La vida, por T¨¤pies

Al ascender la pesada puerta del garaje se asoma una se?ora de mediana edad, p¨¢lida, alta, austera. Vacila un poco, camina con cuidado. Mientras la mole de hierro asciende un poco m¨¢s, por el hueco que va quedando se asoma T¨¤pies, al que ella, su mujer, Teresa, lleva cogido de la mano con cuidado. Ambos sonr¨ªen. Parecen dos gnomos. El estudio queda al descubierto. Es grande y abigarrado. Tan lleno de cuadros que casi no se puede dar un paso. Cuadros y cuadros, cientos seguramente. Y un mobiliario que consiste en un par de sillas de tijera y una mesa. La luz entra por el techo, una claraboya de cristal lo ocupa casi por entero. Elegimos donde sentarnos, pero no es f¨¢cil. T¨¤pies, a sus 81 a?os, no sabe qu¨¦ hacer, y consulta a Teresa. Ella dice que ¨¦l ve muy mal, adem¨¢s de que est¨¢ casi completamente sordo: debo acercarme mucho para hacerme o¨ªr. ?Cu¨¢nto durar¨¢? Quiere saberlo. "Es que me fatiga el esfuerzo que tengo que hacer para verte y o¨ªrte". Una hora, le digo. Y ¨¦l consulta con su mujer como har¨ªa un ni?o peque?o con su mam¨¢ -"no te preocupes, Toni", le dice, "te vas a divertir, ya lo veras"-. Luego da m¨¢s explicaciones sobre su estado f¨ªsico: "Es una enfermedad conocida, sobre todo ¨²ltimamente. Porque vivimos m¨¢s a?os que antes y somos muchos los que llegamos a viejos. Se hacen como unas llagas en la m¨¢cula, y estas llagas acaban qued¨¢ndose como puntos ciegos. Para siempre. Y la ceguera va creciendo. Pero el ritmo de la enfermedad no siempre es el mismo, y yo de momento la tengo estabilizada. Pero he perdido bastante vista. A ti, por ejemplo, s¨®lo te veo la mitad de la cara; la otra mitad est¨¢ completamente borrosa. Y si me acerco [se acerca a un palmo], pues mejor".

As¨ª que, en esa primera impresi¨®n, piensas en el deterioro que el artista padece. Ves que sus ojos tienen ese encanto bondadoso que algunos viejos muestran en la mirada cansada. Como si lo supieran todo, pero les importara un comino; excepto tal vez algunas pocas personas, estar en paz, sentirse a gusto consigo mismo. Te preguntas si ¨¦se es el caso del pintor. ?Porque qu¨¦ m¨¢s se puede desear a los 80 cuando se es indiscutible como artista, se ha logrado subir sin parar en un te¨®rico escalaf¨®n de pintores imprescindibles; para conocer que pas¨® en ese territorio durante la segunda mitad del siglo XX? Despu¨¦s de hablar con ¨¦l durante la hora prevista se puede concluir que Antoni T¨¤pies, siendo consciente de su estatus, sin embargo sigue ah¨ª, alerta, sin renunciar a nada, preocupado por el futuro, por su obra, quiz¨¢ ansiando m¨¢s y m¨¢s reconocimiento. O vaya usted a saber qu¨¦. La realidad, como ¨¦l dice, nunca es como aparenta.

?Para pintar, c¨®mo influye el problema de los ojos?

Si te das cuenta, cuando miras un cuadro no te quedas en un punto, sino que enseguida vas recorriendo el cuadro con la vista, y, al hacerlo, estos agujeros se compensan unos con otros y puedes ver lo que est¨¢s haciendo. Afortunadamente, el cuerpo humano se adapta a todo.

L¨®pez Cobos, el director de orquesta, me dec¨ªa que ahora que tiene m¨¢s a?os es mucho m¨¢s feliz cuando toca; disfruta porque ya no le importa lo que digan los dem¨¢s. Si se ha hecho ese recorrido, quiz¨¢ se atreva a pintar a ciegas?

Entiendo bien lo que dice L¨®pez Cobos. Creo que la trayectoria de los artistas puede ser semejante. Al principio tuve muchas dudas, y muchas influencias. Luego, a medida que vas haci¨¦ndote un lenguaje, lo que te gusta es usar este lenguaje. Y yo, si hago cosas que se repiten mucho, lo que hay gente que me reprocha, como las cruces o las materias, pues en el fondo es porque ¨¦se es mi lenguaje, el que me he construido. Y pienso que una cruz se puede hacer de infinitas formas, no se acaba nunca. En este sentido, envejecer da una cierta tranquilidad.

