Por qu¨¦ hay que alegrarse de que haya ganado Bush
Antes de llevarse las manos a la cabeza al pensar en lo que van a suponer cuatro a?os m¨¢s de George W. Bush es necesario recordar lo que habr¨ªa supuesto la victoria de John Kerry. El candidato dem¨®crata se habr¨ªa enfrentado con enormes dificultades dom¨¦sticas y exteriores. Los cuatro a?os de la presidencia de George W. Bush han encandilado de tal manera las pasiones pol¨ªticas que habr¨ªa tropezado con dificultades insuperables para reconducir la nave de la naci¨®n con un rumbo m¨¢s equilibrado. Con el Congreso dominado por los republicanos, se habr¨ªa visto constantemente denunciado por violar lo que se ha convertido en el credo de una gran mayor¨ªa: la prohibici¨®n del aborto, el rechazo del matrimonio homosexual, la sacralidad de la bandera, la oraci¨®n en las escuelas, la reversi¨®n de la "acci¨®n positiva", la remisi¨®n de los impuestos, la defensa de la propiedad frente al ecologismo... Todos ellos, para no mencionar m¨¢s que los m¨¢s simb¨®licos, son m¨¢s sentidos que la colosal deuda p¨²blica, el peligroso d¨¦ficit presupuestario, la creciente diferencia de ricos y pobres, y el inquietante problema de la financiaci¨®n de la Seguridad Social. Corre por las venas de la opini¨®n americana una intensa corriente anti-intelectual, parecida a la espa?ola. Los sensatos razonamientos de Kerry atraen a la opini¨®n educada, mientras que el grueso de la naci¨®n vibra con el atractivo emotivo de Bush.
El nuevo Gobierno no agradecer¨¢ lo prestado ni castigar¨¢ por lo que se le ha retidado: simplemente actuar¨¢ en funci¨®n de lo que Espa?a le proporcione
Existen campos de juego importantes para las relaciones entre Espa?a y Estados Unidos. Uno de ellos es el de la lucha contra la proliferaci¨®n nuclear
En el exterior, Kerry habr¨ªa heredado el berenjenal de Irak en un momento en que buena parte de la naci¨®n sigue creyendo que est¨¢ luchando con ¨¦xito contra el terrorismo. La talla internacional de Estados Unidos, la moral de las tropas en Irak y la convicci¨®n que los republicanos han sabido instilar en la opini¨®n, le habr¨ªan obligado a continuar la intervenci¨®n militar en Irak y lograr que sea, a pesar de todo, un ¨¦xito. Es curioso observar que en pol¨ªtica exterior Kerry habr¨ªa intentado un retorno a la que con tanto ¨¦xito prosigui¨® el padre de Bush, el presidente 41?. Pero si la internacionalizaci¨®n del conflicto es una de las claves del ¨¦xito en Irak, le habr¨ªa costado mucho trabajo. Acudir a las Naciones Unidas, lograr el apoyo de la OTAN y, lo que es todav¨ªa m¨¢s importante, conseguir la cooperaci¨®n de los dem¨¢s pa¨ªses isl¨¢micos, al menos los del Oriente Pr¨®ximo y norte de ?frica, como en 1991, habr¨ªa tenido que realizarse de una manera que superara la rechifla de los "neoconservadores". Cualquier descalabro o fallo en esas direcciones habr¨ªan sido denunciados enseguida como una prueba de que su brutal unilateralismo era la manera correcta de proceder.
El ejemplo de Nixon
El Congreso y el grueso de la opini¨®n conservadora del pa¨ªs, en cambio, apoyar¨¢n fuertemente a Bush en ese sentido, al igual que sucedi¨® con Nixon respecto a China: s¨®lo un presidente republicano habr¨ªa podido realizar una reversi¨®n pol¨ªtica tan formidable como fue el reconocimiento de la Rep¨²blica Popular China en 1971. En la vida de las naciones, al igual que en la de los individuos, conviene que los ciclos de su existencia completen su curso. Bush ha iniciado y propulsado en Estados Unidos, y en el mundo entero, un ciclo pol¨ªtico unilateralista y "preventivo" que conviene viva ahora hasta agotar sus posibilidades. En estos pr¨®ximos cuatro a?os, Bush se ver¨¢ obligado a vivir las consecuencias de lo que ha iniciado. Ser¨ªa una pena que hubiese podido descargar sobre Kerry la responsabilidad de lo que ha causado en el mundo.
