Oliver Twist, hecho realidad
El Reino Unido publica en la Red fichas de ni?os convictos del siglo XIX
Los peque?os truhanes de la Inglaterra del siglo XIX, en algunos casos menores de 10 a?os, sufr¨ªan un aut¨¦ntico calvario de ser descubiertos con las manos en la masa. El hurto de un pliego de papel, un saquillo de t¨¦ o dos barras de hierro se castigaban con varias semanas de trabajos forzados en un penal de adultos y hasta cinco a?os en el reformatorio. Historias que parecen sacadas de las novelas de Charles Dickens, pero son ciertas. Ahora, adem¨¢s, accesibles a trav¨¦s de la base de datos informatizada del Archivo Nacional del Reino Unido (www.nationalarchives.gov.uk).
A principios de mes, el archivo volc¨® en Internet datos de los prisioneros hist¨®ricos de Wandsworth, una prisi¨®n victoriana al sur de Londres donde todav¨ªa se encarcela a los condenados por la justicia. Contiene, de momento, unas 600 fichas de finales del XIX, con fotograf¨ªas de cada preso, su lugar y fecha de nacimiento, el delito cometido y la pena impuesta. En ocasiones, se incluye tambi¨¦n una descripci¨®n f¨ªsica junto a la anotaci¨®n de la jornada concreta de su encarcelamiento.
Un chico de 13 a?os estuvo encerrado cinco a?os por robar un poco de pan y un tarro de mermelada
Una ojeada en la base de datos muestra una situaci¨®n incomprensible con los c¨¢nones contempor¨¢neos. Alfred Elliot, un chaval de 15 a?os, acusado de robar cuatro libras (unos cinco euros y medio), fue condenado a seis semanas de trabajos forzados y a cinco a?os en un reformatorio. James William Hempson, de 13 a?os, recibi¨® 10 latigazos con una vara de abedul, adem¨¢s de cuatro d¨ªas de trabajos en Wandsworth. Su delito fue el robo de una caja de higos.
George Davey mira serio y compungido en la fotograf¨ªa institucional tomada el 4 de febrero de 1873. Ten¨ªa 10 a?os y proced¨ªa de Richmond, entre los barrios m¨¢s ricos del Londres contempor¨¢neo. La polic¨ªa le pill¨® robando dos conejos vivos y el juez le condena un mes de trabajos forzados. La misma pena recibi¨® William Towers, de 12 a?os, por robar un par de animales, mientras que John Webb, un chaval de 13 a?os, estuvo encerrado cinco a?os por hurtar un poco de pan y un tarro de mermelada.
Tambi¨¦n hay ni?as entre las reclusas de Wansdworth, como Eliza Smith, encarcelada por robar tres sacos cuando ten¨ªa 13 a?os. O Sarah Coker, de la misma edad, acusada de hurto leve. Su ficha la describe como una joven de ojos grises, cabello casta?o y complexi¨®n natural, que trabajaba de sirvienta a pocos metros de la c¨¢rcel. Tuvo m¨¢s suerte que sus compa?eros de prisi¨®n. Su pena fue perdonada.
Las condenas a los menores parecen seguir un canon establecido. Corta estancia en prisi¨®n trabajando en labores pesadas, seguida de varios a?os en instituciones de f¨¦rrea disciplina. Pero estos presos deb¨ªan sentirse afortunados. Como recordaba ayer el diario The Times, la reforma penitenciaria comenzaba a implantarse con timidez y las condiciones de los prisioneros mejoraban respecto a d¨¦cadas anteriores. A?os atr¨¢s, estos peque?os hubieran terminado en Australia o enfrent¨¢ndose quiz¨¢ a una muerte prematura. Para entonces, las deportaciones a colonias hab¨ªan llegado a su fin. En su lugar, la prisi¨®n adquir¨ªa paulatinamente la funci¨®n que a¨²n cumple oficialmente, como lugar de castigo y rehabilitaci¨®n.
Con el fondo de Wansdworth, el Archivo Nacional Brit¨¢nico pone al acceso del p¨²blico una pieza m¨¢s de la memoria colectiva del antiguo imperio. Las fichas de los presos, como las bases de datos de los h¨¦roes de guerra, de soldados condecorados o del censo hist¨®rico, se conservan en la sede de la instituci¨®n de Kew Gardens, al oeste de Londres, y est¨¢n siendo volcadas en sus p¨¢ginas de Internet.
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