?Una sabidur¨ªa?

Dicen que los viejos nos volvemos m¨¢s sabios. Y lo hacemos en el sentido real del t¨¦rmino, que es aprender a vivir. Porque la sabidur¨ªa no es un pu?ado de frases o recetas bonitas para ponerlas en un museo, sino que se saca de practicarla en la vida de cada d¨ªa, en el hecho de usarla para llevar la vida adelante. Y en esto me encuentro un poco m¨¢s libre que cuando era joven. Pero sigo pensando que la pintura que hacemos tiene que ser ¨²til a la sociedad en la que vivimos porque, si no, no valdr¨ªa la pena hacerla. Y para ser ¨²til te has de preocupar un poco y escuchar si la gente lo recibe bien o no.

Pero ya no le importar¨¢ tanto lo que la gente opine de su obra?

A eso, con los a?os te acostumbras; pero a m¨ª, de joven, me han dado bastantes palos. Claro que ahora me respetan. No es que se pueda generalizar. Hay cr¨ªticos a los que tengo cari?o y los hay tontitos? Y mira, los cr¨ªticos que m¨¢s me gustan son los que hablan bien de m¨ª.

Ese reconocimiento que hoy es un¨¢nime hacia usted ocurri¨® hace ya muchos a?os. Casi nunca le pasa a nadie. Yo pensaba que pod¨ªa transformarle a uno?

S¨ª. Est¨¢ bien, es muy halagador saber que tengo gente que me quiere, e incluso artistas que me siguen. Y en todo el mundo. Porque han venido a visitarme y casi a reverenciarme. Hace poco me visit¨® un artista de la India y me dijo que me adoraba, que yo era su gur¨², y perd¨®neme, a?adi¨®, a los gur¨²s lo primero que hay que hacer es tocarles los pies. Y se encogi¨® y me los toc¨®. Esto es muy halagador. Otra vez vino una chica de Bali. Y no le digo de Jap¨®n, y de Alemania, y de Estados Unidos.

As¨ª que es como si viviera su propia posteridad.

De eso no me he dado cuenta. ?Quiere decir que me esfuerzo para conservar mi legado?

No. Me refer¨ªa a otra cosa. A si usted piensa que dentro de 100 a?os se le seguir¨¢ considerando un artista imprescindible y que estar¨¢ en todos los museos como ahora, y que los indios vendr¨¢n a ver su obra desde su pa¨ªs.

Oh, eso no se sabe. Hay artistas que han pasado por diferentes momentos. No s¨¦.

?Entonces, le da vueltas a esa idea??

Como pienso en ser ¨²til, pues me preocupo de que mis cosas se conserven y mis escritos se publiquen. Por eso hicimos una fundaci¨®n, para conservar todo esto. Mis hijos siempre me lo dicen: no te preocupes de tu legado porque ya lo defenderemos nosotros. Y mi mujer, no digamos. Creo que, por primera vez, ahora tengo un recuerdo bastante panor¨¢mico de toda mi vida, porque me publican el cat¨¢logo razonado de toda mi obra. O sea, que veo todo lo que he hecho y lo que he dicho, y comprendo que a veces hay que hacer un cierto esfuerzo para conservarlo. No me gustar¨ªa que no se le diese importancia, sino que la gente entienda intelectualmente lo que he querido hacer. Y que, si puede serles ¨²til, lo apliquen a su propia vida.

?Y qu¨¦ quiere decir serles ¨²til?

Lo que quiero decir es que yo hago un trabajo muy individualizado. Yo voy a la caza de almas, no de masas. Convencer a las masas no creo que sea posible. Han de convencerse las personas por s¨ª mismas. Cuando trabajo, lo que hago es poner una especie de mecanismos, para que la gente produzca un cambio en su manera de pensar y se ponga en el buen camino. Pero yo s¨®lo le apunto un camino. Nada m¨¢s. En realidad, es un trabajo muy modesto, ?eh?

Yo no dir¨ªa que es una pretensi¨®n modesta querer incidir en los dem¨¢s. ?A eso se ha referido a veces al decir que con su pintura buscaba la espiritualidad?

