Categ¨®rico Morente
Categ¨®rico Morente. Hizo un recital bordado, en el que todo sali¨® bien. Recital de cante jondo, tradicional. Cante del que venimos oyendo toda la vida, aunque o¨ªrselo a Morente ya no sea lo mismo, porque el cantaor, quieras que no, nunca suena igual que la vez anterior. Pero, en fin, fue un recital cl¨¢sico.
Cl¨¢sicas fueron las cabales, por ejemplo, aunque Morente las cant¨® a un ritmo acelerado, intenso, sin ceder un s¨®lo instante la febril velocidad impuesta desde el principio; bien al contrario, acrecentando endiabladamente la misma en una creciente e incesante progresi¨®n.
Otra cosa bien distinta fueron las ton¨¢s, dichas sobre un continuo murmullo calibrad¨ªsimo que no ces¨® un solo momento. Morente y los tres cantaores del coro se fueron turnando haciendo una bell¨ªsima composici¨®n de voces raramente audible en cualquier otra oportunidad. Voces frescas, que se expresaron con rotundidad sobre el continuo apenas audible en una p¨¢gina de una belleza sobrecogedora.
Recital de Enrique Morente
Con Manuel Parrilla, a la guitarra; Bandolero, a las percusiones; Pedro Gabarre, al baile; Pepe Luis Carmona, Antonio Carbonell y ?ngel Gabarre, palmas y coros. Colegio Mayor San Juan Evangelista. Madrid, 29 de octubre.
Otra parte que me pareci¨® sumamente interesante fue la larga secuencia de cantes levantinos, finalizada con palmas de tangos. Morente supo captar muy bien la singularidad de tales estilos, de amplio arco mel¨®dico y s¨®lo un ligero dramatismo en las notas de sus tercios. Por lo menos as¨ª lo hizo ¨¦l en esta ocasi¨®n, y qued¨® bien, bien.
Alegr¨ªas, tangos, tientos, soleares, romances... fueron jalonando un recital siempre importante, y a veces apasionante. El cantaor estaba bien de voz, y ello fue un motivo m¨¢s para la bondad del resultado, pues Morente es hombre cuyo instrumento no siempre responde adecuadamente. En esta ocasi¨®n s¨ª lo hizo, y le permiti¨® cantar con intensidad y con dominio ejemplares. Llev¨® la voz adonde quiso y como quiso, con autoridad no solamente, sino tambi¨¦n con convicci¨®n.
La sorpresa -en un concierto de Enrique Morente siempre tiene que haber una sorpresa- fue su interpretaci¨®n final de Summertime, el cl¨¢sico norteamericano del musical. Morente puso en ella intenci¨®n y el p¨²blico lo pas¨® en grande, por lo ins¨®lito de la ocurrencia y porque adem¨¢s su versi¨®n fue impecable, aunque el ingl¨¦s del cantaor no sea mod¨¦lico.
Tuvo unos magn¨ªficos colaboradores en todo el concierto. Manolito Parrilla toc¨® con justeza, llevando la guitarra adonde era preciso en cada momento. El Bandolero es un genio de la percusi¨®n, e hizo gala de ello en todo momento. El joven Gabarre, adem¨¢s de bailar en algunos momentos, toc¨® el caj¨®n como los buenos. Los cantaores, siempre grandes profesionales, contribuyeron con sus palmas y sus coros a un perfecto desarrollo de cada tema. "A veces los banderilleros son m¨¢s importantes que los matadores", dijo Morente.
Hubo entre todos complicidad con el cantaor, disfrutaron en una noche en que todo sali¨® como deb¨ªa salir, por derecho. Y cuando esto ocurre, la verdad es que da mucho gusto.
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