La hija de Buda
Tiene 20 a?os y estudia Ciencias Pol¨ªticas en Estados Unidos. Renji, una joven tibetano-china, es adem¨¢s princesa, la ¨²nica hija del desaparecido Panchen Lama, el l¨ªder espiritual del T¨ªbet, reencarnaci¨®n del Buda de la Luz Infinita. Renji se prepara para desempe?ar su papel.
No llegu¨¦ a conocer al Panchen Lama, que falleci¨® en su monasterio del T¨ªbet en el a?o 1989, pero me presentaron a su familia en Pek¨ªn a mediados de los a?os noventa, y recientemente fui a Washington para ver a su hija, Yabshi Pan Rinzinwangmo, una estudiante de Ciencias Pol¨ªticas de la American University, de 20 a?os, a la que le gusta que le llamen Renji. Se reuni¨® conmigo en el aeropuerto de Dulles. Renji, de madre china, utiliza el t¨ªtulo de "princesa". As¨ª figura en su tarjeta de visita. Curiosamente, en China, si tenemos en cuenta que el pa¨ªs todav¨ªa se considera comunista, no s¨®lo se permite el t¨ªtulo real, sino que se aprueba. El papel de Renji implica ciertas obligaciones, entre ellas la disciplina autoimpuesta de llevar el vestido tradicional tibetano en actos oficiales.
Nos dirigimos al coche de Renji, un Mercedes beis metalizado. Un mullido soporte contiene uno de sus dos tel¨¦fonos m¨®viles. En el asiento de atr¨¢s hay un mu?eco hinchable (una r¨¦plica de un oso de los dibujos animados japoneses), y un coj¨ªn en forma de coraz¨®n. Dos estuches blandos en forma de hamburguesa contienen su colecci¨®n de compactos. Del espejo retrovisor cuelga una fotograf¨ªa de su padre, en la que aparece luciendo una chuta amarilla (la larga t¨²nica que visten hombres y mujeres en el T¨ªbet), serio, gordo, aunque menos de lo que lo llegar¨ªa a estar despu¨¦s. En el reverso, una imagen de Buda que me recordaba a las fotograf¨ªas que hab¨ªa visto del cuerpo de su padre, dorado y embalsamado, que se encuentra enterrado en un mausoleo en el T¨ªbet.
El padre de Renji era la d¨¦cima reencarnaci¨®n de una estirpe de lamas que se hizo poderosa en el T¨ªbet en el siglo XVII, cuando la escuela Gelugpa de budismo se consolid¨® como la secta dominante del pa¨ªs. El Panchen Lama y el Dalai Lama son pilares gemelos de la jerarqu¨ªa Gelugpa. El Dalai Lama gobierna como un rey, pero el Panchen Lama, que carece de un papel pol¨ªtico formal, goza para algunos creyentes de una mayor autoridad espiritual. Ambos son bodhisavas, seres altamente evolucionados que han elegido regresar al mundo de los mortales para ayudar a los dem¨¢s a encontrar la iluminaci¨®n. El Dalai Lama es la reencarnaci¨®n del Buda de la Compasi¨®n. El Panchen Lama es la reencarnaci¨®n del Buda de la Luz Infinita. Son hermanos espirituales.
Renji nunca ha vivido en el T¨ªbet, pero en 1990, tras la muerte de su padre, su madre la llev¨® a la antigua provincia tibetana de Kham, absorbida en su mayor¨ªa por la provincia china de Sichu¨¢n. Cientos de personas levantaron tiendas de campa?a junto a la carretera con la esperanza de verla pasar. "Me dijeron que hab¨ªa gente a lo largo de 80 kil¨®metros", dice Renji en un fluido ingl¨¦s con acento estadounidense. "Miles y miles de personas que quer¨ªan tocarme. Yo ten¨ªa s¨®lo siete a?os, y lo ¨²nico que pensaba era: qu¨¦ fastidio, porque no pod¨ªa dormir en el coche".
Religiosamente hablando, no existe ning¨²n motivo por el que Renji debiera ser motivo de devoci¨®n. La posici¨®n de su padre como encarnaci¨®n de Buda no es hereditaria. Sin embargo, muchos tibetanos la tratan como objeto de reverencia. "Desde que recuerdo, la gente ha estado interesada en m¨ª", dice. "La gente me quiere por mi padre. Pero tengo que decirles que no soy ning¨²n l¨ªder religioso y que nunca lo ser¨¦".
