"En la unificaci¨®n hemos cometido fallos inevitables"
A sus 84 a?os, Weizs?cker se ha convertido en Alemania en una especie de instancia moral por su independencia de criterio y su amplitud de miras, por encima de los partidos y de su afiliaci¨®n a la democracia cristiana (CDU), que suspendi¨® cuando en 1984 lleg¨® a la m¨¢s alta magistratura alemana. Weizs?cker, que alcanz¨® el grado de capit¨¢n de la reserva en la Wehrmacht, sacudi¨® a Alemania con su discurso el 8 de mayo de 1985 ante el Parlamento Federal (Bundestag), en Bonn, con motivo del 40? aniversario del final de la II Guerra Mundial, al afirmar que era un d¨ªa para conmemorar la liberaci¨®n del nazismo.
Pregunta. Han pasado 15 a?os tras la ca¨ªda del muro, pero sigue presente en las cabezas, y todav¨ªa se habla de ossis y wessis
"La reforma del Estado social es una tarea dif¨ªcil en los pa¨ªses industrializados. Pero a las zonas estructuralmente m¨¢s pobres les afecta con una dureza adicional"
"Hoy d¨ªa se castiga a los grandes partidos. Y la forma m¨¢s sencilla, m¨¢s piadosa, es no participar en las elecciones"
"Nosotros no tenemos a ning¨²n Haider ni a ning¨²n 'monsieur' o 'madame' Le Pen. Son cotos de caza para la protesta y su importancia es pasajera"
"Toda la idea de hablar de reparaciones ahora, sesenta a?os despu¨¦s del final de la II Guerra Mundial, es pol¨ªtica y humanamente absurda"
"Estoy convencido de que hay que negociar con Turqu¨ªa, pero con un resultado abierto. Hoy nadie sabe cu¨¢ndo, c¨®mo ni con qu¨¦ resultado, pero hay que negociar"
"Para nosotros es de inter¨¦s vital tender puentes de entendimiento entre el mundo isl¨¢mico y no atizar el choque de civilizaciones"
"No el 11-S, sino el principio del gobierno de Bush fue la se?al para la preparaci¨®n de la guerra de Irak. ?l mismo lo anunci¨® en la campa?a electoral de 1999"
[alemanes orientales y occiden-tales]. ?Hasta cu¨¢ndo?
Respuesta. Tenemos que distinguir dos cosas. La primera es que la ca¨ªda del muro de Berl¨ªn fue, en primer lugar, un acontecimiento europeo. La guerra fr¨ªa termin¨® con la ca¨ªda del muro. Esto ha cambiado el mundo entero. En Alemania, la alegr¨ªa por la ca¨ªda del muro se sent¨ªa por doquier y fue pr¨¢cticamente un¨¢nime. La tarea de unificaci¨®n carec¨ªa de precedentes en la historia. No hab¨ªa ninguna experiencia a la que recurrir, siempre hab¨ªa tensi¨®n entre lo econ¨®micamente aconsejable y lo pol¨ªticamente posible. Muchos se equivocaron en sus apreciaciones. Las consecuencias de la ca¨ªda del muro para la pol¨ªtica internacional se han resuelto de una forma excelente. En la unificaci¨®n pol¨ªtica interior hemos cometido una serie de fallos que, en gran parte, eran inevitables e impredecibles. Aun hoy los padecemos.
P. El ex canciller Helmut Kohl habl¨® entonces de "paisajes exuberantes", y el presidente alem¨¢n, Horst K?hler, dice hoy que hay desigualdades insuperables. ?Se prometi¨® demasiado?
R. Sin duda alguna, al principio los sentimientos fueron m¨¢s fuertes que la fuerza racional del pron¨®stico. Quien hoy recorra los Estados federados del este se alegrar¨¢ de los grandes logros en infraestructura. Las fachadas de pueblos y ciudades est¨¢n de nuevo a punto; pero los fundamentos econ¨®micos de la vida, sobre todo el empleo, van cojeando detr¨¢s de manera inevitable. Las grandes transferencias anuales, 80.000 millones de euros al a?o -una carga para los Presupuestos Generales del Estado que no tiene que soportar ning¨²n otro pa¨ªs de la Uni¨®n Europea-, se dedican en su mayor parte al consumo y no a la inversi¨®n. Despu¨¦s de todo, con medios p¨²blicos no se pueden crear puestos de trabajo de la noche a la ma?ana. Esto tiene que ocurrir por medio de las empresas. Pero, ahora como antes, ¨¦stas se orientan por las posibilidades de beneficio, que, ahora como antes, son mayores en el Oeste que en el Este.
