El pujolismo despu¨¦s de Pujol
El autor se?ala que no se puede hacer creer que el futuro de Catalu?a depende s¨®lo de la reforma del Estatuto o el modelo de financiaci¨®n.
Los meses previos a las elecciones catalanas me toc¨® atender a periodistas e investigadores, que preparaban todo tipo de trabajos sobre lo que llamaban el pospujolismo. En general se repet¨ªa una pregunta -?qu¨¦ pasar¨¢ despu¨¦s de Pujol?- y una respuesta que pretend¨ªa ser desmitificadora -nada-. En aquellos momentos no imaginaba el significado profundo que pod¨ªa adquirir la respuesta del "nada". Es evidente que el tripartito tiene ideas propias, y proyectos distintos a los de CiU y, por supuesto, no soy de los que creen que todos son iguales. Pero 10 meses despu¨¦s el eje central de la pol¨ªtica, y el debate medi¨¢tico catal¨¢n, son los mismos y se est¨¢n librando en el terreno de juego que dej¨® en herencia Jordi Pujol, aunque no se sepa a¨²n a qui¨¦n.
Uno de los m¨¦ritos que se reconocen al anterior presidente del Gobierno catal¨¢n es haber delimitado el terreno de la pol¨ªtica catalana y haber obligado a todos los dem¨¢s a jugar en su campo y con sus reglas de juego. Algo de eso es el llamado oasis catal¨¢n que tiene un poco de pensamiento ¨²nico. Una caracter¨ªstica central de esos 23 a?os es la identificaci¨®n del conflicto entre Catalu?a y Espa?a como la principal causa de los problemas de la ciudadan¨ªa, y en consecuencia, el espacio predilecto de la acci¨®n pol¨ªtica. En paralelo se ha producido una p¨¦rdida de protagonismo pol¨ªtico de la visi¨®n social de los problemas y los conflictos. Una buena parte de la ciudadan¨ªa ha sido convencida de que nuestros problemas dependen exclusivamente de c¨®mo resolvamos nuestra relaci¨®n con Espa?a. Y lo sorprendente es que el tripartito, lejos de deshacer este espejismo, insiste en el mensaje pujolista, cuando no incrementa los gestos simb¨®licos y los discursos en este sentido. Es probable que el Gobierno catal¨¢n est¨¦ actuando en el terreno social, pero el protagonismo medi¨¢tico que adquieren las reiteradas puestas en escena de los ¨²ltimos meses y los argumentos con los que se abordan problemas sociales de primera magnitud como la financiaci¨®n de la sanidad no hacen m¨¢s que incrementar la imagen de Maragall intentando superar a Pujol o a sus herederos.
No niego la necesidad de encarar una nueva relaci¨®n entre Catalu?a y Espa?a para que de una vez por todas se entienda la plurinacionalidad no asumida del Estado espa?ol y la necesidad de un desarrollo econ¨®mico en red y polic¨¦ntrico y no radial. Pero de ello a hacer creer a la ciudadan¨ªa que nuestro futuro depende pr¨¢cticamente en exclusiva de la reforma del Estatuto de autonom¨ªa o del modelo de financiaci¨®n auton¨®mico va un abismo, y adem¨¢s es un error que puede actuar como un bumer¨¢n.
La reforma del Estatuto es importante y necesaria sobre todo para consolidar nuevos derechos de ciudadan¨ªa social para las 7.200.000 personas que viven y trabajan en Catalu?a. Creando as¨ª una nueva identidad catalana basada en estos derechos de ciudadan¨ªa. Y tambi¨¦n para resolver jur¨ªdicamente algunos encontronazos competenciales provocados por la pr¨¢ctica estatal de recuperar por la v¨ªa de los hechos competencias que el bloque constitucional -Constituci¨®n espa?ola y Estatuto de autonom¨ªa- otorgan a Catalu?a.
Tampoco cabe menospreciar la importancia de mejorar el sistema de financiaci¨®n de las CC AA -sin olvidarse de los Ayuntamientos, que son los m¨¢s maltratados-. Pero alguien deber¨ªa hacer pedagog¨ªa desde la pol¨ªtica, explicando que adem¨¢s del desequilibrio fiscal que sufre Catalu?a lo determinante es una insuficiencia fiscal de todo el Estado espa?ol. No se puede hacer creer a la gente, y menos desde la izquierda, que es posible aumentar los ingresos para Catalu?a sin una reforma que aumente la capacidad fiscal del Estado en su conjunto. Basta ver las consecuencias del ¨²ltimo acuerdo de financiaci¨®n CiU- PP. A pesar de que increment¨® la autonom¨ªa financiera de Catalu?a y la participaci¨®n en la recaudaci¨®n de los impuestos, el resultado en ingresos ha sido pobre, porque en paralelo el PP aprob¨® reformas fiscales que, con el anzuelo de la bajada de impuestos, debilitaron la capacidad fiscal de los poderes p¨²blicos. Dicho en plata, Catalu?a no tendr¨¢ m¨¢s ingresos pidiendo m¨¢s trozo del pastel fiscal si ¨¦ste no crece en su conjunto.
Alguien cree que son posibles unas administraciones p¨²blicas, modernas y descentralizadas que aborden inversiones en la modernizaci¨®n productiva, y la mejora de la cohesi¨®n social con un gasto p¨²blico congelado en el 35% del PIB. Mientras la media de la UE supera el 40%, y los pa¨ªses econ¨®mica y socialmente m¨¢s avanzados destinan cerca del 50% de su PIB al gasto p¨²blico. Algo parecido sucede con el debate sobre la situaci¨®n del sistema sanitario. Plantear que es un tema que puede resolverse con un nuevo modelo de financiaci¨®n auton¨®mica es un desprop¨®sito.
La inc¨®gnita est¨¢ en saber por qu¨¦ desde el Gobierno catal¨¢n se est¨¢ insistiendo en alimentar el paradigma pujolista haciendo creer a la ciudadan¨ªa que todos nuestros retos dependen de c¨®mo se resuelva el conflicto entre Catalu?a y Espa?a. Alguien me insin¨²a que son movimientos pol¨ªticos para ocupar centralidad en Catalu?a. Sean cuales sean las razones, tiene consecuencias sociales y pol¨ªticas importantes. Continuar negando las claves sociales, el conflicto social que hay detr¨¢s de muchos de los retos de la sociedad catalana y alimentar la percepci¨®n ciudadana de que nos lo jugamos todo en el terreno de la relaci¨®n Catalu?a-Espa?a es un error. Y a un servidor no le parece que esto sea el cambio.
Joan Coscubiela es secretario general de CC OO de Catalu?a.
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