Espiritualidad en el sentido de abrir las conciencias. Cuando vienen a verte desde la India es quiz¨¢ uno de esos momentos en que parece que lo has logrado. Sentirse comprendido, de eso se trata. Y cada vez pienso que se ha ido entendiendo mejor. Porque al principio incluso me han hecho sufrir. Tergiversaban lo que yo intentaba. Ahora, en ese sentido, estoy muy contento.

?C¨®mo le tergiversaban y qu¨¦ era lo que m¨¢s le dol¨ªa?

Pues eso, que un ni?o pod¨ªa hacerlo? Esto se dice mucho. En nuestro pa¨ªs hemos padecido un poco de falta de educaci¨®n de la sensibilidad. Para que la gente perciba bien una obra de arte ha de tener una cierta preparaci¨®n. Esto es indiscutible. Si no, puede decir eso, que lo hace cualquiera.

?Ja, ja, ja!

Antes hablaba de encontrar el propio lenguaje. Una labor de a?os. Luego est¨¢ la necesidad de tener una ocurrencia, una idea nueva, personal, que llame la atenci¨®n. Algo que no se ha hecho antes, o que no lo parezca? Y eso, que parece imprescindible para ser un creador, ?se busca denodadamente o sucede de pronto, como por encanto?

Es algo que va viniendo paulatinamente. Este trabajo est¨¢ hecho de cosas positivas y cosas negativas. Muchas veces dices: no quiero ser como ese que me ha precedido, porque los que te precedieron est¨¢n muy vistos, y a la sociedad ya no le sorprende. Por ejemplo, el colorido. Hay muchos grandes artistas que han usado mucho los colores primitivos. En el siglo XX, las vanguardias lo hicieron mucho. Colores simples. Rojo, amarillo, azul. De esto han abusado los pintores y la publicidad. Y ahora, la tele en color. Por eso yo decid¨ª pintar con otros colores. Y tal vez tambi¨¦n por la necesidad de buscar colores m¨¢s profundos, m¨¢s serios. En estas cosas hay una mezcla de todo. Como el sentirme cerca de la tierra. Siempre he querido acercarme a las formaciones del cosmos. En el fondo estamos hechos de tierra y volvemos a ella.

En su biograf¨ªa cuenta lo importante que fue que casi muriera, para cambiar su actitud.

Tuve una especie de ataque cardiaco que me produjo un shock tremendo. Ten¨ªa 18 a?os. Y pens¨¦ que era el final, porque adem¨¢s me iba quedando fr¨ªo. Es dif¨ªcil explicarlo, pero lo importante es que es una experiencia personal bastante dram¨¢tica y que me hizo ver la realidad de forma distinta. Y eso lo fui confirmando leyendo libros de sabidur¨ªa. Esto no quiere decir que sea un sabio, porque a estas alturas sigo siendo un aprendiz.

Pero, tacita a tacita?

?Ja, ja!? Hay gente sensible, l¨ªderes de todas las religiones que me han ayudado.

Y si le pido que resuma en qu¨¦ consiste todo eso, ese cambio, esa sabidur¨ªa, ?qu¨¦ me dir¨ªa?

Es una especie de respeto por el misterio, para decirlo simplemente. Yo procuro, y en los cuadros lo hago conscientemente, que no se pierda ese sentido misterioso que tiene la realidad. Que cuando abras los ojos por la ma?ana te parezcan muy bonitos los p¨¢jaros que cantan. La ciencia nos ha ayudado a comprender muchas cosas, pero hay unos l¨ªmites, y ah¨ª est¨¢ el misterio. Y este choque que a m¨ª me ha producido la contemplaci¨®n de ese misterio, creo que puede servir para que otros supriman tantas banalidades y tantas tonter¨ªas, para ir hacia lo m¨¢s denso, a lo que desear¨ªamos llegar alg¨²n d¨ªa, a eso que de momento nadie ha llegado.

Usted ha vivido la Guerra Civil, la posguerra, las convulsiones de la otra guerra. Muchas penalidades seguidas que seguramente le han hecho entender lo dif¨ªcil que es cambiar las cosas? Incluso supongo que de joven pensar¨ªa: vaya, parece que llega una cierta calma. Pero ha llegado a los 80, y todo sigue m¨¢s o menos igual de convulso. O peor? Eso debe de ser decepcionante para alguien que intenta influir positivamente en la sociedad.

S¨ª. De mayor te resignas un poco porque ves que las cosas no se pueden cambiar f¨¢cilmente. Estamos todo el d¨ªa diciendo que el mundo en que vivimos no nos gusta, y eso no parece servir para hacerlo cambiar. De joven es m¨¢s f¨¢cil creer. Pero es verdad tambi¨¦n que los de mi generaci¨®n fuimos tomando conciencia de la dificultad de nuestro esfuerzo. Somos la misma generaci¨®n de los expresionistas americanos y de la escuela de Par¨ªs.

