El agujero negro de la lucha antiterrorista
Pagar o no pagar a ETA, quitarse el muerto de encima y traspas¨¢rselo a otro, comprar la seguridad propia y posibilitar que se la arrebaten a los dem¨¢s, financiar las balas que matar¨¢n al vecino; ¨¦ste es el dilema al que se enfrentan un n¨²mero creciente de ciudadanos vascos, cerca de 2.000, en la actualidad. Devaluado y todo, el sello de ETA contin¨²a siendo una eficaz herramienta para recaudar el dinero amasado en el miedo y la flaqueza moral. Y no cabe confiar en que las treguas venideras con las que ahora se especula vayan a disolver la amenaza. Ninguno de los ciudadanos vascos sometidos a la extorsi¨®n ha olvidado que las cartas fat¨ªdicas les siguieron llegando, puntualmente, durante el a?o y medio de suspensi¨®n de los atentados que sigui¨® al Pacto de Lizarra. No en vano, en aquel pacto, suscrito con el nacionalismo institucional, ETA se reserv¨®, expresamente, el derecho a seguir utilizando sus v¨ªas cl¨¢sicas de financiaci¨®n.
ETA necesita mucho dinero fresco para seguir subsistiendo. Se calcula que su presupuesto ordinario anual est¨¢ entre 1.200.000 y 1.800.000 euros
A falta de datos solventes, a?os atr¨¢s ETA ya se daba por satisfecha si cobraba el 25% de lo que exig¨ªa; hoy, el porcentaje debe de estar entre el 10% y el 20%
Seg¨²n fuentes empresariales, la base de informaci¨®n que maneja ETA sale del cruce de datos entre el censo electoral y el Registro Mercantil
Un dirigente empresarial: "Si antes mandaban cien cartas y en cada una exig¨ªan 600.000 euros, ahora env¨ªan mil pidiendo entre 60.000 y 120.000 euros"
"?Que por qu¨¦ no pago y me olvido de todo? Pues por est¨®mago. Con lo que me he gastado en seguridad casi podr¨ªa haber pagado el impuesto", dice un empresario
Hay quienes opinan que la justicia deber¨ªa distinguir entre quienes pagan a ETA como ¨²ltimo recurso y aquellos que lo hacen para quitarse un problema de encima
Una de las paradojas del momento actual es que cuanto menos ETA hay, m¨¢s hace funcionar la impresora del miedo, m¨¢s estampa sus siglas al pie del escrito de amenaza, m¨¢s utiliza ese anagrama del hacha y la serpiente que aparece sobreimpreso, omnipresente, a lo largo y ancho del folio de caro papel que difunde la extorsi¨®n. "Gora Euskal Zerga" (?Viva el impuesto vasco!), exclaman con alborozo en el ¨²ltimo Zutabe (bolet¨ªn interno) que los encapuchados de turno distribuyeron en el mitin de Batasuna el pasado domingo.
En los ¨²ltimos a?os, la polic¨ªa ha logrado descabezar y desmantelar gran parte de las estructuras de los aparatos militar, log¨ªstico y pol¨ªtico, ha deshecho varias tramas de la extorsi¨®n y recuperado considerables partidas de dinero, pero nunca ha llegado al coraz¨®n de GEZI, al n¨²cleo del aparato financiero, a la gran tesorer¨ªa central de ETA. "Digamos que de vez en cuando conseguimos podar el ¨¢rbol, pero que nunca alcanzamos el tronco", admite un responsable policial.
Dinero bien oculto
La financiaci¨®n de ETA es el agujero negro de la lucha antiterrorista, el secreto mejor guardado de la banda, un asunto clave a acometer con urgencia porque no es f¨¢cil que una organizaci¨®n engrasada econ¨®micamente llegue a encontrar el momento propicio para disolverse. ?Qu¨¦ prisa van a tener aquellos terroristas asentados en suelo franc¨¦s que no sienten la presi¨®n policial a sus espaldas si disponen de una gran red de pisos de alquiler y pueden alojarse en hoteles y pensiones, si pueden moverse libremente en todo tipo de transportes, si disfrutan de la seguridad que reporta el dinero abundante? ?Y c¨®mo convencer a un joven que se estrena de liberado y maneja un dinero f¨¢cil de que ha llegado el momento de disolver la organizaci¨®n?
