Dualidad
Henos aqu¨ª, sin saber c¨®mo, con cuatro versiones de una constituci¨®n europea cuando a¨²n no sabemos si habr¨¢ una. ?Valenciano o catal¨¢n; catal¨¢n y valenciano? En el fondo, una cuesti¨®n de terminolog¨ªa enmara?ada por un pasado discutible e instrumentalizada por un presente en el que todo vale. Sea como fuere, el tema no es banal. Est¨²pido, quiz¨¢, pero no banal. Y no por lo que puedan pensar de nosotros en el Parlamento Europeo. Quienes llegan a tan altas instancias saben por experiencia que tarde o temprano a cada uno le toca el turno de bailar en calzoncillos y practican un comprensivo disimulo.
Tambi¨¦n aqu¨ª, los pol¨ªticos parecen decididos a dar carpetazo al asunto. Por suerte, Carod Rovira, gracias a su condici¨®n de m¨¢rtir con sueldo, puede dedicar su tiempo a impedir que se diluya. Hace bien, porque si se acaba aceptando que el valenciano es una lengua distinta del catal¨¢n por razones territoriales y en consecuencia tiene derecho a denominaci¨®n propia, podr¨ªa pasar que los catalanes que hablan castellano exigieran que no se llame castellano a lo que hablan, sino catal¨¢n, como el otro catal¨¢n, puesto que tambi¨¦n lo hablan en Catalu?a. Y lo mismo magreb¨ªs y filipinos con sus respectivas lenguas. Vaya l¨ªo.
Un caso dif¨ªcil de entender para el que no lo vive d¨ªa a d¨ªa. Por fortuna, para quien lo quiera apreciar en su justa dimensi¨®n, existen antecedentes ilustres. En el siglo V de nuestra era, el Concilio de ?feso tuvo que dictaminar que en Jesucristo hab¨ªa dos naturalezas, una humana y una divina, pero una sola persona, y no una sola naturaleza, como afirmaban los nestorianos. Por si esto fuera poco, los monofisitas no s¨®lo hicieron suya la herej¨ªa nestoriana, sino que fueron m¨¢s all¨¢, afirmando que en realidad Jesucristo no ten¨ªa dos naturalezas, sino s¨®lo una, siendo la otra, al parecer, puro teatro. Esta controversia, que hoy cuesta un poco seguir, en su d¨ªa hizo correr r¨ªos de tinta y otros r¨ªos m¨¢s caudalosos, de sangre de ambos bandos, hizo tambalear los cimientos del Imperio bizantino y, a la larga, cambi¨® el curso de la Historia de Oriente y Occidente. Si no hubiera sido por el asunto de las dos naturalezas, Arafat no se habr¨ªa muerto el otro d¨ªa en Par¨ªs. Se habr¨ªa muerto igual, pero no en Par¨ªs.
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