La amenaza letal de los 'neocon'
La reelecci¨®n de George W. Bush para un segundo mandato como presidente de Estados Unidos tendr¨¢ consecuencias en numerosos, y muy distintos, aspectos de la vida pol¨ªtica norteamericana y mundial. Lo que quiz¨¢ sea menos evidente, pero no menos importante, es que puede afectar tambi¨¦n al incipiente debate que se estaba produciendo en el seno del movimiento neoconservador que apoya y sostiene a Bush, y entre cuyos te¨®ricos e intelectuales ya han aparecido algunas fisuras importantes.
Es cierto que la discusi¨®n interna entre los neocons no ha puesto en cuesti¨®n las premisas fundamentales de ese movimiento. Sus integrantes siguen defendiendo el derecho de Estados Unidos a designar unilateralmente sus intereses vitales en cualquier parte del mundo y a defenderlos por la fuerza siempre que lo estime necesario, aunque sea sin el control o a la autorizaci¨®n de los organismos internacionales. Pero, por primera vez, y como consecuencia del desarrollo de la guerra y ocupaci¨®n de Irak, esa defensa del unilateralismo para asegurar el futuro y el liderazgo total de Estados Unidos no impidi¨® que aparecieran discrepancias sobre la estrategia m¨¢s adecuada a seguir. Como explica Francis Fukuyama, uno de los intelectuales que participan en la pol¨¦mica y que se califica a s¨ª mismo de "neoconservador", "partiendo de las mismas premisas, se puede llegar a pol¨ªticas exteriores distintas".
Las dudas que expres¨® Fukuyama en su art¨ªculo The neoconservative moment se resum¨ªan en una declaraci¨®n y en tres puntos. La declaraci¨®n ven¨ªa a decir que no hay que adjudicar al neoconservadurismo como doctrina pol¨ªtica los errores que est¨¢ cometiendo la Administraci¨®n de Bush en su conjunto, y muy en particular, alguno de sus integrantes.
Fukuyama identificaba tres errores concretos: creer que Estados Unidos puede hacer "ingenier¨ªa social" y exportar el sistema democr¨¢tico a Oriente Medio; pensar que el derecho al unilateralismo exime de cualquier obligaci¨®n de b¨²squeda de una cierta dosis de legitimidad y, por ¨²ltimo, el grave error de aplicar a Estados Unidos en sus relaciones con el mundo ¨¢rabe y musulm¨¢n la mentalidad israel¨ª de pa¨ªs peque?o y asediado.
En el lado contrario de la pol¨¦mica se sit¨²an las tesis de Charles Krauthammer, un ex m¨¦dico convertido en uno de los comentaristas neocon m¨¢s influyentes y prestigiosos de Estados Unidos. Krauthammer critic¨® con dureza a Fukuyama y plante¨® como un axioma que Estados Unidos debe implicarse con toda su fuerza militar y poder¨ªo econ¨®mico en aquellos lugares donde exista "necesidad estrat¨¦gica" y donde "el enemigo plantee una amenaza letal y global a la libertad".
Lo m¨¢s interesante es c¨®mo explica los t¨¦rminos "global" y "amenaza letal". De acuerdo con el sector neoconservador que representa Krauthammer, "global" indica una amenaza que transciende una regi¨®n espec¨ªfica. "Como el comunismo o el islamismo radical", escribe. Por eso, no da gran importancia al r¨¦gimen de Corea del Norte, pese a que posee armas nucleares (lo considera un simple residuo de la guerra fr¨ªa) y s¨ª, mucha, a otros pa¨ªses de Oriente Medio. Corea del Norte, explica, debe ser "contenido", pero "no es imperativo invadirlo, derrocar a su r¨¦gimen y reconstruirlo". ?Qu¨¦ significa hoy d¨ªa amenaza letal? "En 1940 signific¨® el fascismo. En la segunda mitad del siglo XX signific¨® comunismo. Hoy significa radicalismo ¨¢rabe/isl¨¢mico", escribe.