Con tregua para mantener a la tropa estable y poder acometer la reestructuraci¨®n, sin tregua para responder a los gastos corrientes que suman un presupuesto ordinario anual estimado entre 1.200.000 y 1.800.000 euros, ETA necesita mucho dinero fresco para seguir subsistiendo. Y, por lo mismo, la asfixia econ¨®mica de la organizaci¨®n terrorista resulta ahora una tarea prioritaria para forzarle a disolverse, para salvaguardar las vidas de las futuras v¨ªctimas. De ah¨ª que las polic¨ªas espa?ola y francesa acaben de formar un equipo conjunto dedicado en exclusiva a desmantelar el aparato financiero de ETA.
Aunque el misterio cubre en gran medida todo lo referente a la contabilidad de ETA, se sabe que la extorsi¨®n econ¨®mica es actualmente su principal fuente de financiaci¨®n. El ¨²ltimo secuestro, el de Cosme Delclaux, tuvo lugar hace ya siete a?os, y no parece que los tinglados empresariales que montaron a?os atr¨¢s, algunos ya desmantelados y otros bajo sospecha -hay una empresa papelera sometida a vigilancia-, le est¨¦n reportando grandes beneficios. "Lo que les sigue funcionando, y de co?a, es el subaparato del impuesto, el ZERGA (impuesto en euskera)", confirma un experto policial. As¨ª que el dilema personal al que se enfrenta todo extorsionado tiene cada vez m¨¢s una mayor consecuencia social. Por eso, la pregunta de qui¨¦nes pagan a ETA, cu¨¢ntos son, cu¨¢nto pagan y por qu¨¦ adquiere ahora una mayor significaci¨®n. A falta de datos estad¨ªsticos solventes, lo que se sabe, por un informe de ETA intervenido a?os atr¨¢s, es que ETA se daba ya entonces por satisfecha si cobraba el 25% de lo que exig¨ªa. Los especialistas policiales y los directivos de organizaciones empresariales m¨¢s informados en este asunto coinciden en se?alar que el porcentaje de amenazados que cede al chantaje debe de estar entre el 10% y el 20%. "Ahora hay menos miedo porque la gente sabe que ETA est¨¢ d¨¦bil", aseguran. Pero, ?c¨®mo se explica que la familia de una persona que estuvo secuestrada hace una d¨¦cada haya hecho en el presente a?o un importante pago a ETA? ?Por qu¨¦ siguen contribuyendo 10 a?os despu¨¦s a completar la multimillonaria cifra de rescate fijada en su d¨ªa?
Pretender entrevistar a las gentes sometidas al chantaje supone muchas veces toparse con el muro del silencio, suscitar gestos y miradas de sorpresa en las que a veces se adivina una punzada de p¨¢nico, declarar la alarma en estancias donde se habla en susurros por temor a despertar un miedo revenido adherido a las paredes, incrustado en los cerebros. Porque preguntar por "el impuesto", tal cual -no hace falta especificar- es visto generalmente como una agresi¨®n obscena, una intromisi¨®n intolerable en espacios ¨ªntimos vedados, estancados, doblemente blindadas por dentro y por fuera; un comportamiento m¨¢s propio de un loco o de un agente provocador que de un periodista. Pero tambi¨¦n hay quienes se resisten a la omert¨¤ y acceden finalmente a hablar.