Reacci¨®n espa?ola
En Espa?a se piensa que las relaciones con Estados Unidos est¨¢n pasando por uno de sus peores momentos y se esperaba que la victoria de Kerry hubiese significado una saludable mejor¨ªa. Muchos pensaban de la misma manera en el resto de Europa. Estas esperanzas son infundadas. Para Estados Unidos, Espa?a ha sido en el pasado poco m¨¢s que una "expresi¨®n geogr¨¢fica". La importancia geoestrat¨¦gica de la Pen¨ªnsula les indujo a contraer los acuerdos de defensa de 1953 y a?os sucesivos, pese a la intensa oposici¨®n de los partidos de izquierda, tanto en Am¨¦rica como en Europa. La guerra fr¨ªa prest¨® al r¨¦gimen de Franco una legitimidad importante. Las inversiones americanas que sucedieron a los acuerdos de defensa fueron decisivas para cebar el desarrollo econ¨®mico espa?ol, y, en ¨²ltimo t¨¦rmino, para cimentar el transcurso de la transici¨®n democr¨¢tica. Aun as¨ª, el lamentable y grotesco golpe de 1981 suscit¨® en la mente del gobierno del presidente Reagan un ¨²ltimo coletazo de la visi¨®n de la pol¨ªtica espa?ola a trav¨¦s del prisma de la guerra fr¨ªa. El embajador Potter y el secretario de Estado Haig apostaron por la "estabilidad" por encima de una democracia que ve¨ªan incierta. El presidente Bush, padre, con su experiencia diplom¨¢tica, fue el que se percat¨® de que Felipe Gonz¨¢lez, aun siendo un inquietante socialista, hab¨ªa consolidado la democracia en Espa?a.
Espa?a ha sido desde entonces un pa¨ªs exc¨¦ntrico para Estados Unidos. En lo econ¨®mico va en el tren de la Uni¨®n Europea, y las relaciones comerciales y financieras multilaterales y bilaterales seguir¨¢n su curso normal bajo la nueva presidencia. En lo pol¨ªtico, en cambio, nunca comprendieron por qu¨¦ el Gobierno de Felipe Gonz¨¢lez les obligaba a abandonar la base de Torrej¨®n de Ardoz, con todas las facilidades de todo orden que supon¨ªa para ellos, cuando continuaban en otras, como las important¨ªsimas de Mor¨®n y Rota; y menos a¨²n que pretendiera salir de la Alianza Atl¨¢ntica, unos meses tan s¨®lo despu¨¦s de su ingreso y precisamente en el periodo ¨¢lgido de la pol¨¦mica de los euromisiles. Tampoco comprendieron por qu¨¦ Aznar se lanzaba en sus brazos de manera tan generosa, aunque lo aceptaron con sumo gusto, ni que su sucesor haya osado crear un precedente tan significativo para la "coalici¨®n internacional" como ha sido la sonada retirada de las tropas espa?olas de Irak.
En realidad, la "declaraci¨®n conjunta" que firm¨® el ministro Piqu¨¦ con la secretaria de Estado, Madelaine Albright, es un documento intrigante para la mentalidad americana. ?Qu¨¦ pretend¨ªan los espa?oles con el establecimiento de una "relaci¨®n especial"? Indudablemente que quer¨ªan dar m¨¢s. La realidad ha demostrado luego que ese tipo de relaciones s¨®lo las crea la historia y no la voluntad de los Gobiernos. Estados Unidos es un pa¨ªs eminentemente pr¨¢ctico, y por ello no siente que tiene que agradecer ni perdonar nada. Si Espa?a quiso enviar tropas o retirarlas despu¨¦s ser¨¢ porque le conviene. Si Espa?a cede importantes facilidades a las fuerzas americanas con su geograf¨ªa estrat¨¦gicamente privilegiada ser¨¢ porque le interesa hacerlo as¨ª.
