La democracia a escala europea
Al valorar un acontecimiento importante, todos abusamos en ocasiones del t¨¦rmino "hist¨®rico". Sin embargo, se ha utilizado de forma oportuna para calificar el papel in¨¦dito desempe?ado por el Parlamento Europeo en la formaci¨®n de la nueva Comisi¨®n presidida por Jos¨¦ Manuel Barroso.
En efecto, el 27 de octubre, el presidente Barroso comprendi¨® que no tendr¨ªa un apoyo pol¨ªtico suficientemente fuerte y pidi¨® un aplazamiento para remodelar su propuesta de Colegio de Comisarios.
Y el 18 de noviembre, el Parlamento Europeo invisti¨® a la nueva Comisi¨®n de Barroso por 449 votos a favor, 149 en contra y 82 abstenciones. ?Qu¨¦ ense?anzas cabe extraer de este momento importante de la democracia parlamentaria europea?
El Parlamento nunca ha tenido la voluntad de debilitar a la Comisi¨®n, que ha salido reforzada
Antes del 27 de octubre, numerosos comentaristas se refer¨ªan a las comparecencias como el simple e in¨²til formalismo de un Parlamento considerado como un "tigre de papel". Despu¨¦s se ha hablado de "crisis institucional". No puedo sino rechazar este an¨¢lisis. A mi modo de ver, ni las comparecencias eran un formalismo ni el rechazo a la Comisi¨®n de Barroso ha abierto una crisis. Hay crisis cuando se produce una situaci¨®n imprevista, de la que no se sabe c¨®mo salir. En este caso se dio una situaci¨®n nueva pero perfectamente previsible. Se hubiera producido tarde o temprano. Y la situaci¨®n se ha resuelto en un plazo muy breve, inferior a un mes.
Todos los pa¨ªses de la Uni¨®n Europea practican una democracia parlamentaria. Su principio fundador, el mismo que la define en derecho constitucional, es el de la responsabilidad del poder ejecutivo ante el poder legislativo. Lo cual significa que el primero no puede existir ni subsistir sin la confianza del segundo. En cada uno de los Estados de nuestra Uni¨®n, la construcci¨®n de la democracia ha pasado de este modo por momentos cruciales en los que se ha ejercido este derecho fundamental de los representantes. A escala europea, nuestros textos fundadores, los tratados por los que se rige nuestra Europa, han ido adoptando progresivamente este mismo principio. Desde su revisi¨®n en Amsterdam, en 1997, se requiere expresamente esta confianza del Parlamento Europeo. ?ste inviste en primer lugar al presidente de la Comisi¨®n y, a continuaci¨®n, a la Comisi¨®n en su totalidad. Este poder de investidura establece el nexo democr¨¢tico vital entre las elecciones y la Comisi¨®n Europea, el "Gobierno de Europa". La Constituci¨®n europea, sobre la que se pronunciar¨¢n todos los pa¨ªses, despu¨¦s de Lituania que acaba de hacerlo, lo refuerza.
Algunos cre¨ªan y deseaban que este poder fuera una mera formalidad. ?Pero qu¨¦ democracia europea estar¨ªamos construyendo paso a paso si el poder atribuido no se ejerciera realmente? Una democracia de fachada. ?Qu¨¦ ser¨ªa este Parlamento Europeo elegido por sufragio directo de los ciudadanos, si se limitara a obedecer las ¨®rdenes de los Gobiernos nacionales? Una C¨¢mara de registro. ?A qu¨¦ equivaldr¨ªa el examen parlamentario de las capacidades y opciones pol¨ªticas de los candidatos a comisarios, mediante comparecencias p¨²blicas, si se respaldara a dichos candidatos independientemente del resultado de este trabajo democr¨¢tico? A una tertulia m¨¢s o menos entretenida. Un examen final sin posibilidad de penalizaci¨®n.
El debate se ha centrado en gran medida, aunque no exclusivamente, en temas de sociedad extremadamente sensibles: la cuesti¨®n crucial de la pol¨ªtica de asilo y de inmigraci¨®n, el papel de la mujer en la vida familiar y profesional, la no discriminaci¨®n de las personas en raz¨®n de sus preferencias sexuales, y la relaci¨®n entre ¨¦tica y pol¨ªtica. En una Europa que acaba de dotarse de una Carta de los Derechos Fundamentales, es normal que se sometan a debate este tipo de asuntos. Pero el Parlamento Europeo jam¨¢s ha discriminado a nadie por sus creencias. Si un no creyente o un musulm¨¢n se hubiera expresado de la misma manera, hubiera generado el mismo rechazo.
El Parlamento Europeo ha desempe?ado su cometido institucional y pol¨ªtico, nada m¨¢s y nada menos.