Cartas amenazantes
"Pagamos hace tres a?os y desde entonces no he dejado de preguntarme si obr¨¦ bien o mal. Yo fui, con mi voto, el que deshizo aquel d¨ªa el empate en el Consejo de Administraci¨®n de la empresa. Est¨¢bamos cansados de soportar tanta tensi¨®n; usted deber¨ªa ver las cartas que nos mandaba ETA, y cuando mataron a Jos¨¦ Mar¨ªa Korta (presidente de la patronal guipuzcoana Adegui, asesinado el 8 de agosto de 2000) y empezaron los lloros en algunos de nuestros hogares, nos vinimos abajo. Al principio pretendimos que el dinero fuera para alguna ikastola o para la cultura vasca, pero, claro, ETA se neg¨® y terminamos aceptando. No es que yo temiera verdaderamente por mi vida, pens¨¦ m¨¢s que nada en la posibilidad de un secuestro y en atentados contra la empresa. Desde luego, a ninguno se nos pas¨® por la cabeza ir a la polic¨ªa", indica un empresario vasco.
"Tengo que reconocer", dice, "que al pagar me convert¨ª en el juez que decidi¨® que lo que me estaba destinado a m¨ª le pasara a otro".
Como ocurre con la totalidad de los chantajeados, este empresario fue sometido a la escalada amenazante que ETA aplica a las v¨ªctimas de la extorsi¨®n. "ETA se dirige a usted para reclamarle una ayuda econ¨®mica de (...). Para abonar dicha cantidad", indicaba la primera carta, debe dirigirse a los habituales c¨ªrculos de la izquierda abertzale manteniendo una discreci¨®n extrema y absteni¨¦ndose de poner en conocimiento de cualquier cuerpo policial la existencia de esta relaci¨®n entre ETA y usted. El no responder positivamente a esta petici¨®n le har¨ªa acreedor de las medidas que Euskadi ta Askatasuna decida aplicar contra usted y sus bienes".
A esa primera carta tipo que muchos de sus destinatarios recuerdan posteriormente como un texto cort¨¦s, apenas intimidatorio, le sigue una nueva misiva de tono m¨¢s agresivo que llega seis meses o un a?o m¨¢s tarde, normalmente a nombre de la esposa de la v¨ªctima y con remitente de un familiar o amigo del matrimonio. Se trata de desestabilizar al conjunto de la familia de forma que se multiplique la presi¨®n sobre el chantajeado. En la tercera carta, ETA les comunica en un lenguaje marcadamente burocr¨¢tico, t¨ªpico de una oficina de Hacienda, que han sido penalizados por impago con un incremento del 5% de la cantidad inicialmente exigida. A partir de ah¨ª se multiplican las amenazas, acompa?adas, ocasionalmente, de llamadas telef¨®nicas y de pintadas en las inmediaciones de la casa o de la empresa.
"En general, el empresario reacciona a la primera y segunda carta con bastante frialdad y entereza, se guarda el secreto esperando a que se olviden de ¨¦l. Pero empieza a flaquear cuando la familia se entera y comienzan las depresiones. Algunos se desmoronan si les aconsejas que se busquen protecci¨®n, y por eso, s¨®lo les hablamos de este asunto en ¨²ltima instancia, cuando creemos que hay un peligro cierto", se?ala el directivo de una patronal vasca. En los c¨ªrculos empresariales vascos pesa, y mucho, el doloroso recuerdo de Jos¨¦ Mar¨ªa Korta, asesinado por haber promovido p¨²blicamente la rebeli¨®n contra el impuesto. Como pesa, enormemente, el caso de Isidro Usabiaga, asesinado bajo la acusaci¨®n de haber colaborado con la Ertzaintza en el desmantelamiento de una de las tramas de la extorsi¨®n.
"Es curioso", comenta este mismo directivo empresarial, "hay gente que aunque pasa miedo y puede pagarse la escolta opta por no ir protegida porque teme todav¨ªa m¨¢s aparecer p¨²blicamente como v¨ªctima. No quieren significarse ni siquiera como v¨ªctimas, y es que ya se sabe que para ETA, y desgraciadamente tambi¨¦n para buena parte del nacionalismo, las v¨ªctimas son los malos", a?ade. "Mi consejo es siempre el mismo: Si pagas, te perjudicas a ti mismo porque, adem¨¢s de financiarles sus actividades, t¨² mismo te pones en sus manos y te descubres ante ellos como un cobarde del que siempre podr¨¢n echar mano cuando lo necesiten".
