Algo qued¨® de abril
Era distinto abril, entonces. Donde ahora est¨¢ el instituto antes hab¨ªa huertos, y despu¨¦s todo eso fue un descampado, y en ¨¦l crec¨ªan las lechetreznas y el estramonio. Junto al edificio del instituto discurren a¨²n hoy las v¨ªas del primer ferrocarril que se construy¨® en Espa?a y las del tranv¨ªa del F¨®rum 2004, y cruzado el r¨ªo se encuentran la central t¨¦rmica y la incineradora del Bes¨°s. Este mes de noviembre, el Instituto de Ense?anza Secundaria Sant Adri¨¤ de Bes¨°s cambia de nombre a sus 21 a?os de historia. Un instituto es como un buque, incluso como una peque?a barca de pescadores. Ha de tener un nombre. El IES de Sant Adri¨¤ llevaba m¨¢s de 20 a?os con el nombre de f¨¢brica, y eso lo hac¨ªa sentirse un poco a la deriva. Hace ahora un a?o, uno de los profesores del seminario de lengua y literatura propuso que se llamase Manuel V¨¢zquez Montalb¨¢n. Fue su manera de reaccionar a la noticia de la muerte del escritor (y del poeta, y del intelectual, y del periodista, y del s¨ªmbolo...). El IES de Sant Adri¨¤ de Bes¨°s antes de llamarse Manuel V¨¢zquez Montalb¨¢n era un barco de nombre extranjero.
El Instituto de Ense?anza Secundaria de Sant Adri¨¤ de Bes¨°s cambia su nombre por el de Manuel V¨¢zquez Montalb¨¢n
El profesor hace leer Zalaca¨ªn el aventurero a un grupo de 20 ni?os de unos 13 a?os (2? de ESO). Un muchacho serbio levanta la mano y dice que no puede escribir porque tiene los dedos lastimados, y los muestra pegados con esparadrapo. Otro chico se ha equivocado de libro y ha tra¨ªdo El sabueso de los Baskerville, editado en la misma colecci¨®n que la novela que les tocaba hoy. Son las ocho y media de la ma?ana, y entre el paisaje de la periferia de Barcelona empieza a dibujarse el paisaje de musgos rojos y de caser¨ªos de P¨ªo Baroja. Galina, una ni?a rusa, lee con claro acento de su tierra y se detiene al llegar a la palabra ganchuda. Tropieza tambi¨¦n con las palabras campesinos y propietarios, y en ese tropez¨®n el profesor explica a la chavaler¨ªa que una vez los campesinos dijeron "la tierra para el que la trabaja". Leen los chicos cada cual a su manera, y en la lectura se escucha con igual emoci¨®n la voz de quien lee y el silencio de quienes le siguen, y se oye tambi¨¦n el regular, el acompasado, el delicioso pasar de las p¨¢ginas de los libros. Algunos alumnos recorren con el dedo los renglones. Un muchacho que se ha dejado el libro en casa bosteza junto a otro que levanta su ejemplar para que ambos puedan seguir la lectura. A Galina la releva Anabel, una ni?a dominicana. Y tras ¨¦sta le toca a un chico de pelo revuelto, aro en la oreja y camiseta azul de f¨®rmula 1. El profesor le ha llamado la atenci¨®n por revoltoso y le ha sentado en la fila de delante. En su rebeld¨ªa el chaval lee claro, bien, ligero, entendiendo. Cuelga roto de una pared un planisferio pol¨ªtico. Y en otra pared hay un cartel sobre la ampliaci¨®n de la Uni¨®n Europea.
En su despacho, Elvira, profesora de historia y directora del centro, atiende al tel¨¦fono y ultima el programa de actos con los que, a partir del 11 de noviembre, se celebrar¨¢ el cambio de nombre del instituto. Elvira, de 46 a?os, lleva cinco de directora. Naci¨® en Barcelona y se reclama de extracci¨®n obrera. Su padre trabaj¨® durante 30 a?os en Sant Adri¨¤ de Bes¨°s. "Queremos que el instituto se convierta en un referente cultural de todo lo relacionado con Manuel V¨¢zquez Montalb¨¢n. No vamos a quedarnos en el cambio de nombre. Nuestra intenci¨®n es programar actividades peri¨®dicas, charlas abiertas al vecindario, ciclos de pel¨ªculas, formar una biblioteca con un buen fondo bibliogr¨¢fico de y sobre V¨¢zquez Montalb¨¢n".
Al fondo del pasillo, Pedro, el conserje, de 63 a?os, rega?a con deje del campo cordob¨¦s a un profesor y le manda a vigilar a los chicos. Pedro fue un entregado militante del PSUC desde los primeros d¨ªas de la democracia. En el instituto los alumnos tutean a los profesores y al conserje le dicen "se?or Pedro".
Un profesor de literatura reparte fotocopiado el cuento 1945, de Manuel V¨¢zquez Montalb¨¢n, a un grupo de primero de bachillerato; son chavales de unos 16 a?os. Uno lanza un avioncito de papel y el profesor le recuerda la edad que tiene, y la clase se r¨ªe. Una chica se demora guardando un disc-man en su mochila. El profesor habla a los alumnos de la cazadora de cuero negro de los anarquistas de 1936, y tambi¨¦n les cuenta algo de Tarz¨¢n, y un poco del hombre enmascarado, a los que pinta saltando de balc¨®n en balc¨®n, y les explica por qu¨¦ V¨¢zquez Montalb¨¢n evoca en su relato a todos estos personajes. Cuando el texto alude a las correr¨ªas de Juanito Dol? con los maquis del Maestrazgo, el profesor cuenta qui¨¦nes fueron los maquis y recomienda a los chavales El a?o del diluvio, de Eduardo Mendoza. "A ver: ?alguien sabe d¨®nde est¨¢ la sierra del Maestrazgo?". Un alumno levanta la mano: "?Por Collserola?". Al hilo del relato, el profesor les habla, adem¨¢s, de la tuberculosis y de los a?os de la tuberculosis, y as¨ª les habla tambi¨¦n de muerte y de literatura. De esta manera, en las afueras de Barcelona, un cuento autobiogr¨¢fico de Manuel V¨¢zquez Montalb¨¢n pasa a ser memoria literaria de un grupo de muchachos, que hasta hace unos d¨ªas apenas hab¨ªan o¨ªdo hablar del escritor. En eso se conoce que V¨¢zquez Montalb¨¢n sigue componiendo nuevos poemas, porque est¨¢ claro que algo qued¨® de abril.
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