P. ?No lloran demasiado los alemanes?
R. Llorar no me parece una expresi¨®n muy acertada. Naturalmente, hay problemas. Incluso hay problemas en los que, m¨¢s que distanciarse el uno del otro, el Este y el Oeste se acercan. La reforma del Estado social es, en la pr¨¢ctica, una tarea dif¨ªcil en todos los pa¨ªses industrializados. Pero, eso s¨ª, a las zonas estructuralmente m¨¢s pobres les afecta con una dureza adicional. Por una parte, hay muchas quejas y grandes preocupaciones. Por otra parte, tambi¨¦n la disponibilidad de los ciudadanos a participar activamente va en aumento. La sociedad civil no se extingue, sino que crece poco a poco.
P. El Este y el Oeste crecen, pero parece que crecen hacia abajo. Alemania es el farolillo rojo de Europa en crecimiento. La locomotora ya no tira.
R. Por supuesto, hay grandes preocupaciones. La principal fuerza de la econom¨ªa alemana, ahora como antes, est¨¢ en la exportaci¨®n. La demanda interior deja mucho que desear. Hay casi algo as¨ª como una renuncia al consumo. La preocupaci¨®n por el futuro, sobre todo en una sociedad que envejece, hace que las tasas de ahorro vayan en aumento, mientras las fuerzas impulsoras del mercado normal se frenan. Esto no tiene tanto de extra?o. Por supuesto, si comparamos los porcentajes de crecimiento como tales, es frecuente que obtengamos una imagen un poco sesgada. Un pa¨ªs que parte de muy abajo tiene grandes tasas de crecimiento. Uno muy desarrollado e industrializado las tiene mucho m¨¢s bajas. Aun as¨ª, no se puede negar que nos encontramos en una dif¨ªcil fase de vacas flacas.
P. ?Ha vivido Alemania por encima de sus posibilidades?
R. En lo que concierne a las prestaciones del Estado social, s¨ª. Entre nosotros hay un porcentaje de ciudadanos demasiado alto que vive de ingresos que producen otros. Si la tendencia contin¨²a, tal como hemos permitido que continuara en los ¨²ltimos 10 o 20 a?os, pronto la mitad de los ciudadanos vivir¨¢ de los ingresos que ha producido la otra mitad. Naturalmente, esto no es sano. Actualmente nos encontramos inmersos en un proceso de reforma que es irreversible. Eso castiga tambi¨¦n a los dirigentes pol¨ªticos. Esto es un castigo por fallos del pasado. Porque no fue en 2003 o 2004 cuando esta situaci¨®n se hizo evidente. Hace por lo menos 10 a?os que se hubiera debido empezar, pero se ha preferido dejarlo para m¨¢s tarde.
P. A 80 kil¨®metros de Berl¨ªn, los salarios son mucho m¨¢s bajos, y esto hace que los empresarios est¨¦n ahora en condiciones de presionar a los trabajadores de aqu¨ª. ?Es ¨¦ste el final del llamado capitalismo renano?
R. A m¨ª este t¨¦rmino nunca me ha servido para describir acertadamente la situaci¨®n. Naturalmente, es verdad que, al final de la guerra fr¨ªa, hab¨ªa que aplicar a todo el continente los principios b¨¢sicos de la unificaci¨®n europea, hab¨ªa que ampliarla al Este. Las fronteras est¨¢n abiertas, sobre todo para el mercado. En el mercado hay competencia. En el mercado europeo no tenemos una soberan¨ªa fiscal com¨²n y sigue siendo nacional. No se puede obligar a los dem¨¢s pa¨ªses a elevar sus tipos impositivos s¨®lo para que no haya fugas de puestos de trabajo. Es un proceso de transici¨®n cl¨¢sico. Por supuesto, los salarios en Polonia subir¨¢n. Y eso es tambi¨¦n lo que se busca. Pero hasta que se llegue a eso habr¨¢ empresarios que se fuguen a los pa¨ªses de salarios bajos o a los pa¨ªses de impuestos bajos. Pero cuando ¨¦stos se aproximen, el fen¨®meno no s¨®lo beneficiar¨¢ a los nuevos Estados miembros, sino tambi¨¦n a nosotros, los de la parte vieja de la Europa unida. Eso lleva su tiempo. En suma, estamos en un estadio de transici¨®n.