Un penoso peregrinaje
El procedimiento establecido por ETA obliga a los extorsionados a un largo y penoso peregrinar porque, salvo para aquellos grandes empresarios que ponen el asunto en manos de sus abogados o directivos, pagar no es siempre una tarea sencilla. "Dirigirse a los habituales c¨ªrculos de la izquierda abertzale", como ordena ETA, supone en la pr¨¢ctica visitar a familiares o conocidos situados en la ¨®rbita de Batasuna, acudir a bares o sedes de esa formaci¨®n, contactar con ex alcaldes o ex ediles, con antiguos presos o huidos de ETA, presentarse en determinados despachos de abogados. "Es humillante, pero no hay otro remedio si quieres pasarle a ETA el mensaje de que est¨¢s dispuesto a pagar. Luego, se trata de esperar a que los terroristas contacten contigo. Al cabo de un tiempo, aparece alguien que te dice que sabe que tienes un problema y que puede ayudarte a solucionarlo. Por supuesto, ¨¦l no se presenta como miembro de ETA, sino como alguien que conoce a alguien que, a su vez, conoce a alguien que puede influir sobre tu caso", indica una persona con conocimiento de causa.
"Hay bastante trasiego en torno a algunos abogados, a antiguos cargos de Batasuna y ex presos sin causas pendientes que viven aqu¨ª o en el sur de Francia", afirma un experto policial. "Cuando les llega el recado, los liberados de ETA se hacen cargo del caso y establecen qui¨¦n va a contactar con el extorsionado y llevar la negociaci¨®n sobre la cantidad total a pagar, la cifra de la primera entrega y los plazos de pago. A cada uno le asignan un camino de intermediarios distinto y resulta muy dif¨ªcil seguirles la pista, particularmente a los abogados, que, generalmente, se mueven mucho y hablan con todo el mundo. Cambian de coche y de rutas, y si se sienten seguidos te llevan a un punto muerto y se retiran del caso. Igual se pasan un a?o sin volver a intervenir. Adem¨¢s, como hay varias tramas del impuesto y act¨²an de forma estanca, la investigaci¨®n muere con la desarticulaci¨®n del grupo".
A juicio de este agente, los empresarios extorsionados apenas colaboran con la polic¨ªa. "Los m¨¢s decididos acuden a entregarnos la carta para solicitar consejo o pedir protecci¨®n, pero casi nadie hace una denuncia formal. Y con los que han pagado no hay nada que hacer. Lo normal es que te mientan. Te dicen que el intermediario es un tipo joven, con melena y de 1,80, y luego resulta que es un cuarent¨®n calvo y bajo de estatura. Si cont¨¢ramos con la colaboraci¨®n de una decena de extorsionados acabar¨ªamos desmontando su red de chantaje", sostiene este agente. No parece, en efecto, que haya mucha colaboraci¨®n, pero, por si acaso, ETA toma muchas precauciones, especialmente en el momento caliente de coger el dinero.
"A m¨ª me citaron en un pueblo peque?o del otro lado, pero en cuanto llegu¨¦ al punto de encuentro me llamaron al m¨®vil para ponerme otra cita en otro pueblo. All¨ª, me dijeron que dejara el coche con las llaves puestas y que no volviera hasta que pasara un tiempo determinado. Cuando volv¨ª, el coche estaba aparcado en la misma zona y el dinero hab¨ªa desaparecido", cuenta un extorsionado. "En las inmediaciones de la cita, ponen a su gente con detectores de radiofrecuencias para asegurarse de que el coche de la v¨ªctima no lleva alg¨²n tipo de emisor", comenta un polic¨ªa.
