Una ¨®pera con grietas

Todo lo que rodea a Gaud¨ª, primera y ¨²nica ¨®pera del compositor Joan Guinjoan, revela la huella del paso del tiempo. La obra, con libreto en catal¨¢n del ya fallecido escritor Josep Maria Carandell, empez¨® a gestarse en 1989, por encargo de la Olimpiada Cultural, y se termin¨® en 1992. No se estren¨® al hilo de los Juegos Ol¨ªmpicos y han pasado 12 a?os. Demasiado retraso: por su gestaci¨®n y su est¨¦tica, Gaud¨ª es una ¨®pera del siglo XX que se estrena en el siglo XXI.

Gaud¨ª es una ¨®pera con un lenguaje musical de mezclas que no renuncia al cantabile ni a la melod¨ªa, pero sin concesiones. Hay arias, d¨²os, cuartetos y hasta un c¨®mico sexteto. Una ¨®pera a pesar de un libreto poco oper¨ªstico. Con un personaje dram¨¢ticamente tan gris como Gaud¨ª, y por ah¨ª comienzan a abrirse las grietas que m¨¢s ponen en peligro el edificio oper¨ªstico. Las otras las a?ade Manuel Huerga con una puesta en escena que agota sus recursos con demasiada ingenuidad.

El dominio orquestal de Guinjoan queda patente con un gran despliegue de medios t¨ªmbricos y una constante tensi¨®n r¨ªtmica. Como joya deslumbrante, el ballet Trencad¨ªs, al que Ramon Oller otorga vida en una coreograf¨ªa fascinante. Josep Pons ha hecho justicia a la partitura con una direcci¨®n precisa, fluida y atenta a los matices. La respuesta de la orquesta fue buena, pero no la del coro, desbordado por la compleja escritura vocal, que obliga a los cantantes a reiterados y extenuantes ascensos al registro m¨¢s agudo, dura tarea que salvaron con entrega y desigual nivel los cinco solistas. El tenor Francisco Vas lidi¨® con la tesitura m¨¢s inclemente y el bajo Stefano Palatchi sali¨® airoso en una parte m¨¢s c¨®moda, pero la soprano Elisabete Matos y el tenor Vicente Ombuena no tuvieron el brillo adecuado. Por encima de todos destac¨® el bar¨ªtono estadounidense Robert Bork, quien cuaj¨® una actuaci¨®n imponente dando vida a Gaud¨ª.