P. Un fen¨®meno nuevo es la escasa participaci¨®n electoral, que ha bajado a un 50%. ?Esto no es un indicio de desencanto?
R. S¨ª, creo que en la preocupaci¨®n por las reformas se manifiesta claramente una desconfianza hacia nuestra pol¨ªtica de partidos. Nuestra participaci¨®n en elecciones no es realmente m¨¢s baja que en otros pa¨ªses comparables. Pero hoy en d¨ªa se castiga a los grandes partidos. No con programas opuestos y tampoco con una radicalizaci¨®n de la mentalidad pol¨ªtica, sino que el castigo es una manifestaci¨®n de protesta, de descontento. Y la forma m¨¢s sencilla, m¨¢s piadosa, es no participar en las elecciones. Al fin y al cabo, siempre es m¨¢s amable decir que mi partido no me gusta, y esta vez no lo voto, que decir no, ahora voto al partido rival.
P. Hay otra posibilidad: elegir al [partido ultraderechista] NPD.
R. As¨ª es. Eso tambi¨¦n lo observamos con la mayor atenci¨®n, y se podr¨ªan decir dos cosas. Primero, que carecen por completo de programa y de cualquier personalidad dirigente medianamente llamativa. Nosotros no tenemos a ning¨²n Haider [ultraderechista austriaco] ni a ning¨²n monsieur o madame Le Pen [ultraderechista franc¨¦s]. Es un caso de protesta cl¨¢sico. En 14 ocasiones, un partido de extrema derecha ha obtenido representaci¨®n en un Parlamento regional, y, salvo en un caso, han vuelto a desaparecer al cabo de una legislatura. Son cotos de caza para la protesta, y su importancia es pasajera.
P. Por primera vez en la posguerra, Alemania se ha opuesto a Estados Unidos en la crisis de Irak. ?Es esto una se?al de autoafirmaci¨®n?
R. Creo que esta protesta no se explica por la evoluci¨®n del pensamiento alem¨¢n en pol¨ªtica internacional, sino por lo que ha cambiado en Estados Unidos. Durante la guerra fr¨ªa, Am¨¦rica era una potencia rectora de Occidente, cooperativa. Al final de la guerra fr¨ªa, Bush, padre, proclam¨® un nuevo orden mundial, en el que, aunque bajo direcci¨®n norteamericana, de nuevo hab¨ªa cooperaci¨®n multilateral. As¨ª continu¨® tambi¨¦n con Clinton. Desde el a?o 2000, en Washington ha surgido una pol¨ªtica de superpotencia que tambi¨¦n ha convertido la OTAN de todos los miembros en una alliance of the willing [alianza de voluntarios] y la colaboraci¨®n internacional ha quedado relegada a un segundo plano. No el 11 de septiembre de 2001, sino el principio del gobierno del presidente Bush, hijo, fue la se?al para la preparaci¨®n de la guerra de Irak. ?l mismo lo anunci¨® en la campa?a electoral de 1999. Incluso, al margen de que la justificaci¨®n principal para esta guerra result¨® ser falsa, en Europa estaba muy extendido el sentimiento de que un programa del eje del mal traer¨ªa consigo m¨¢s peligros que beneficios. Ante esto reaccion¨® con reservas una serie de pa¨ªses europeos. Haci¨¦ndolo as¨ª actuaron con m¨¢s o menos inteligencia. De la misma manera que tambi¨¦n los norteamericanos actuaron con m¨¢s o menos inteligencia.
P. ?Los alemanes actuaron con inteligencia?
R. No, no es eso lo que yo quiero decir. En Alemania exist¨ªa la dificultad de que el sentimiento b¨¢sico contra la guerra que se preparaba se amalgam¨® de lleno con la lucha por el poder puramente interna en las elecciones siguientes, las de 2002. Cuando un problema pol¨ªtico mundial realmente serio se convierte en mera munici¨®n en la lucha nacional por el poder, a veces se pasa por alto la visi¨®n de conjunto necesaria. Pero el hecho de que fuera una postura sincera, en modo alguno limitada a Alemania y fundamentalmente influida por la actuaci¨®n estadounidense, es m¨¢s importante que la cuesti¨®n de si de repente aqu¨ª, en Alemania, salieron a la luz elementos de pol¨ªtica internacional emancipatorios.
