Halloween en Euskadi
En el ¨®rgano oficioso del PNV, la biograf¨ªa pol¨ªtica de Mikel Antza nos lo presenta como el principal ide¨®logo de ETA y miembro de su direcci¨®n, a la cual llega despu¨¦s de unos comienzos que hac¨ªan presagiar una brillante carrera literaria. En su haber se encontrar¨ªa el giro estrat¨¦gico que supuso abandonar la presi¨®n sobre el Estado para forzarle a una negociaci¨®n, procediendo en cambio a atentados selectivos sobre pol¨ªticos no nacionalistas y "personalidades de la prensa". De su condici¨®n de n¨²mero uno de la organizaci¨®n nada se dice y tambi¨¦n es pasada por alto aquella feliz ocurrencia de "la socializaci¨®n del sufrimiento". A modo de balance, considerando sin duda que la riada de asesinatos de personalidades como Gregorio Ord¨®?ez y Fernando Buesa, intelectuales de la talla de Ernest Lluch, concejales y periodistas, tiene poco que ver con una estrategia del crimen pol¨ªtico, y dado que, al parecer, Antza no particip¨® en la ejecuci¨®n de atentados mortales, el diario peneuvista pronuncia su sentencia de intenci¨®n absolutoria: Mikel Antza es "una pluma sin sangre".
Efectivamente, fue una pluma sin sangre, en el mismo sentido que fueron pol¨ªticos sin sangre Franco, Hitler o Pinochet. Ninguno de estos tres benefactores de la humanidad particip¨® a t¨ªtulo personal en el asesinato de sus v¨ªctimas. Tampoco asisti¨® Antza al espect¨¢culo de la voladura de la cabeza de un dem¨®crata por las balas que desde su escondite en Francia le hab¨ªa destinado. Pero la autor¨ªa de un delito de sangre no s¨®lo corresponde al matarife que lo comete, sino tambi¨¦n a quien lo dise?a y lo ordena. En estas dos dimensiones del terror la responsabilidad de nuestro hombre resulta innegable, y fue mucho m¨¢s all¨¢ de la redacci¨®n de los comunicados en que iban siendo explicados los sucesivos pasos de la t¨¢ctica terrorista. Con Antza, el discurso de ETA alcanz¨® una cierta complejidad, tratando de convertirse en una piel flexible que fuera adapt¨¢ndose a los efectos que hab¨ªa de conseguir la l¨ªnea de atentados y a las propias posibilidades de actuaci¨®n de la banda en cada momento. Ahora bien, la precisi¨®n en las palabras no borra en nada su contenido criminal. Desde el principio al fin, la pluma estuvo empapada de sangre.
El tratamiento favorable de la personalidad de Antza por parte del PNV tiene sin duda que ver con su protagonismo en la gestaci¨®n del acuerdo de Lizarra, que sell¨® la convergencia de las dos ramas del nacionalismo sabiniano. Y tambi¨¦n quiz¨¢ con su supuesta actitud contraria a romper luego la tregua. De nuevo, seg¨²n rumores, en fecha reciente encabez¨® la negativa a apoyar el plan Ibarretxe. En cualquier caso, su figura quedar¨¢ para siempre ligada al gran pacto por la independencia sellado entre ETA y el PNV (m¨¢s EA).
Es a partir de ese encuentro entre los dos nacionalismos como debe ser interpretada la significaci¨®n de este ¨²ltimo episodio consistente en el nuevo descabezamiento de ETA. Desde el mundo abertzale la cantinela no var¨ªa: la soluci¨®n policial nunca podr¨¢ borrar las ansias del pueblo vasco por alcanzar su objetivo pol¨ªtico. La parte francesa destaca el ¨¦xito logrado por su polic¨ªa. En Espa?a se habla de un posible fin de ETA.
Todas las opiniones han coincidido en destacar que la situaci¨®n es mucho m¨¢s grave para la banda que cuando hace doce a?os cay¨® la c¨²pula de Bidart. Entonces la decapitaci¨®n de ETA pudo ser superada porque debajo subsist¨ªa una estructura organizativa, adem¨¢s de proporcionar los sustitutos en los puestos de mando. Hoy la captura de los principales dirigentes tampoco representar¨¢ el fin inmediato de ETA. Antza y Anboto ser¨¢n reemplazados. Sin embargo, ni una sucesi¨®n estable ser¨¢ f¨¢cil, dada la presi¨®n policial, ni debajo se encuentra una organizaci¨®n operativa. Frente a quienes propugnaban "el di¨¢logo" como ¨²nica salida, una cooperaci¨®n policial eficaz est¨¢ destruyendo a ETA, lo cual no borra la conveniencia de seguir mirando hacia atr¨¢s para no exagerar el optimismo. Si ETA se recuper¨® en los a?os noventa, despu¨¦s de Bidart, ello no fue s¨®lo por virtudes propias, sino por la incidencia para ella favorable de un apoyo exterior indirecto. Con otras caracter¨ªsticas, la secuencia puede repetirse.
