Kioto
Tras un largo y tortuoso camino, finalmente el protocolo de Kioto podr¨¢ ver la luz en los pr¨®ximos meses. Es una magn¨ªfica noticia, sobre todo si recordamos el pesimismo imperante hace unos meses por la resistencia de Rusia a firmarlo. Sin embargo, en las ¨²ltimas fechas se observa un optimismo algo exagerado que quiz¨¢ sea fruto de la falta de informaci¨®n sobre la situaci¨®n real de las emisiones de gases y del calentamiento global. Y digo esto porque este acuerdo internacional que nace a¨²n con pies de barro no es suficiente, ni mucho menos, para solucionar el problema. S¨®lo lo retrasar¨ªa unos pocos a?os (quiz¨¢ diez) y en ning¨²n modo lo evitar¨ªa. Y todo si se cumple escrupulosamente, que ya veremos.
El acuerdo propone una reducci¨®n del 5% en las emisiones de di¨®xido de carbono respecto a los niveles de 1990. Esto va a suponer un enorme esfuerzo econ¨®mico, empresarial y social. Y sin embargo los datos cient¨ªficos m¨¢s rigurosos nos avisan de que, para incidir realmente en este grave problema medioambiental, esta reducci¨®n deber¨ªa ser del 60%. Conseguirlo parece algo de locos, la cuadratura del c¨ªrculo. Pero las cifras matem¨¢ticas son aplastantes.
En este asunto de largo recorrido hay dos premisas: no caer en el catastrofismo est¨¦ril, pero tampoco en el optimismo irresponsable. Bien por Kioto, pero hace falta mucha m¨¢s informaci¨®n, sensibilizaci¨®n colectiva y una implicaci¨®n creciente de muchos sectores de la sociedad en la profundizaci¨®n de cientos de medidas y soluciones que se pueden ir aplicando y desarrollando m¨¢s intensamente desde hoy mismo.
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