P. Si miramos a Polonia, vemos que, al menos por parte polaca, hay muchos resentimientos.
R. ?sta es actualmente mi mayor preocupaci¨®n. Hasta los a?os cincuenta no fui candidato a cargos p¨²blicos. El motivo siempre fue que quer¨ªa trabajar para aclarar nuestra relaci¨®n con nuestros adversarios de guerra del Este, es decir, con Polonia. Cuando termin¨® la guerra fr¨ªa, entre Polonia y nosotros hab¨ªa una atm¨®sfera realmente buena, ?la posibilidad de una relaci¨®n de vecindad constructiva por primera vez desde hac¨ªa 300 a?os!
[El antiguo disidente y hoy editor de prensa] Adam Michnik dijo que esos 10 a?os fueron los m¨¢s felices de la historia polaca de los ¨²ltimos tres siglos. Pero despu¨¦s afloraron poco a poco las cuestiones que, entre Francia y Alemania, ya se hab¨ªan podido aclarar mucho tiempo antes, inmediatamente despu¨¦s de la guerra, pero que, en la relaci¨®n con el Este, permanecieron sepultadas bajo el dominio sovi¨¦tico. Adem¨¢s, en Polonia ha habido ahora un desplome del sistema de partidos tradicional, y, por desgracia, hoy d¨ªa domina un populismo que no s¨®lo afecta a las relaciones germano-polacas, sino a toda Europa. A¨²n hay algo que tengo que a?adir expresamente: el apoyo polaco a Estados Unidos en la guerra de Irak fue completamente explicable y leg¨ªtimo. No por la guerra de Irak, sino a causa de las relaciones tradicionales de Polonia con EE UU.
P. Polonia no es un caballo de Troya de EE UU en Europa.
R. No, no, en la disputa sobre la guerra de Irak
[el secretario de Defensa, Donald] Rumsfeld no fue mucho m¨¢s inteligente que algunos aqu¨ª en Europa. Pero la Carta de los Ocho [del ex presidente del Gobierno Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar y otros] tampoco fue muy inteligente. No fue un juego muy limpio. Al fin y al cabo, todo Gobierno est¨¢ en su derecho de encontrar ¨¦l mismo su posici¨®n, pero no deber¨ªamos informar por anuncios de prensa.
P. ?Cree usted que Turqu¨ªa pertenece a Europa?
R. Actualmente se comenta con frecuencia que, con la ampliaci¨®n y la profundizaci¨®n tard¨ªa, Europa ha actuado por encima de sus posibilidades. Que ahora habr¨ªa que hacer una pausa de 10 a?os, y esto afectar¨ªa tambi¨¦n a Turqu¨ªa. Mi respuesta a eso es: ?conoce usted a alguien que nos conceda esta pausa? Tal como est¨¢ el mundo, no la tenemos. Para nosotros es de inter¨¦s vital tender puentes de entendimiento entre el mundo isl¨¢mico y no atizar el choque de civilizaciones. Si el ¨²nico Gobierno del mundo isl¨¢mico que ha sido libremente elegido seg¨²n nuestras reglas democr¨¢ticas, pero que proviene de un partido isl¨¢mico, llega al poder, tenemos que tomarnos en serio la importancia de su aportaci¨®n a un di¨¢logo y no a un choque de civilizaciones. Al fin y al cabo pasar¨¢n al menos 10 o 15 a?os antes de que por fin quede claro si Turqu¨ªa va a estar en la UE. En cualquier caso, se trata de no decidir sencillamente con una mirada retrospectiva al medievo cristiano de Europa. Estoy convencido de que hay que negociar con Turqu¨ªa, pero con un resultado abierto. Hoy nadie sabe cu¨¢ndo, c¨®mo ni con qu¨¦ resultado, pero hay que negociar.
P. En los ¨²ltimos tiempos, el tema del sufrimiento de los alemanes durante la guerra y despu¨¦s de ella ha dejado de ser un tab¨². Para la generaci¨®n del 68
[la rebeli¨®n estudiantil de 1968], ¨¦ste era un tema de nazis o fascistas. Hoy d¨ªa se puede tratar de ello con toda tranquilidad. ?Es ¨¦sta una evoluci¨®n sana?
R. Tampoco a esta pregunta puedo dar una respuesta muy contundente. ?se no es mi estilo. Los del 68 se han quejado de que sus padres y abuelos no les contaron nada sobre el periodo nazi y sobre la guerra. Pero tardaron muy poco en olvidar toda su congoja por la historia y pasaron a dedicarse mucho m¨¢s a los temas ideol¨®gicos de la sociedad. Una excepci¨®n entre los del 68, alguien que realmente piensa y act¨²a teniendo presente la historia, es nuestro ministro de Asuntos Exteriores, Joschka Fischer. ?l tiene realmente perspectivas y apreciaciones hist¨®ricas. Esto no se puede decir de todas las personas pertenecientes a su generaci¨®n.