El nuevo Gobierno americano ni agradecer¨¢ lo que se le ha prestado ni castigar¨¢ por lo que se le ha retirado: simplemente obrar¨¢ en funci¨®n de lo que Espa?a le proporcione. Como dijo De Gaulle, parafraseando a Gladstone: "No hay pa¨ªses amigos o enemigos, s¨®lo hay intereses nacionales".
Cuatro a?os de experiencia
Hay razones para suponer que Bush ha aprendido algo despu¨¦s de cuatro a?os de experimentos neoconservadores. Al menos ha demostrado haber comprendido que Ir¨¢n y Corea del Norte exigen, por sus circunstancias regionales, un trato diplom¨¢tico muy diferente al propinado a Irak. El Partido Republicano est¨¢ compuesto de otras ramas tan importantes como la de los neoconservadores, tan preocupadas como los liberales por temas tan tradicionales del partido como el equilibrio presupuestario y la reducci¨®n de la deuda nacional. Est¨¢n m¨¢s preocupadas a¨²n por el futuro del partido, pues un fracaso exterior o dom¨¦stico de los neoconservadores, como temen, les har¨ªa perder la presidencia y buena parte del Congreso en las elecciones de 2008. Los europeos encontrar¨¢n en estos republicanos moderados una presi¨®n moderadora sobre las tendencias t¨®xicas de George W. Bush
Existen, as¨ª, campos de juego importantes para las relaciones entre Espa?a y Estados Unidos. El ¨²nico tema en que ambos candidatos han coincidido durante su campa?a electoral es el del peligro que supone la proliferaci¨®n nuclear. Espa?a ya se ha sumado al r¨¦gimen de control de la proliferaci¨®n y la Marina espa?ola se distingui¨® con la detenci¨®n de un barco norcoreano que llevaba misiles de alcance medio para Yemen. No es necesario a?adir el tema del terrorismo, respecto al que la cooperaci¨®n se impone a escala mundial; durante la presidencia espa?ola de la Uni¨®n Europea, en 1995, nuestro pa¨ªs consigui¨® un progreso muy apreciado por Estados Unidos. Aunque la ideolog¨ªa que los neoconservadores han impuesto en la opini¨®n no permitir¨¢ al reelegido presidente ni una vuelta al Protocolo de Kioto ni un acercamiento a la Corte Penal Internacional, el problema del calentamiento de la atm¨®sfera y sus consecuentes cambios ambientales es otro tema sobre el que puede producirse un clima de cooperaci¨®n con Europa.
Poco puede hacer Espa?a con Estados Unidos respecto a Hispanoam¨¦rica, un continente abandonado por Estados Unidos y por Europa a su intestina evoluci¨®n populista, ahora que no inquietan las tentaciones que supon¨ªa la Uni¨®n Sovi¨¦tica. Pero Espa?a puede ser un apoyo de importancia en Naciones Unidas, en la Alianza Atl¨¢ntica y especialmente en el mundo isl¨¢mico, como lo fue en 1991 con la organizaci¨®n de la Conferencia de Madrid. Es un apoyo que el presidente Bush buscar¨¢, sin prejuicios respecto al pasado inmediato, como tambi¨¦n esperar¨¢ que los aliados europeos olviden las desavenencias que ha causado, y es indudable que a Espa?a y a Europa tambi¨¦n les interesar¨¢ obrar en ese sentido, pues un descalabro en Irak y el descarrilamiento de la cuesti¨®n palestina herir¨¢n a los pa¨ªses europeos no menos que a Estados Unidos.
Jaime de Ojeda ha sido embajador de Espa?a en Washington.
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