?Cree que Jackson Pollock, como pintor, ten¨ªa unas pretensiones parecidas a las suyas?

Pollock incluso ha escrito que era mejor que los j¨®venes artistas se preocuparan de estudiar a Jung en vez de buscar los colores de la composici¨®n. Jung es el inventor del subconsciente colectivo y tambi¨¦n un estudioso de los m¨ªsticos. Y digo esto porque la cultura occidental, en un momento dado, nos decepcion¨® mucho al ver c¨®mo nos conduc¨ªa a tantas desgracias, tanto dolor y tantas guerras. Y fue entonces cuando miramos a las culturas orientales. As¨ª naci¨® mi afici¨®n por la filosof¨ªa de India y de China, porque la verdad es que los chinos son quienes lo han inventado todo. Yo tengo un cuadro de Pollock y tambi¨¦n uno de Rothko. Los artistas tenemos la ventaja de que podemos hacer intercambios. No les conoc¨ª, ambos murieron tr¨¢gicamente. Pollock muri¨® en el coche que le hab¨ªa prestado Martha Jackson, que era la galerista que despu¨¦s se ocup¨® de m¨ª. Yo he dicho que gracias a Vel¨¢zquez entendemos m¨¢s a Pollock, con la condici¨®n de que los miremos de cerca. Porque hay un poco de mentira en eso de que a Vel¨¢zquez haya que verlo a una cierta distancia y cerrar un poco los ojos. Si te acercas a esos cuadros ves pinceladas que parece que est¨¢n movi¨¦ndose. Porque en Vel¨¢zquez hay un vac¨ªo que ¨¦l va llenando con las pinceladas. Y esto mismo pasa en Rothko: para contemplarlo hay que dejarse llevar por el misterio del que habl¨¢bamos antes. Pollock es m¨¢s en¨¦rgico, expresa un poco el dinamismo del que nos hablan los cient¨ªficos en el interior de los ¨¢tomos. Su pintura es como un bullicio de part¨ªculas que se est¨¢n moviendo.

Usted dice haberse desprendido de los colores para buscar su lenguaje. ?Y de qu¨¦ m¨¢s?

En primer lugar, me gui¨® la idea de prescindir de los c¨¢nones del Renacimiento, de los cl¨¢sicos, de la perspectiva, del claroscuro. Pero, sobre todo, de esto que dec¨ªamos antes que es la realidad. Y que no explica nunca la realidad profunda. Esto ya lo han dicho los hombres de ciencia. Imaginarse que un cuadro es una geometr¨ªa que describe lo que vemos con los ojos ser¨ªa muy pobre, ?no? El artista ha de descubrir otros mundos, y yo fui prescindiendo de todos los c¨¢nones del arte cl¨¢sico y convert¨ª el cuadro en un objeto. El cuadro para m¨ª tiene que ser un objeto, no tiene que ser un espacio donde pasen cosas, como en la pintura tradicional. Ha de ser un objeto que comunique emociones. Y a veces, medio en broma, medio en serio, he dicho que debe comunicar cosas tan fuertes que al tocarlo te d¨¦ como una descarga. Lo ideal ser¨ªa que cuando tuvieras dolor de cabeza pudieras coger un cuadro y coloc¨¢rtelo en la cabeza como si fuera un talism¨¢n, un objeto m¨¢gico. Esto para m¨ª ha tenido importancia, porque al objetivar tanto el cuadro prescind¨ª algo del cuadro, y me met¨ª a hacer esculturas que para m¨ª no son otra cosa que objetos m¨¢gicos. Esto est¨¢ muy ligado con las tierras cocidas (que precisamente exponemos ahora en el Reina Sof¨ªa), que son objetos misteriosos, como granos de polvo en movimiento. Yo me he desprendido tambi¨¦n de la idea de que los cuerpos que llamamos s¨®lidos lo son; no es as¨ª, s¨®lo est¨¢n movi¨¦ndose, porque en su interior est¨¢n todas las mol¨¦culas y part¨ªculas en un dinamismo tremendo. Esto me da una visi¨®n de la realidad muy curiosa y, como he dicho antes, misteriosa. Tanto que a veces casi te da miedo y tienes que hacer esfuerzos para superar. Hay un momento en el que t¨² contemplas una monta?a o un r¨ªo y sabes que aquello no es ni monta?a ni r¨ªo. Que es un conjunto de part¨ªculas del cosmos que se est¨¢n moviendo. Pero despu¨¦s tienes que poner el pie en el suelo y comprender que esto no hace desaparecer las monta?as y los r¨ªos, sino que los hace ver con otra mentalidad.