Era normal, por otra parte, que se expresaran opiniones a favor o en contra de las posiciones expresadas por algunos comisarios. El Parlamento estaba objetivamente dividido, pero independientemente de las apreciaciones de cada uno sobre uno u otro comisario designado, todo el mundo est¨¢ de acuerdo hoy en que su papel institucional se ha visto reforzado. En el debate que tuvimos el 17 de noviembre, la casi totalidad de los presidentes de los grupos pol¨ªticos, el mismo presidente Barroso, as¨ª como el presidente del Consejo Europeo -primer ministro de los Pa¨ªses Bajos, se?or Balkenende-, se expresaron en este sentido.
Del mismo modo, e independientemente de las opiniones al respecto, el debate ha demostrado que nuestra Uni¨®n, m¨¢s all¨¢ de sus caracter¨ªsticas econ¨®micas, se basa en valores fundamentales comunes. Creo sinceramente que el Parlamento ha contribuido a reforzar los valores en los que se fundamenta Europa.
Esto se reflej¨® adem¨¢s en la onda expansiva de los debates del Parlamento Europeo. Nunca anteriormente la formaci¨®n de una Comisi¨®n hab¨ªa suscitado tanta atenci¨®n p¨²blica, tanta cobertura de los medios de comunicaci¨®n, ni tanta atenci¨®n de los propios ciudadanos. A menudo se oye el reproche de que "Bruselas" o "Estrasburgo" forman un universo cerrado, incomprensible, t¨¦cnico. No podemos sino alegrarnos de que haya pasado a ser abierto, accesible, pol¨ªtico. Es mi deseo que la vida pol¨ªtica encuentre otras ocasiones de centrar sus debates en el escenario p¨²blico europeo. De este modo habr¨¢ m¨¢s ciudadanos que participen en las elecciones europeas.
Ser¨ªa err¨®neo interpretar estos acontecimientos como una lucha de poder entre la Comisi¨®n y el Parlamento. Cada una de estas dos instituciones sabe perfectamente que no le interesa debilitar a la otra. Al contrario. Europa necesita un Parlamento cre¨ªble y una Comisi¨®n fuerte. Hoy los tenemos m¨¢s que ayer. Su complementariedad proviene, en primer lugar, de la experiencia de las democracias nacionales. Los Parlamentos vivos y poderosos son aquellos que saben trabajar en sinergia con los Gobiernos, de tal manera que cada una de las partes pueda ejercer plenamente su funci¨®n. La debilidad de los Gobiernos de la IV Rep¨²blica en Francia, o de las primeras d¨¦cadas de la Rep¨²blica Italiana, repercuti¨® sobre los Parlamentos correspondientes, arrastrando incluso en ocasiones al propio r¨¦gimen. Un ejemplo contrario lo constituyen el Congreso estadounidense, que goza de poderes considerables, independientemente del poder presidencial, la C¨¢mara de los Comunes y otros muchos Parlamentos nacionales de nuestra Europa, que cumplen plenamente con su cometido legislativo y de control, apoyando al mismo tiempo a un Gobierno mayoritario y estable.
A esta primera raz¨®n se a?ade otra, espec¨ªficamente europea. En toda la historia de la construcci¨®n europea, casi siempre han actuado de forma concertada. Ambas instituciones encarnan el inter¨¦s general europeo. Ambas extraen su legitimidad de la superaci¨®n de las consideraciones nacionales. Los comisarios proceden de los Estados, pero han de mantener su independencia frente a ellos. Los diputados al Parlamento Europeo se eligen en los ¨¢mbitos nacionales, pero acto seguido pasan a formar parte de grupos pol¨ªticos europeos, donde se mezclan y superan las nacionalidades.
Durante los acontecimientos que han marcado este oto?o, el Parlamento nunca ha tenido la voluntad de debilitar a la Comisi¨®n. Y al final habr¨¢ logrado una Comisi¨®n reforzada. Reforzada, porque se beneficia de una investidura mucho m¨¢s amplia de la que quiz¨¢ hubiera podido obtener la primera Comisi¨®n propuesta. Reforzada, porque las modificaciones que se han introducido permiten una mejor adecuaci¨®n entre competencias y capacidades incluso si algunos grupos pol¨ªticos y diputados individuales no las han considerado suficientes. Reforzada, porque la opini¨®n europea, canalizada a trav¨¦s de los representantes electos europeos, se ha expresado. ?Y qu¨¦ es la democracia sino el gobierno de la opini¨®n, la conducci¨®n de la pol¨ªtica en funci¨®n de la voluntad del pueblo? A escala nacional, todos, o casi todos, est¨¢n ahora convencidos de ello. Y ya era hora de que esto tambi¨¦n se plasmara a escala europea.
Josep Borrell Fontelles es presidente del Parlamento Europeo.
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