?Como relacionar este axioma con la invasi¨®n de Irak? Krauthammer considera que est¨¢ justificado actuar si "un cambio en la direcci¨®n pol¨ªtica de un Estado o territorio puede tener un efecto importante, quiz¨¢ decisivo, en la derrota del radicalismo ¨¢rabe/isl¨¢mico". Afganist¨¢n reun¨ªa esa condici¨®n. "Irak, tambi¨¦n".
El problema de este enfoque es una visi¨®n de d¨¦cadas de enfrentamientos armados m¨¢s o menos puntuales porque en los dos casos anteriores, el fascismo y el comunismo, la amenaza letal estaba representada por dos Estados concretos, Alemania y la Uni¨®n Sovi¨¦tica, mientras que ahora no existe, te¨®ricamente, una "cabeza" visible. (Salvo que se quiera simbolizar el radicalismo isl¨¢mico en el r¨¦gimen teocr¨¢tico de Ir¨¢n.)
La pol¨¦mica entre te¨®ricos del neoconservadurismo alcanz¨® su punto m¨¢s caliente antes de las elecciones y llev¨® al sector representado por Fukuyama a considerar la abstenci¨®n. Ahora, la victoria de George W. Bush, reforzado incluso por un aumento considerable del voto popular, puede suponer un serio espaldarazo para el "sector Krauthammer" y para su declarada voluntad de seguir adelante con su plan de "defensa activa".
A la espera de conocer algunos datos importantes de la segunda Administraci¨®n de Bush, como el nombre de las personas que reemplazar¨¢n a Colin Powell y a Donald Rumsfeld como secretarios de Estado y de Defensa (quiz¨¢ haya que contar con Condoleezza Rice), lo m¨¢s importante es saber qu¨¦ otros pa¨ªses de la zona pueden cumplir las condiciones de que hablaba Charles Krauthammer. ?Cu¨¢les, en opini¨®n de Bush II, pueden ser decisivos en la derrota de ese peligroso y letal radicalismo ¨¢rabe/isl¨¢mico?
?Hasta qu¨¦ punto puede Estados Unidos implicarse en m¨¢s operaciones de "derrocamiento de un r¨¦gimen y de reconstrucci¨®n de un pa¨ªs"? Fukuyama cree que no es posible, que en toda su historia s¨®lo han tenido ¨¦xito en tres casos, Alemania, Jap¨®n y Corea del Sur, y siempre mediante el empleo de un gran n¨²mero de tropas y de una ocupaci¨®n, o al menos presencia militar, prolongada a lo largo de d¨¦cadas.
Precisamente, el car¨¢cter de la presencia militar norteamericana en Irak es, probablemente, el elemento m¨¢s d¨¦bil de la doctrina neoconservadora y su escal¨®n m¨¢s disuasorio cara a nuevas operaciones. Rumsfeld ha defendido con u?as y dientes la teor¨ªa seg¨²n la cual la extraordinaria tecnolog¨ªa militar de que dispone Estados Unidos le permitir¨ªa intervenir en pa¨ªses como Irak con una presencia relativamente escasa de fuerzas sobre el terreno.
La realidad ha demostrado que ten¨ªan raz¨®n los expertos militares que discreparon de su secretario de Defensa y que calcularon en m¨¢s de cien mil los efectivos necesarios para mantener el orden en Irak como m¨ªnimo durante cinco a?os. Es posible que el sector neoconservador m¨¢s duro conserve toda su capacidad de influencia en la nueva Administraci¨®n de Bush, pero es tambi¨¦n muy probable que en Washington sean ya pocos quienes conserven la confianza en las tesis del profesor Eliot A. Cohen (Supreme command. Soldiers, statesmen and lidership in wartime) y su defensa de que sean los dirigentes civiles quienes arranquen de las manos de los militares, demasiado anticuados, las decisiones que exige la nueva era.
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