El arte de vivir
Cuando dos d¨ªas antes de las elecciones norteamericanas le¨ª en la prensa brit¨¢nica la ocurrencia de Tom Wolfe de que votar¨ªa a Bush, aunque s¨®lo fuera por la posibilidad de poder acudir al aeropuerto Kennedy para despedir a cuantos afirmaban, ante tal eventualidad, que se autoexiliar¨ªan a Londres, pens¨¦ que, en esta oportunidad, las cosas no ser¨ªan como desde Europa parec¨ªan.
Con La Hoguera de las vanidades Wolfe se signific¨® como el principal cronista de los rincones m¨¢s escandalosos y vivos de los Estados Unidos. Tenido por representante genuino del liberalismo neoyorquino, diez a?os m¨¢s tarde publicar¨ªa Tot un home, en la versi¨®n en catal¨¢n/valenciano que me regalar¨ªa Vicent Soler, y se iniciar¨ªa la controversia sobre su calidad como novelista. Hace unos d¨ªas public¨® Soy Charlotte Simmons, donde la joven protagonista, procedente de la Am¨¦rica profunda, mantiene en la Universidad de Dupont unas inquietudes, entre intelectuales y provincianas, que en el caso de las recientes elecciones presidenciales se decantar¨ªan en favor del candidato Bush.
Tampoco es que el pasado de su rival, el candidato Kerry, su postura antibelicista, el matrimonio con su segunda mujer, la multimillonaria de origen portugu¨¦s que mantuvo hasta las ¨²ltimas consecuencias el amor y el apellido de su primer marido, Heinz, su formaci¨®n bostoniana, su condici¨®n de pol¨ªglota, y hasta sus veraneos en la costa occidental francesa, hicieran concitar muchas esperanzas sobre las posibilidades de que ¨¦ste fuera el elegido con el sistema electoral norteamericano.
La predilecci¨®n de los disidentes norteamericanos por Londres no se me hizo extra?a. El d¨ªa anterior hab¨ªa podido comprobar que la famosa obra Don Giovanni, basada en el mito espa?ol del Don Juan, hab¨ªa sido representada con la mayor carga de sensualidad y erotismo que ¨®pera alguna hubiera conocido, bajo la direcci¨®n de Calixto Beito en el Coliseum, en lo que sin duda me atrever¨ªa a calificar como la incursi¨®n m¨¢s atrevida de otro disidente ante cualquier tipo de formalismo est¨¦tico en el campo de las artes esc¨¦nicas. Versi¨®n por cierto un¨¢nimemente aplaudida por un p¨²blico sorprendido que sigui¨® silente la representaci¨®n.
Quiz¨¢s Londres est¨¢ en el coraz¨®n de los disidentes igual que pudieran estarlo otras ciudades que albergaran a quienes piensan, como en la moraleja de la historia de Don Juan, que la raz¨®n ¨²ltima de la muerte es siempre igual a la de la vida, que la eternidad se alcanza ahondando en el instante o que a la universalidad se llega a trav¨¦s de lo concreto. Si se dice que escribir es transcribir, tambi¨¦n se puede decir aqu¨ª que disentir es resistir y que ello exige la fidelidad a aquellos principios que permitan crear nuevos espacios de libertad. Por seguir con el tema esc¨¦nico, Kevin Spacey, el famoso actor norteamericano, ha abandonado las grandes producciones cinematogr¨¢ficas para buscarlos afanosamente desde su reciente adquisici¨®n, el teatro Old Vic londinense.
Transcurridas estas elecciones, como tambi¨¦n las nuestras pasadas, como cualesquiera otras pr¨®ximas, resulta m¨¢s necesario que nunca que los niveles de tolerancia aumenten y los de intransigencia se reduzcan. Para lo cual la hip¨®tesis de Londres, a¨²n cuando incomode a Wolfe, se revela altamente recomendable. John Lahr, escritor de Manhattan que se traslad¨® muchos a?os a vivir a la ciudad brit¨¢nica, afirma que Nueva York es un lugar para trabajar mientras Londres lo es para vivir. Los que anta?o se alojaron en Am¨¦rica hoy ponen los ojos en esta parte de la vieja Europa, tierra de oportunidad individual y compromiso social, de la que el poeta y escritor John Milton, escribi¨® en su d¨ªa, confiaba no olvidara nunca c¨®mo ense?ar a los dem¨¢s el arte de vivir.
Alejandro Ma?es es licenciado en Ciencias Econ¨®micas y Derecho.
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