Es absolutamente inhumano que no se pueda llamar por su nombre al dolor que padece una persona o una familia s¨®lo porque se trate de una familia que pertenece a un pa¨ªs que estuvo sometido a la dictadura nazi e inici¨® la II Guerra Mundial. Si alguien pierde la vida o si ha sido herido, lo primero que pregunta cuando sufre no es de qui¨¦n es el ca?¨®n. Convertir eso en un arma pol¨ªtico-hist¨®rica contra otros siempre es err¨®neo, y lo es absolutamente para nosotros los alemanes. Durante la guerra vi mucho sufrimiento. S¨®lo estuve en Polonia y en Rusia. En la infanter¨ªa, raras veces nos encontr¨¢bamos con la poblaci¨®n; pero, naturalmente, despu¨¦s vimos con nuestros propios ojos, y sentido en nuestros corazones, el dolor de la expulsi¨®n. A eso debe poder llam¨¢rsele por su nombre. S¨®lo que, si se lamenta la expulsi¨®n, debemos hacerlo junto con los polacos, pero no hacer del lamento de la expulsi¨®n un tema nacional contra otras naciones. Toda la idea de hablar de reparaciones ahora, sesenta a?os despu¨¦s del final de la guerra, es pol¨ªtica y humanamente absurda. Tampoco podemos reparar m¨¢s los da?os que asolaron toda Europa central durante la guerra de los Treinta A?os.
P. Usted estuvo en la guerra. Su padre era secretario de Estado. Usted le defendi¨® en los procesos de N¨²remberg. Usted es de origen aristocr¨¢tico. Ha tenido una buena educaci¨®n. Con estos antecedentes, ?c¨®mo se pod¨ªa tener relaci¨®n con la chusma, con aquellos nazis?
R. La cat¨¢strofe originaria en Europa fue el estallido de la I Guerra Mundial. Al t¨¦rmino de ¨¦sta no hubo ning¨²n intento serio de crear un clima de paz en Europa. El Tratado de Versalles no aclar¨® la situaci¨®n, sino que perpetu¨® la hostilidad. Los norteamericanos lo sab¨ªan, y fueron sobre todo los ingleses quienes, ya durante toda la d¨¦cada de los a?os veinte, trabajaron por compensar los puntos d¨¦biles del Tratado de Versalles por medios pac¨ªficos. ?se era precisamente el objetivo del servicio diplom¨¢tico alem¨¢n. Mi padre era diplom¨¢tico. Su objetivo, como el de todos los pol¨ªticos y diplom¨¢ticos alemanes, era llegar a una reforma del orden europeo seg¨²n el Tratado de Versalles, pero siempre con medios pac¨ªficos. Fue un error suyo creer que esto ser¨ªa posible bajo la direcci¨®n de Hitler. Basado en este error, actu¨® y fracas¨®. Con ocasi¨®n del juicio, Churchill dijo en la C¨¢mara de los Comunes brit¨¢nica que la acusaci¨®n contra mi padre era un error fatal de los fiscales norteamericanos. Despu¨¦s de todo, fue un proceso s¨®lo norteamericano. Error por error. He defendido con convicci¨®n a mi padre como a la persona que yo conoc¨ªa, y junto con ¨¦l he intentado superar ambos errores.
P. ?Le han preguntado sus hijos qu¨¦ ha hecho usted en la guerra?
R. Claro. Ellos entienden que el servicio militar era obligatorio. Era el cumplimiento de un deber normal en todos los pa¨ªses. El entusiasmo por la guerra en la Alemania nazi era pr¨¢cticamente nulo. En 1914, los ej¨¦rcitos fueron enviados a la guerra entre las manifestaciones de j¨²bilo de sus pueblos. En 1939 nos condujeron furtivamente de noche a la estaci¨®n de partida, porque el pueblo ten¨ªa miedo a la guerra. Un hombre joven en la guerra es uno m¨¢s, conoce cosas terribles y hace tambi¨¦n cosas terribles, pero la influencia que tiene es muy peque?a.
P. ?Hay algo espec¨ªficamente alem¨¢n en el nazismo?
R. No lo creo as¨ª. Si lo creyera, no tendr¨ªa reparos en decirlo. Lo que reconocemos como espec¨ªfico en el nazismo no lo veo como algo exclusivo de nosotros.
Traducci¨®n: Carmen Seco
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