de Estados Unidos a los Gobiernos amigos es una herramienta importante, sobre todo cuando esa ayuda va condicionada a que el Gobierno en cuesti¨®n abandone las actividades que provocan el apoyo a la yihad (como las redadas policiales indiscriminadas y el uso generalizado de la tortura) o hace posible que ese mismo Gobierno ofrezca servicios que le supongan m¨¢s respaldo popular en los enfrentamientos con los yihadistas (por ejemplo, escuelas p¨²blicas que den mejor servicio a los alumnos que las madrazas de la yihad). En algunos pa¨ªses musulmanes, la base de apoyo de los yihadistas es la poblaci¨®n pobre y sin derechos. Si se mejoran sus condiciones de vida y se la pone en contacto con el resto del mundo a trav¨¦s del comercio y la educaci¨®n, les arrebataremos a los extremistas algunos de sus partidarios m¨¢s probables. Con tal fin, la pr¨®xima Administraci¨®n debe extender considerablemente su ayuda al desarrollo en Afganist¨¢n, Jordania, Marruecos, Pakist¨¢n, Uzbekist¨¢n, Yemen y otros pa¨ªses musulmanes de escaso nivel de rentas que son nuestros aliados en la guerra contra el terrorismo.
-Elaborar y llevar a la pr¨¢ctica estrategias espec¨ªficas para cada pa¨ªs. Aunque necesitamos un plan de conjunto e internacional para luchar contra los yihadistas, EE UU debe desarrollar tambi¨¦n estrategias concretas para cada caso. Unos an¨¢lisis y planes m¨¢s s¨®lidos sobre cada pa¨ªs ayudar¨¢n a los responsables pol¨ªticos a tener en cuenta de forma m¨¢s sistem¨¢tica las ventajas e inconvenientes, as¨ª como los efectos secundarios, de las ofensivas contra cada uno de los c¨ªrculos conc¨¦ntricos. Estas estrategias deben servir para convencer y ayudar a los actores de los pa¨ªses involucrados a realizar cambios r¨¢pidos pero no revolucionarios, aumentar la participaci¨®n en el Gobierno, aumentar las oportunidades econ¨®micas, reforzar la educaci¨®n p¨²blica e impulsar a las fuerzas democr¨¢ticas.
Existen cinco pa¨ªses en los que los yihadistas est¨¢n intentando sustituir a los Gobiernos existentes o ya han conseguido instalar un r¨¦gimen fundamentalista: Egipto, que posee la mayor poblaci¨®n ¨¢rabe del mundo; Arabia Saud¨ª, con las mayores reservas de petr¨®leo; Pakist¨¢n, un pa¨ªs isl¨¢mico y no ¨¢rabe que dispone de armas nucleares; Ir¨¢n, un pa¨ªs isl¨¢mico y no ¨¢rabe que apoya el terrorismo y est¨¢ trabajando para obtener armas nucleares, e Irak, el m¨¢s inestable de los cinco.
Aunque no parece muy probable que haya ning¨²n cambio radical en estos Gobiernos, nuestra falta de conocimiento del trasfondo pol¨ªtico, religioso y socioecon¨®mico en estas naciones hace que no podamos descartar giros repentinos. Los sistemas econ¨®micos y de gobierno en estos pa¨ªses son intr¨ªnsecamente inviables. Existe casi la seguridad de que los cambios de poder desempe?ar¨¢n un papel crucial en el futuro de cada pa¨ªs, en especial respecto a su estabilidad y democratizaci¨®n a largo plazo.
Por ejemplo, si los extremistas consiguen asesinar al presidente paquistan¨ª, Pervez Musharraf, se producir¨¢ una lucha por el control del Estado y su arsenal nuclear. Y, por desgracia, no es una situaci¨®n descabellada. Necesitamos estrategias a medida para estabilizar estos pa¨ªses mediante la democratizaci¨®n y el desarrollo econ¨®mico.
