La revoluci¨®n fatigada
Es muy valiente, y no menos arriesgado, el montaje que Carme Portaceli ha ideado para esta obra de Arnold Wesker, sobre todo en su intento de romper de un tajo con el naturalismo para llevar la escenificaci¨®n hacia un territorio moderadamente brechtiano. El tema podr¨ªa situarse en el desgaste que la historia ejerce sobre los que la sufren, cuando en realidad creer¨ªan hacerla. Esta cr¨®nica de una familia proletaria inglesa que sufre los avatares de su militancia izquierdista desde la guerra de Espa?a hasta la intervenci¨®n sovi¨¦tica en la Hungr¨ªa de 1957, pasando por la liquidaci¨®n estalinista de la vieja guardia bolchevique y la ambig¨¹edad sovi¨¦tica ante la creaci¨®n del Estado de Israel, tiene la veracidad de un recorrido hist¨®rico crucial para la definici¨®n europea y la verosimilitud de la tragedia que todo ello supuso para millones de militantes comunistas, aqu¨ª representados por los miembros de una familia y la distinta evoluci¨®n de sus opciones.
Sopa de pollastre amb ordi
De Arnold Wesker, en versi¨®n de Toni Lluch, J. V. Mart¨ªnez Luciano, Carme Portaceli. Int¨¦rpretes, Pilar Mart¨ªnez, Enric Benavent, Manolo Ochoa, Juanfran Aznar, Manuel Maestro, Carles Royo, Lola Molt¨®, Anna Cediel, Mart¨ªn Cases, Paula Miralles. Vestuario, Anna G¨¹ell. Iluminaci¨®n y escenograf¨ªa, Paco Azor¨ªn. Espacio sonoro, David Alarc¨®n. Movimiento esc¨¦nico, Roc¨ªo P¨¦rez. Direcci¨®n, Carme Portaceli. Una producci¨®n de Teatres de la Generalitat. Teatro Rialto. Valencia.
En cualquier caso, Arnold Wesker nunca destac¨® por la finura en entretejer situaciones sociales con las vivencias de los personajes que las padecen o las animan, y es por ah¨ª por donde el montaje no acaba de estar entrelazado, un reparo que recae m¨¢s sobre el autor que sobre la directora del montaje. La escenograf¨ªa es mod¨¦lica (se ha levantado el patio de butacas del Rialto para colocar en el centro de la sala una enorme mesa-tarima dotada de rotaci¨®n circular), en la medida en que sugiere sin cesar el car¨¢cter inexorable del paso del tiempo, y sus consecuencias. Eso, junto a una actuaci¨®n a veces m¨¢s mimada que representada por algunos de los personajes, subraya los estragos del tiempo cuando las cosas no siempre vienen bien dadas. El optimismo inicial sobre la situaci¨®n en la Espa?a del verano del 36 va decayendo, hasta llegar a una paralizaci¨®n, en el sentido literal, de los personajes.
Espl¨¦ndidos actores
Enric Benavent est¨¢ espl¨¦ndido en su desvalido Harry Kahn, mientras que Pilar Mart¨ªnez hace un alarde de facultades, y de matices de mucha fuerza y significaci¨®n, en una Sara Kahn que desde?ar¨¢ hasta el final la infidelidad a sus creencias. Todo en el marco de un espect¨¢culo optimista pese a la degradaci¨®n que se vive en escena y al deterioro de la historia, y que termina exclamando que quien no cree en nada, est¨¢ muerto. Claro que hay mucho vivo que cree en otras cosas.
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