Despu¨¦s de Bidart, la nueva direcci¨®n de ETA reconoci¨® que el pulso permanente para forzar al Estado a negociar era ya un callej¨®n sin salida. Era preciso trasladar el escenario principal de la lucha al espacio vasco, diversificando las formas de violencia y sustituyendo los golpes espectaculares por atentados selectivos mediante los cuales fueran eliminados o inutilizados quienes de una u otra forma actuaran como representantes pol¨ªticos o l¨ªderes de opini¨®n contrarios al nacionalismo radical. Al modo nazi, se trataba de instaurar el imperio de la violencia, desde el cambio de trazado en la autov¨ªa de Leizar¨¢n a las contramanifestaciones violentas y a la caza y captura de quienes luc¨ªan el lazo azul. De la ocupaci¨®n del espacio festivo los j¨®venes abertzales pasaron a la generalizaci¨®n de la kale borroka. Y al asesinato del adversario, o a los secuestros, unos de tortura permanente (Ortega Lara), otros de pago, otros, en fin, de crimen mezclado con estrategia de la tensi¨®n (Miguel ?ngel Blanco). La era Antza fue el marco en que tuvo lugar este mayor refinamiento, o por mejor decir, de la combinaci¨®n de pr¨¢cticas nacionalsocialistas y terror.
Lo que suele olvidarse es que la eficacia pol¨ªtica de ese terrorismo polimorfo hubiera sido nula de haber persistido el aislamiento pol¨ªtico de ETA. Un observador imparcial de cuanto ocurr¨ªa en esos a?os pod¨ªa pensar que el nacionalismo radical era invencible. Lo cierto es que, en gran medida, se le dejaba hacer desde arriba, especialmente por lo que concern¨ªa al terrorismo de baja intensidad, y en cuanto a atentados y secuestros, al legitimar indirectamente desde el nacionalismo gobernante la pretensi¨®n hegem¨®nica de los radicales. Con unas u otras palabras, y ah¨ª est¨¢ la prensa para probarlo, la argumentaci¨®n era siempre la misma ante las agresiones contra manifestantes pacifistas: una vez tranquilizada la propia conciencia con la declaraci¨®n de rechazo de la violencia, la condena del Gobierno vasco y/o del PNV acababa recayendo, no sobre los culpables, sino sobre las fuerzas democr¨¢ticas "espa?olistas" a que pertenec¨ªan las v¨ªctimas. ETA obraba mal, claro; tras decir esto, la acusaci¨®n giraba de inmediato contra el Gobierno de Madrid, reacio al "di¨¢logo", ciego ante "el contencioso vasco", o contra quienes desde la prensa criticaban la terrible situaci¨®n. Naci¨® as¨ª el mito de "la Brunete medi¨¢tica". A mitad de camino entre la tragedia y el esperpento, la actitud del Gobierno vasco y del PNV ante el asalto a la librer¨ªa Lagun primero, y contra quienes protestamos por su pasividad luego, constituy¨® la prueba irrefutable de esa beligerancia frente a los agredidos. Si unos gobernantes espa?oles de la era Gonz¨¢lez buscaron su sitio en la historia de la infamia con el terrorismo de Estado en los a?os ochenta, y ahora lo confirman al exigir el "indulto total" de Vera, los dirigentes del PNV, con Arzalluz a su cabeza, lo ocuparon con pleno derecho en la d¨¦cada siguiente.
