Del huevo y la gallina
La pregunta qu¨¦ fue primero el huevo o la gallina parte del aparente dilema de qu¨¦ fue primero, pensando que no tiene sentido una soluci¨®n y que normalmente se utiliza para hablar de dilemas que carecen de soluciones l¨®gicas posibles. Y si la tiene: ya hace tiempo que sabemos que primero es el huevo, y entender esto es fundamental en la visi¨®n de la vida desde una perspectiva evolutiva.
De la gallina al huevo no hay un proceso ni ¨²nico ni previsible. Una gallina para hacer un huevo introducir¨¢ un conjunto de innovaciones que permanecer¨¢n escritas en el genoma. O, dicho de otra manera, es en el momento de hacer las c¨¦lulas sexuales cuando se introducir¨¢ la variaci¨®n y la mutaci¨®n. As¨ª, un ser vivo determinado hace unos gametos preparados para hacer la siguiente generaci¨®n, que presentan innovaciones perdurables: hace, a peque?a escala, un "nuevo" ser vivo.
Del huevo a la gallina, en cambio, aun cuando el proceso no es sencillo, no hay lugar para introducir demasiada informaci¨®n que pueda permanecer en la especie. La informaci¨®n gen¨¦tica del huevo estar¨¢, pr¨¢cticamente inalterada, en cada una de las c¨¦lulas de la gallina, de tal manera que podemos entender a la gallina como el resultado del proceso que estaba escrito en el huevo.
Es, por este motivo, que el proceso de cambio es fundamental entre la gallina y el huevo, y no entre el huevo y la gallina, de tal manera que podemos considerar que cuando existi¨® la primera gallina, la informaci¨®n ya estaba en el huevo del que ella deriv¨®, que de hecho proven¨ªa de un antepasado que era algo diferente y, quiz¨¢, no encajar¨ªa del todo en lo que decimos una gallina: ser¨ªa una pre-gallina que habr¨ªa puesto un huevo con la informaci¨®n, ya nueva y completa, de la gallina.
Esto nos ayuda a entender el aforismo que dice que la gallina es la manera que tiene un huevo para hacer otro huevo. El huevo es una representaci¨®n de la informaci¨®n gen¨¦tica que se perpetuar¨¢, pero que para hacerlo tendr¨¢ que pasar por un estadio que es el de individuo, el cual tendr¨¢ el encargo de hacer complejas funciones biol¨®gicas para producir nuevos huevos, es decir, reproducirse. Podr¨ªamos, ya de manera m¨¢s dram¨¢tica, decir que los individuos, nosotros, no somos m¨¢s que la manera que tiene el DNA para hacer m¨¢s DNA.
Ahora bien, estos individuos que han de producir m¨¢s DNA tienen que hacerlo correctamente. Que tengan unas buenas caracter¨ªsticas (morfol¨®gicas, fisiol¨®gicas, de comportamiento) que los haga bien exitosos en la propagaci¨®n de sus genes. Genes que, cambiando en el transcurso de las generaciones, ir¨¢n pasando por el filtro de la selecci¨®n natural para que haya una optimizaci¨®n de la capacidad reproductora. Nos hacen falta mecanismos y comportamientos que nos permitan reproducirnos, pero tambi¨¦n son necesarios mecanismos cognitivos para asegurar que aquello/a con quien compartimos nuestros genes los lleve con una calidad aceptable. ?No hab¨¦is pensado nunca como es que reconocemos claramente cuando una persona no se encuentra bien? Tenemos mecanismos para entender el estado de los otros (?o podr¨ªamos decir su calidad?) con una precisi¨®n maravillosa.
Sobre los genes que informan el conjunto de caracteres que podemos reconocer en los individuos (fisiol¨®gicos, morfol¨®gicos, de comportamiento...) ?cu¨¢les se seleccionar¨¢n y como lo har¨¢n? Entender el proceso es a veces sencillo y otras complejo. De entrada, los genes para la enfermedad no son otra cosa que variantes gen¨¦ticas sobre las que act¨²a la selecci¨®n purificadora, que limpia las poblaciones de estas variantes indeseables que provocan una p¨¦rdida de eficacia biol¨®gica de las que llevan y presentan el car¨¢cter; es poco probable que estos genes pasen a la siguiente generaci¨®n y si lo hacen, lo har¨¢n en baja proporci¨®n, ya que pueden producir la muerte y limitar¨¢n la reproducci¨®n. Esta selecci¨®n la podemos medir y hoy somos capaces de dar un valor relativo de la selecci¨®n purificadora a nuestros genes. Valor que es un indicador directo de la importancia de aquel gen para la funci¨®n final que el producto g¨¦nico tiene para el correcto funcionamiento del individuo. Hay que remarcarlo: la selecci¨®n se ve, y de manera diferencial, en cada fragmento de nuestro genoma y no es s¨®lo una historia de zorros comi¨¦ndose conejos.
Pero tambi¨¦n se seleccionaran otros genes de una manera bien diferenciada: favoreciendo las innovaciones que resulten beneficiosas; es la selecci¨®n positiva. Si bien la idea de unos genes que daban ventajas ha existido desde Darwin, hace muy poco tiempo que los podemos reconocer claramente, los podemos identificar como genes concretos con funciones concretas, y en el genoma podemos leer la huella que ha dejado, en las generaciones anteriores, la selecci¨®n positiva. Una selecci¨®n que ha favorecido una (o unas) variantes y por tanto ha hecho desaparecer las otras y que habr¨¢ provocado una p¨¦rdida de diversidad gen¨¦tica en las regiones del genoma donde haya actuado.
La selecci¨®n positiva, pensemos, es algo m¨¢s que una curiosidad en la historia de la vida. Es la base para entender las caracter¨ªsticas concretas y ¨²nicas que tienen cada una de las especies. Una de las preguntas m¨¢s interesantes planteadas en la biolog¨ªa actual es: ?qu¨¦ hace humano a un humano? La respuesta no es simple, pero tenemos una manera de aproximarnos: podemos pensar que podemos leer la unicidad biol¨®gica humana en nuestro genoma, entendiendo las diferencias que hay con un genoma cercano que no sea humano (el chimpanc¨¦ en este caso) y ver en cuales de estas diferencias ha habido selecci¨®n positiva. Ser¨¢ en estos genes donde encontraremos las bases biol¨®gicas para la especificidad humana: los genes que han cambiado y han permitido la postura erecta, el crecimiento del cerebro y la inteligencia, el lenguaje y tantos otros rasgos que consideramos espec¨ªficos humanos. Finalmente lo que significa ser humano podr¨¢ ser le¨ªdo en el genoma en t¨¦rminos de diferencia y de historia. Es el camino que seguimos ahora para empezar no a leer, sino a entender nuestro genoma.
Jaume Bertranpetit es profesor de la Universitat Pompeu Fabra, invitado por la C¨¤tedra de Divulgaci¨® de la Ci¨¨ncia de la Universitat de Val¨¨ncia.
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