En alg¨²n lugar de Francia, en el zulo mejor guardado de ETA, hay un archivo con las fichas de los ciudadanos vascos sometidos a la extorsi¨®n. Debe de estar organizado como un fichero de clientes convencional. Est¨¢n ah¨ª los nombres y apellidos de los chantajeados y de sus familiares y amigos conocidos, las direcciones y tel¨¦fonos del trabajo y de casa, los datos de la empresa, el historial que da cuenta de la reacci¨®n del chantajeado ante la carta de amenaza, as¨ª como su comportamiento posterior y todos aquellos datos que los terroristas han conseguido reunir, a veces con el concurso de las propias v¨ªctimas, tales como tel¨¦fonos m¨®viles privados, balances contables. Hay tambi¨¦n un fichero que identifica a cada uno de estos contribuyentes con una clave num¨¦rica, la misma que encabeza el escrito de amenaza, que registra el n¨²mero de cartas que le han sido enviadas, la cifra exigida y los pagos pendientes que le quedan por satisfacer.
Seg¨²n fuentes empresariales, la base de la informaci¨®n que maneja ETA sale del cruce de datos entre el censo electoral y el Registro Mercantil. "El censo lo tienen, claro est¨¢, a trav¨¦s de los cargos de Batasuna, y cualquiera puede acceder al Registro Mercantil abonando una peque?a cantidad. Est¨¢ comprobado que vigilan los movimientos que se producen en las sociedades y que a veces se gu¨ªan de esos movimientos para mandar o no la fat¨ªdica carta. Por eso hay empresarios que optan por no dar cuenta al Registro Mercantil de las ampliaciones de capital o de las nuevas inversiones realizadas. Prefieren pagar las multas a ponerse al descubierto", indica un dirigente empresarial. La renuncia a la ostentaci¨®n, la pr¨¢ctica del disimulo y el ejercicio de una cierta hipocres¨ªa en el plano pol¨ªtico caracterizan, a su juicio, la actitud de muchos empresarios vascos. "Algunos s¨®lo sacan sus buenos coches de Miranda para abajo porque aqu¨ª de lo que se trata es de no llamar la atenci¨®n, de no aparecer como potentados, de pasar inadvertidos o ser considerados simp¨¢ticos, populares, gente jatorra".
M¨¢s cartas, menos dinero
El n¨²mero de extorsionados ha crecido exponencialmente a medida que la polic¨ªa ha ido sometiendo a ETA a una cura de adelgazamiento forzoso. "Si antes mandaban cien cartas y en cada una exig¨ªa 600.000 euros, ahora mandan mil pidiendo normalmente 60.000 o 120.000 euros", confirma un dirigente empresarial. El c¨ªrculo de amenazados se ha ampliado as¨ª enormemente, de forma que alcanza ahora a peque?os propietarios, a profesionales independientes y hasta a carniceros. Junto al inter¨¦s cremat¨ªstico, hay un prop¨®sito soterrado, sibilino, de doblegar voluntades y domesticar a la sociedad. Aunque cada caso es diferente, quien ya ha cedido al chantaje y atravesado las horcas caudinas de la humillaci¨®n dif¨ªcilmente recupera el valor suficiente para enfrentarse al terrorismo. La amenaza y el miedo a recibir la carta de amenaza paraliza en muchos casos las voluntades y nubla el cerebro, encierra al extorsionado en un magma confuso de sentimientos ambivalentes que tiende a magnificar a ETA y al conflicto pol¨ªtico. "Se equivocan aquellos que ven en Euskadi a una segunda Irlanda", se?ala un empresario. "Lo que tenemos aqu¨ª son la conjunci¨®n de las pistolas, el dinero y las conexiones pol¨ªticas; o sea, Sicilia, la Mafia. Yo estoy seguro", apostilla, "de que hay gente que saca gran provecho de todo esto".
