Velocidad de los teatros
Menos mal que el Bush reelegido como presidente de su gran naci¨®n no tendr¨¢ que echar mano de argucias ¨¦ticas para no presentarse a una nueva elecci¨®n, ya que las leyes de su pa¨ªs se lo proh¨ªben.
La certidumbre
Ocurre en las representaciones esc¨¦nicas m¨¢s afortunadas, que son a menudo el territorio de lo extraordinario. Uno sale de casa con su actitud de a diario, llega a la sala, ocupa su localidad, se apagan las luces y comienza un espect¨¢culo en vivo y en directo que a veces produce un trastorno del ¨¢nimo de intensidad variable. Es una especie de abducci¨®n ben¨¦fica con fecha de caducidad, que concluye cuando el espectador regresa a casa, prepara la cena, charla con su pareja o arropa a su hijo para dormir. Pero en el trayecto no siempre puede olvidar que durante un par de horas ha sido trasladado a un mundo que excluye la adulaci¨®n de los convencionalismos y que siempre ser¨¢ m¨¢s interrogativo que aseverativo. El mejor espectador es el que todav¨ªa est¨¢ inquieto al d¨ªa siguiente entre la ducha y el caf¨¦ con leche y las tostadas. Es un excelente desayuno.
De donde son los cantantes
Este titulillo se toma de prestado de una gran texto de Severo Sarduy, m¨¢s asertivo que interrogativo, que en el centro de su forzado exilio parisino ven¨ªa a afirmar que ¨¦l mimo pertenec¨ªa para siempre a la tierra de Cuba de donde provienen los cantantes de su gusto. Curioso asunto, el de Cuba y el de los cantantes en general, atentos tantas veces a una fidelidad de origen. Joan Manuel Serrat anuncia como quien dice en p¨²blico graves problemas de salud mientras repite su extenso repertorio, una fusi¨®n a veces afortunada de multitud de temas y estilos. La afirmaci¨®n que Severo Sarduy daba por concluida hay que volverla del rev¨¦s para preguntarse de d¨®nde, y de qui¨¦n son los cantantes. Y si Silvio Rodriguez o Pablo Milan¨¦s son todav¨ªa c¨®mplices de una dictadura que parece eterna, por no mencionar las cantatas de Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez, habr¨¢ que concluir que no es asunto f¨¢cil poner letra ni m¨²sica a lo que ocurre detr¨¢s de lo que pasa.
La noche americana
En el cine se conoce de ese modo a una t¨¦cnica de rodaje que permite grabar durante el d¨ªa creando la impresi¨®n en la toma de que estamos en plena noche. Alguna ilusi¨®n de ese tipo ser¨¢ la que ha llevado a los votantes a conceder al segundo de los Bush cuatro millones m¨¢s de votos que a John Kerry. Esa cifra, en un pa¨ªs de esas dimensiones, viene a suponer entre un 3 o 4 % sobre el total de votantes, lo que no esta nada mal si se considera que el mandato anterior de ese Bush ha liquidado la sanidad p¨²blica, puesto en peligro la econom¨ªa, aumentado el paro en ¨ªndices de importancia. Y ni siquiera puede arg¨¹ir que ha ganado la guerra de Irak. As¨ª que lo que se vota afirmativamente es la peligrosa adicci¨®n de un grupo de profetas interesados en conseguir un mundo m¨¢s seguro mediante el atajo de hacerlo inhabitable para muchos millones de personas.
Farrucos
Para machote de los que ya no quedan, Francisco Camps, de profesi¨®n sus indecisiones. En un pasmoso ejercicio de autismo, decide que "no somos comparsas ni acompa?antes de nadie" (?ah¨ª, campe¨®n!), y que, en consecuencia, no se nos ha perdido nada en la reci¨¦n constituida eurorregi¨®n Pirineos-Mediterr¨¢neo. Se ve que lo nuestro es Murcia, junto a algunas comarcas de Cuenca, como atajos hacia un Madrid cada vez m¨¢s a la suya. Es posible que lo hayamos perdido casi todo en esa no decisi¨®n desprovista de futuro, por m¨¢s que el President crea quedar como un se?or frente al sector de su partido que abomina de Pascual Maragall y sus "comparsas". Otra cosa es lo que tenga que decir esa parte del empresariado que echa cuentas sin que terminen de cuadrarles. Y lo que vendr¨¢.
El frenes¨ª de una ilusi¨®n
A fin de cuentas, tanto los fascismos europeos (con excepci¨®n del franquismo, que supo engatusar a una Iglesia deseosa de colaborar con el nuevo r¨¦gimen como proveedora de ideolog¨ªa b¨¢sica) como los comunismos en sus distintas versiones eran razonablemente laicos, por m¨¢s que sus objetivos declarados pudieran vincularse con enloquecidas motivaciones pararreligiosas. Una de las facetas del terrorismo isl¨¢mico, quiz¨¢s la m¨¢s contaminante y expansiva, es la exasperaci¨®n de un componente religioso m¨¢s o menos difuso en origen, por lo mismo que la cruzada de George W. Bush y su c¨ªrculo m¨¢s ¨ªntimo de inspiradores se basa en buena parte en una magnificaci¨®n desproporcionada de un conjunto de muy vagos contenidos de remota estirpe evangelista. As¨ª las cosas, es posible que asistamos no tanto a una guerra de religiones como a un auge en las sociedades civiles de la religiosidad interesada como factor explicativo de actuaciones mucho m¨¢s humanas, quiz¨¢s incluso demasiado humanas. La consecuencia m¨¢s grave es la laminaci¨®n a largo plazo de la distancia que media entre lo p¨²blico y lo privado.
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