Y va usted y se empe?a en pintar eso?

S¨ª, lo que me interesa es que detr¨¢s de la realidad formal hay otra realidad m¨¢s profunda; que eso no lo inventamos los artistas, sino que lo dicen los hombres de ciencia. Y cada vez acabas haci¨¦ndote m¨¢s amigo de esa idea.

Hay que tener personalidad para aventurarse a explicar estas cosas, para no temer que le tomen a uno por alguien que busca explicaciones a lo que hace.

S¨ª, pero lo que pod¨ªa ser una pretensi¨®n, hoy lo ha vulgarizado la ciencia. Por ejemplo, san Juan de la Cruz, un m¨ªstico extraordinario. Tiene el tema de la nada, que se aproxima bastante a esta mentalidad que estoy intentando comunicar. El que contempla la realidad para estudiarla, m¨¢s que un contemplador ser¨ªa un colaborador, porque con nuestra mirada hacemos cambiar la realidad.

?S¨ª?

Es algo cient¨ªfico, no me lo invento yo. Las cosas no tienen esa sustancialidad que cree la gente normal. San Juan dec¨ªa que llega un momento, cuando estudias la realidad, que ¨¦sta desaparece y se convierte en nada. En las ¨¦pocas m¨¢s racionalistas, como en el siglo XIX, se quer¨ªa hacer creer que lo s¨®lido es la raz¨®n y lo que explica bien las cosas. Y se despreciaba todo lo que estaba relacionado con las religiones. Y ahora son los mismos cient¨ªficos los que se han dado cuenta de que hay misterios a los que llegaron las religiones 1.500 a?os antes que la ciencia.

Intuiciones colectivas.

Hay algo de esto. Dictados del inconsciente. Ya no dicen, como en la ¨¦poca de Freud, el subconsciente, que daba una sensaci¨®n de cosa menor, de cosa mala. Yo no soy practicante de ninguna religi¨®n, pero comprendo que hay cosas en las religiones que van bien. Por ejemplo, el sistema de meditaci¨®n que tienen muchas religiones orientales. Como estuve dos a?os en la cama, pues me acostumbr¨¦ a pensar. Dec¨ªa: voy a pensar un rato, y estaba pensando en la cama tan tranquilo. Y esto es algo muy pr¨®ximo a la meditaci¨®n.

Y esta forma de ser, m¨ªstica, profunda, no impide que uno busque algo tan terrenal como gustar y sorprender con la obra.

Si yo hago algo que alguien hizo antes, lo dejo. Porque en el arte hay un aspecto sorpresivo, que es una forma de comunicar cosas. Y si haces lo que ya est¨¢ hecho, aparte de que no tiene ning¨²n m¨¦rito, no causa tanto efecto como la novedad. Hay que buscar mecanismos para sorprender. Como un predicador tambi¨¦n debe buscar mecanismos de lenguaje para conseguir ser escuchado. Yo soy el primer espectador de mi propia obra. Y veo si me produce una emoci¨®n o un choque especial. Si no es as¨ª, retoco, o lo cambio, o lo dejo seg¨²n est¨¢. Procuro ser la primera prueba de que lo que he hecho es eficaz. Para empezar, cuando entro en el estudio y veo las telas o las maderas me olvido de todo cuanto estamos diciendo. Totalmente. Y entonces abro la puerta a la intuici¨®n del inconsciente. Y voy probando materiales, muchas veces sin saber ni lo que saldr¨¢, ni lo que deseo. Como una pintura autom¨¢tica. Pero, claro, ahora que soy un hombre mayor me cuesta m¨¢s variar y tengo que llevar un poco de preparaci¨®n, y as¨ª las im¨¢genes que luego saldr¨¢n en el cuadro, primero me las imagino; un poco, s¨®lo un poco, ?eh?

?Cuando est¨¢ todav¨ªa medio dormido en su cama?

