Sep¨²lveda novela la vida de dos "perdedores maravillosos"
El escritor recupera en 'Los peores cuentos de los hermanos Grim' el humor de Valle-Incl¨¢n
"?Los protagonistas? Dos perdedores maravillosos", afirm¨® ayer Luis Sep¨²lveda (Ovalle, Chile, 1949) horas antes de presentar Los peores cuentos de los hermanos Grim (Rocaeditorial), un libro en el que realidad y ficci¨®n se trenzan hasta faltarse al respeto, escrito a cuatro manos con el escritor uruguayo Mario Delgado Apara¨ªn. Biograf¨ªa epistolar de dos mellizos marginales que rebotaron desde la Patagonia hasta un circo de Montevideo, la trama une el paisaje del gauchaje al humor de Valle-Incl¨¢n.
"Con este libro hemos fundado algo as¨ª como el surrealismo esperp¨¦ntico patag¨®nico", dice Luis Sep¨²lveda (trotamundos declarado, militante ecologista, escritor de ¨¦xito e inquieto a punto de dirigir Hot line, su segunda pel¨ªcula) sin dejar de re¨ªrse, vestido de negro de pies a cabeza y armado de inagotable paciencia ante la en¨¦sima entrevista.
La idea original de Los peores cuentos de los hermanos Grim fue "escribir un libro valleinclanesco". El l¨ªmite que reconoc¨ªan ambos autores era "ponerle cota al disparate" y la emoci¨®n, reencontrarse con el paisaje de Am¨¦rica Latina y en especial con el de la Patagonia. "Para m¨ª resume el desaf¨ªo del continente. Lo contemplas como un animal que de tan grande y bello es in¨²til: es torpe, no se mueve", se?ala el escritor chileno residente en Gij¨®n ("mi versi¨®n del para¨ªso").
El resultado de ese hurac¨¢n de est¨ªmulos es el libro que present¨® ayer en Madrid Javier Rioyo, cuya traducci¨®n a seis idiomas ya se est¨¢ negociando: la disparatada biograf¨ªa de Abel y Ca¨ªn Grim, dos mellizos tan diferentes como pueden serlo los habitantes de dos planetas distintos, que hacen desmanes en las primeras d¨¦cadas del siglo XX y se pasean por estancias, bares y circos criollos. "Nada hay m¨¢s terriblemente subversivo que el humor", dice Sep¨²lveda para explicar que en estas vidas del siglo pasado se cuelen cr¨ªticas a la pol¨ªtica actual de la regi¨®n. "Iron¨ªa y memoria" han sido las armas.
Los protagonistas elegidos son oro en polvo. "La novela la escriben los personajes", dice el autor de Yacar¨¦, con la certeza de haber dado con dos "inolvidables". En esto el narrador, que ha pasado por distintos g¨¦neros y saltado con fortuna del relato de viajes a la novela policiaca, es terminante: "Los perdedores siempre tienen m¨¢s carne, m¨¢s chispa, m¨¢s sustancia, son los personajes que recordamos. El Quijote y Sancho Panza, por ejemplo. ?Qui¨¦n se acuerda, en cambio, de un personaje de Tom Wolfe? Nadie. La literatura es el para¨ªso de los perdedores".
La sensualidad perdida
Payadores de oficio, una figura t¨ªpica de la pampa rioplatense (algo as¨ª como trovadores que se enfrentaban, guitarra en mano, en duelos cantados donde se med¨ªan la rima y la astucia), Abel y Ca¨ªn Grim no ahorran desmanes a su paso. La alusi¨®n b¨ªblica no es gratuita: "Si nos atenemos a la Biblia, Abel tiene que haber sido un pelmazo y quer¨ªamos reivindicar al otro", dispara Sep¨²lveda).
La arqueolog¨ªa del relato es tan asombrosa como el libro. El autor de Patagonia Express y su amigo Mario Delgado Apara¨ªn ("nacimos el mismo a?o y hemos luchado y sufrido por las mismas cosas") llevaban tiempo buscando un libro para escribir de forma conjunta y rescatar "una tradici¨®n que inventaron Borges y Bioy Casares". "La oportunidad apareci¨® con Internet", recuerda Sep¨²lveda. "Un diario chileno rescat¨® una noticia de 1902 sobre una hacienda en Tierra del Fuego y una fiesta que iba a durar una semana. Entre las atracciones anunciadas se contaba la participaci¨®n de dos poetas populares: los hermanos Grim".
Confiesa Sep¨²lveda que pens¨® que era un error porque hermanos de ese nombre, y con dos emes, "s¨®lo conoc¨ªa a los autores de Caperucita Roja". Pero no. "La fiesta se hizo y se arm¨® una trifulca enorme porque el p¨²blico los baj¨® del escenario de lo mal que cantaban". Terminaron en un circo uruguayo trabajando de "payadores populares y acr¨®batas a caballo".
Todo esto es contado en la novela gracias al intercambio epistolar entre dos investigadores de dudosa competencia. "Hay en ese gesto una reivindicaci¨®n amorosa de la costumbre de escribir cartas", afirma. "Con ella se fue una parte muy bella de nuestra sensualidad: elegir un tipo de papel era adivinar un poco el tacto del otro; el color de tinta, la caligraf¨ªa bonita y el sello que seleccion¨¢bamos eran modos de ejercer una sensualidad de larga distancia, hoy perdida."
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