Hoy sabemos que acabar con la kale borroka o con quienes practicaban la violencia en los pueblos vascos no es una misi¨®n imposible. Si existi¨® entonces, fue porque se toleraba desde arriba. Tal vez el adversario era ETA, pero el enemigo era Espa?a, y por ello fue el crimen cometido en la persona de Miguel ?ngel Blanco, con las grandes movilizaciones que siguieron, lo que sirvi¨® de detonador para unas negociaciones en las cuales, sin mayores dificultades, el nacionalismo democr¨¢tico se puso de acuerdo con los art¨ªfices del terror: falsa tregua de Lizarra. El PNV de Arzalluz podr¨¢ intentar lavarse las manos a lo Pilatos. Tampoco tiene sangre en ellas, pero gracias a su inhibici¨®n activa lograron quienes s¨ª las ten¨ªan, Antza a la cabeza, imponer sus objetivos.
Al retomar las armas en el invierno de 1999-2000, ETA disfrutaba de una perfecta conjunci¨®n entre los sectores organizativos emplazados a uno y otro lado del Pirineo. En territorio espa?ol, la acci¨®n de los comandos se apoyaba en un entramado legal, centrado en Batasuna, que garantizaba protecci¨®n, permit¨ªa allegar recursos y desarrollar una violencia en cuyo seno se forjaban los futuros agentes del terror. A los efectos ben¨¦ficos de la leve presi¨®n ejercida desde el Gobierno vasco se sumaba la actitud de ¨¦ste, obstinado en mantener los objetivos de Lizarra por encima de la reanudaci¨®n de los atentados. Y en Francia segu¨ªan instaladas la infraestructura y la direcci¨®n de la trama actuante en Espa?a. S¨®lo que la sanguinaria ofensiva, envuelta en las palabras de Antza, fracas¨®, y se multiplicaron las ca¨ªdas a uno y a otro lado de la muga. 2002: ETA pod¨ªa ser vencida. ?nicamente faltaban los instrumentos legales destinados a impedir que ETA gozara indefinidamente de la legalidad democr¨¢tica, y la acci¨®n judicial que implementara aqu¨¦llos. Frente a un mar de cr¨ªticas, y amparadas por el Pacto Antiterrorista, la Ley de Partidos y las decisiones del juez Garz¨®n acabaron con el imperio de la violencia etarra en el seno de la sociedad vasca.
Fue entonces cuando, poniendo al descubierto su verdadero juego pol¨ªtico, tanto el Gobierno vasco como el PNV y EA se opusieron con todas sus fuerzas a una normativa que iba a pacificar la sociedad vasca, por supuesto sin responder nunca a la pregunta acerca de las conexiones entre ETA y Batasuna. Rechazaban a ETA y aspiraban a captar su clientela electoral, pero al mismo tiempo necesitaban su supervivencia de cara a la ruptura del orden estatutario y constitucional que representaba el plan Ibarretxe. Por una parte, s¨®lo con ETA viva pod¨ªa decirse que el plan era la ¨²nica v¨ªa para la paz; por otra, la supervivencia de la banda armada constitu¨ªa una garant¨ªa en un pulso definitivo con el Estado espa?ol.
De ah¨ª que el desmantelamiento en curso en nada beneficie a los prop¨®sitos de Ibarretxe, por mucho que su partido haga comprensibles declaraciones en contra del pago del impuesto revolucionario. Lo que cuenta es la decidida voluntad expresada por Ibarretxe de llevar adelante su marcha hacia la versi¨®n vasca del Estado Libre de Irlanda, ignorando todo obst¨¢culo constitucional. Por algo en la fecha emblem¨¢tica del 25 de octubre el lehendakari nos recuerda su postura: "Los derechos y libertades del pueblo vasco son previos y preexistentes a la Constituci¨®n espa?ola". Coincidiendo una vez m¨¢s con la concepci¨®n de fondo de ETA, el Estatuto de Gernika resulta deslegitimado, y por la v¨ªa pac¨ªfica se apunta a la misma ruptura que auspiciara Sabino Arana y que buscan ETA y Batasuna. El enfrentamiento abierto con la legalidad, de ir adelante el plan Ibarretxe, puede ser una ocasi¨®n ¨®ptima para que resurja la violencia. De nada vale el gesto "amable" de acudir a la Conferencia de Presidentes de comunidades. Como en El baile de los vampiros, la vieja pel¨ªcula de Polanski, tendr¨ªamos la falsa impresi¨®n de que con el fin de la era Antza queda atr¨¢s la pesadilla de la sangre, cuando al salir de ella son otros, fingidos adversarios de la violencia, quienes pueden crear las condiciones para su eventual resurgimiento.
Antonio Elorza es catedr¨¢tico de Pensamiento Pol¨ªtico de la Universidad Complutense de Madrid.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.