Sin una planificaci¨®n m¨¢s minuciosa, las perspectivas de democratizaci¨®n en estos pa¨ªses son escasas. En Egipto y Arabia Saud¨ª, los avances democratizadores consistir¨¢n seguramente en una liberalizaci¨®n m¨ªnima o superficial de sus sistemas pol¨ªticos. Al mismo tiempo, es de esperar que en Egipto se extienda la liberalizaci¨®n econ¨®mica y en Arabia la diversificaci¨®n; pero este tipo de reforma econ¨®mica puede aumentar el descontento de la poblaci¨®n y, por consiguiente, desembocar en m¨¢s represi¨®n por parte del Estado. Tal atm¨®sfera no facilita un aut¨¦ntico progreso democr¨¢tico. En Ir¨¢n, lo m¨¢s probable es que la situaci¨®n de punto muerto entre los conservadores y los reformistas y las amenazas exteriores a la seguridad eclipsen los esfuerzos democratizadores dentro de las prioridades pol¨ªticas. La sociedad iran¨ª ha demostrado ser muy paciente y seguramente se mostrar¨¢ unida ante las serias presiones internacionales acerca de su programa nuclear y los cambios que est¨¢n produci¨¦ndose en el vecino Irak. Lo mismo ocurre en Pakist¨¢n, donde el presidente Musharraf, a pesar de su ret¨®rica, parece estar m¨¢s centrado en la supervivencia de su r¨¦gimen que en una democratizaci¨®n real.
Seguridad interior
Tres a?os despu¨¦s del 11-S, gran parte de las infraestructuras fundamentales de Estados Unidos sigue siendo vulnerable, tanto como antes de aquel tr¨¢gico d¨ªa.
Ni los trenes de carga y pasajeros, ni los puertos o los contenedores de barcos, ni las plantas qu¨ªmicas cumplen todav¨ªa criterios de seguridad, a pesar de las consecuencias catastr¨®ficas de un atentado contra ellos. En las grandes ¨¢reas metropolitanas, los responsables de los servicios de urgencia siguen careciendo del material, la formaci¨®n, el personal, los planes y las tecnolog¨ªas esenciales. El dinero federal asignado a la preparaci¨®n de los servicios estatales y locales en materia de seguridad interior no define con claridad las expectativas en las instalaciones no federales ni exige ning¨²n criterio m¨ªnimo. Tampoco se ha trabajado para identificar las discrepancias entre las instalaciones federales, estatales y locales y los sistemas necesarios para hacer frente a serios ataques nucleares o biol¨®gicos. Debemos mejorar sustancialmente estos aspectos para reducir tanto la probabilidad como las repercusiones de futuros atentados terroristas en EE UU.
Sea cual sea el resultado, las elecciones presidenciales son una oportunidad excelente para que el vencedor revise los m¨¦todos de lucha de Estados Unidos contra la red yihadista internacional. Esta adaptaci¨®n debe incluir m¨¢s flexibilidad pol¨ªtica en Oriente Pr¨®ximo y el fortalecimiento de nuestra salud econ¨®mica a largo plazo mediante grandes inversiones en fuentes de energ¨ªa alternativas, aunque eso suponga ir en contra de nuestros principios de libre mercado. La estrategia actual del Gobierno de Bush ha fracasado: nuestro territorio sigue siendo vulnerable, Irak se ha convertido en polo de atracci¨®n de yihadistas, la red terrorista sigue creciendo, los peligrosos reg¨ªmenes de Ir¨¢n y Corea del Norte han anunciado sus programas nucleares, y el respeto hacia Estados Unidos -sobre todo, en el mundo musulm¨¢n- es menor que nunca.
Este programa de acci¨®n ofrece un plan m¨¢s inteligente y eficaz que, en definitiva, har¨¢ que Estados Unidos y el mundo sean lugares m¨¢s seguros.
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