De nuevo en llamas
La precaria paz que reinaba en Costa de Marfil tras el acuerdo suscrito en enero de 2003, bajo la supervisi¨®n de Francia, entre el Gobierno del presidente Laurent Gbagbo y los rebeldes ha estallado en mil pedazos tras un bombardeo a¨¦reo gubernamental en el norte que ha causado la muerte de nueve soldados franceses y la represalia de la antigua metr¨®poli, destruyendo la aviaci¨®n y disparando contra civiles en defensa de los m¨¢s de 20.000 residentes franceses que viven en la anta?o bautizada como la "Suiza africana". Par¨ªs ha decidido incrementar a casi 5.000 los efectivos del contingente militar que tiene desplegado all¨ª desde hace 18 meses, a los cuales se agregan los 6.000 cascos azules que Naciones Unidas envi¨® en abril pasado.
Este episodio ha agudizado el sentimiento antifranc¨¦s y las manifestaciones de caza al blanco. Las huestes de Gbagbo, parad¨®jicamente sostenido en su d¨ªa por Par¨ªs, acusan ahora a Francia de controlar sectores clave de la econom¨ªa como son el cacao, la madera o el caf¨¦. Pese a su actual pobreza, Costa de Marfil es el primer productor mundial de cacao, que representa un tercio de sus ingresos, mermados actualmente por la ca¨ªda del precio. Gbagbo ha sido siempre muy reacio a la aplicaci¨®n de los acuerdos de paz de 2003 y acusa a la antigua metr¨®poli de respaldar indirectamente a los insurgentes del norte, que intentaron en 2002 derribarle con la intenci¨®n de bloquear una profunda reforma del Ej¨¦rcito. Independientemente de que eso sea cierto, los sucesos no s¨®lo alimentan la larvada guerra civil, sino que amenazan con desestabilizar de nuevo la ya de por s¨ª precaria paz en ?frica Occidental. Gbagbo siempre ha acusado sobre todo a Liberia y a Burkina Faso de respaldar y suministrar armas a la insurrecci¨®n del norte.
Por encima de la complejidad de este conflicto ¨¦tnico, en el que influyen otros elementos como el tr¨¢fico de diamantes, la crisis exige la m¨¢xima mesura de Francia a fin de no exacerbar m¨¢s el odio. Pero sobre todo la implicaci¨®n directa de la Uni¨®n Africana, que debe mediar no s¨®lo pol¨ªticamente, sino tambi¨¦n liderando la fuerza multinacional de paz. De lo contrario, el presidente Chirac corre peligro de tener que afrontar m¨¢s bajas militares y reclamar m¨¢s auxilio a la ONU.
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