Las convicciones ¨¦ticas, sociales y pol¨ªticas constituyen, junto a la valent¨ªa personal, las rayas divisorias que decantan el comportamiento del extorsionado ante la carta de ETA. Porque pagar a los terroristas es un trago que se digiere y metaboliza mucho m¨¢s f¨¢cilmente si la conciencia moral es tibia, si se contabiliza mentalmente como un impuesto m¨¢s y adem¨¢s se conf¨ªa en obtener una rebaja en la Hacienda p¨²blica, si se considera que el pago a ETA es una servidumbre m¨¢s con la que hay que cumplir para seguir estando a bien con todos los poderes. Bajo la coartada de la angustia vital y del estado de necesidad, lo que se encuentra muchas veces es la indiferencia, el cinismo, la frivolidad y el consentimiento. Lo dice la polic¨ªa y tambi¨¦n la propia ETA en sus escritos: hay gente que paga de manera voluntaria, gente a la que le basta la primera carta para apresurarse a cumplir con las exigencias de la banda. Y est¨¢n los pragm¨¢ticos, los que les resulta m¨¢s c¨®modo y rentable pagar que enfrentarse al problema y protegerse.
La mayor¨ªa no son as¨ª. "Claro que tengo miedo, llevo cuatro a?os con escolta permanentemente, viendo a mi familia preocupada. No piso la calle y los fines de semana tengo que marcharme de Euskadi para poder respirar un poco. Duermo con un ojo abierto, siempre en tensi¨®n, vigilando. Hemos pensado mil veces en malvender la empresa y largarnos, pero irse tampoco es nada f¨¢cil porque supone separar la familia e hipotecar el futuro laboral de mis hijos. Ellos tienen novias, carreras que terminar, amigos... ?Que por qu¨¦ no pago y me olvido de todo? Pues, por est¨®mago, claro. Con lo que me he gastado en seguridad casi podr¨ªa haber pagado el impuesto. Lo que pasa es que yo no podr¨ªa mirarme en el espejo, ni mirar a mis hijos, a mi mujer, a mis amigos si gracias a mi dinero matan a otra persona", indica un empresario.
Cuesti¨®n de est¨®mago
Es cuesti¨®n de est¨®mago y de h¨ªgados, de principios, de decencia personal. "A m¨ª no me quita el sue?o y voy sin escolta a pesar de que ya he recibido la tercera carta. Hay gente que exagera con lo del peligro", dice, "porque, en realidad, ETA no ha matado desde hace muchos a?os a un extorsionado. Lo que me quitar¨ªa el sue?o verdaderamente y me destrozar¨ªa el h¨ªgado ser¨ªa subvencionar a los que matan", afirma otro de los chantajeados. Ninguno de estos dos ¨²ltimos empresarios aprecia el apoyo que las instituciones vascas, los partidos y una organizaci¨®n patronal han prestado a los cocineros llamados a declarar por un juez de la Audiencia Nacional. "Se ha lanzado un discurso muy hip¨®crita, como si diera igual pagar o no pagar a ETA, como si fuera lo mismo resistir que ceder. Tiene gracia que apoyen m¨¢s a los que supuestamente pagan que a los que no pagamos. Lo ¨²nico que yo s¨¦ es que estos cocineros famosos, ricos y con tan buena prensa no movieron un dedo cuando asesinaron a aquel cocinero de Martutene. Eso es imperdonable. Les conozco mucho, pero le aseguro que no volver¨¦ a pisar sus restaurantes", afirma una de las v¨ªctimas de la extorsi¨®n.
Hay quienes opinan que la justicia deber¨ªa distinguir entre quienes pagan a ETA como ¨²ltimo recurso, v¨ªctimas de una situaci¨®n angustiosa realmente insoportable, y aquellos que pagan para quitarse un problema de encima sin haber hecho el esfuerzo de resistir. Pase lo que pase, es altamente improbable que alguno de estos empresarios llegue alg¨²n d¨ªa a recoger el recibo de pago que ETA otorga a sus contribuyentes.
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