S¨ª, s¨ª, a veces todav¨ªa mientras estoy en la cama. Y algo m¨¢s: ahora esas ideas me las apunto en una libreta, algo que nunca necesitaba hacer antes. Pero de pronto empez¨® a sucederme que viendo un anochecer, por ejemplo, pensaba que aquello me saldr¨ªa muy bien en un cuadro. Pero me iba a dormir y a la ma?ana siguiente me hab¨ªa olvidado absolutamente de lo que hab¨ªa pensado. As¨ª que decid¨ª escribir lo que se me ocurre. Bueno, estoy haciendo unas confesiones que vaya?

No s¨¦ c¨®mo se siente de cansado a los 81 a?os, pero no parece nada vencido ni fatigado. Por ejemplo, ?piensa en la muerte m¨¢s que antes, o no?

La muerte est¨¢ siempre en el juego de los opuestos. En la vida hacemos unas separaciones: lo que llega y lo que se va, lo alto y lo bajo, lo espiritual y lo material. Siempre hacemos dualismos, y con la muerte nos pasa un poco esto. Nos parece una cosa tan separada y terrible, y en realidad es lo mismo nacer que morir. S¨®lo es seguir el curso del cosmos. Nos han educado para olvidarla. Yo mismo me lo digo, pero a esta edad tengo ganas de hacer trabajos, y pienso: esto de morirse es una pesadez. Caray, no tengo ninguna gana de morir.

Pero, en conjunto, mi vida ha sido buena. S¨ª. Eso lo he aprendido de mi abuelo. Cuando ten¨ªa 70 a?os, de repente un d¨ªa se le muri¨® su mujer, y a los pocos d¨ªas, su ¨²nico hijo var¨®n. Y recuerdo que dec¨ªa: he sido feliz durante 70 a?os y ahora se me acab¨®. O sea, que ¨¦l era consciente de que hab¨ªa sido feliz durante todo ese tiempo. Ahora, yo puedo decir lo mismo: que mi vida ha sido feliz, mientras se me conserven mis tres hijos. A veces lo digo, que he sido un mago, un privilegiado. Lo que pasa tambi¨¦n es que sabes conducir las cosas? Por ejemplo, mucha gente con la enfermedad que yo tuve dir¨ªa: pobre chico, enfermo. Para m¨ª no era una desgracia. Porque, afortunadamente, eso me permiti¨® leer mucho.

Cinco obras maestras. Por Francisco Calvo Serraller

Nacido en Barcelona en 1923, T¨¤pies es, sin duda, uno de los artistas vivos m¨¢s importantes a una escala internacional. En realidad, lo viene siendo desde la d¨¦cada de los cincuenta, cuando hizo suyo el lenguaje del informalismo, en el que pronto destac¨® como uno de los mejores representantes europeos de esta tendencia; pero, a diferencia de los que entonces suscitaron un inter¨¦s similar, T¨¤pies no perdi¨® ni la pujanza ni el aura creadoras con el paso del tiempo y de las modas. Antes al contrario, supo evolucionar sin por eso hacer concesiones. De cada sucesivo momento de la ansiosa experimentaci¨®n que caracteriza al arte contempor¨¢neo supo extraer lo que m¨¢s conven¨ªa a su personalidad. En este sentido, sin perder jam¨¢s su prodigiosa percepci¨®n t¨¢ctil de la materia, ni su elegante caligraf¨ªa, ni a¨²n menos su d¨²ctil y po¨¦tica capacidad con los signos, traspas¨® las barreras convencionales del lienzo y gener¨® objetos plenos de una magia no incompatible con su naturaleza cotidiana y humilde. Por un lado, T¨¤pies nos trae lo mejor de la memoria hist¨®rica del arte espa?ol, y por otro, no s¨®lo se proyecta su af¨¢n experimentador, sino que salta por encima de las civilizaciones, siendo uno de los artistas que han dialogado con m¨¢s profunda intensidad con la cultura oriental. Puede ahondar en el misterio de lo terrenal, manejando materiales org¨¢nicos de todo tipo, pero emplea asimismo la transparencia y brillo a¨¦reo de los barnices. Del surrealismo inicial, T¨¤pies se qued¨® con el p¨¢lpito del misterio, pero su sentido m¨ªstico no ha sido nunca incompatible con la mirada que amorosamente recoge lo que atesora el fluir de la vida, materia, huella e iluminaci¨®n.

El Museo Nacional Centro de Arte Reina Sof¨ªa, de Madrid, expone en el Edificio Nouvel, hasta mediados de enero de 2005, la muestra 'T¨¤pies, tierra'. Son 46 piezas que muestran la trayectoria del pintor.