Cuando Renji ten¨ªa 17 a?os, regres¨® por primera vez desde la muerte de su padre al T¨ªbet central, designado como regi¨®n aut¨®noma de China en 1965. "Quer¨ªa presentarle mis respetos antes de ser adulta", explica. Pas¨® tres d¨ªas en Shigatse, la segunda ciudad m¨¢s grande del T¨ªbet, donde se encuentra el monasterio de Tashilhunpo, residencia tradicional de los Panchen Lamas, y dos d¨ªas en Lhasa, la capital. De nuevo, numerosos grupos acudieron para verla. Renji me mostr¨® fotograf¨ªas de largas colas de gente esperando, luciendo khatags, las bufandas blancas que llevan los tibetanos en los actos oficiales. "Me deshidrat¨¦ por completo", cuenta. "Trat¨¦ de decirle algo a cada uno. Hab¨ªan esperado durante horas s¨®lo para saludarme y algunos volv¨ªan atr¨¢s y se pon¨ªan de nuevo a la cola", prosigue Renji. "Al cabo de unos d¨ªas me dol¨ªan los brazos de ponerle a la gente el khatag alrededor del cuello. La gente parece creer que soy una especie de estatua de Buda. Me cogen la mano y se la ponen sobre la cabeza a modo de bendici¨®n. No puedo quejarme, porque les hace muy felices verme y tocarme. S¨®lo le pido a mis guardaespaldas que eviten que me levanten la falda".
"?Por qu¨¦ le levantan la falda?".
"Porque quieren llegar hasta mis piernas", responde.
Los devotos quieren tocar los pies de un personaje importante y si es necesario levantan una t¨²nica para hacerlo. "Se lo hacen a los hombres, pero al menos ellos llevan pantalones", explica Renji.
El padre de Renji naci¨® en 1938 en una comunidad tibetana de la provincia de Amdo, gran parte de la cual se ha incorporado a la provincia noroccidental china de Qinghai. Entonces ¨¦l era Gonpo Tseten, hijo del cacique del modesto pueblo de Wendu. En 1941, representantes de la corte del noveno Panchen Lama, que hab¨ªa fallecido en el exilio en China, llegaron hasta Wendu en busca de la reencarnaci¨®n del Panchen Lama. Los Panchen Lama desepe?aron siempre un importante papel en la tarea de identificar a las reencarnaciones de Dalai Lamas fallecidos. (Cuando muri¨® el decimotercer Dalai Lama en 1933, el noveno Panchen Lama dio tres nombres a los monjes tibetanos que buscaban a su reencarnaci¨®n, y les dijo d¨®nde encontrar¨ªan al ni?o, que m¨¢s tarde fue reconocido como el decimocuarto Dalai Lama, el actual).
Gonpo Tseten no estaba al principio en la lista de los candidatos a Panchen Lama. Pero tres chicos a los que se consideraba la reencarnaci¨®n m¨¢s probable murieron en una sucesi¨®n alarmantemente r¨¢pida, y, el 3 de junio de 1949, el Gobierno del Kuomintang, en uno de sus ¨²ltimos actos, declar¨® oficialmente a Gonpo Tseten el d¨¦cimo Panchen Lama. Ten¨ªa entonces 11 a?os. Un miembro de la corte del nuevo Panchen Lama envi¨® un telegrama al victorioso Mao Zedong en nombre de Gonpo Tseten, felicit¨¢ndole por la fundaci¨®n de la Rep¨²blica Popular China, confirmando as¨ª que el Panchen Lama prestar¨ªa su apoyo incondicional a la causa china en el T¨ªbet. En 1951, poco despu¨¦s de que los chinos invadieran el T¨ªbet, se present¨® una lista de 17 peticiones a una delegaci¨®n en Pek¨ªn que representaba al Gobierno del Dalai Lama. Encabezando la lista estaba el reconocimiento del Dalai Lama hacia Gonpo Tseten como el d¨¦cimo Panchen Lama. Se aceptaron las peticiones y el d¨¦cimo Panchen Lama lleg¨® al T¨ªbet con un contingente de tropas chinas.
El padre de Renji se instal¨® en el monasterio de Tashilhunpo en 1952, cuando ten¨ªa 14 a?os. Fue el principio de una etapa terrible para el T¨ªbet. Aunque Mao hab¨ªa prometido que el T¨ªbet central quedar¨ªa exento de las reformas socialistas planeadas para los chinos, se disolvieron monasterios, monjes y monjas fueron forzados a adoptar una vida laica, se robaron tesoros religiosos y se destruy¨® pr¨¢cticamente la Iglesia budista, especialmente en la provincia de origen del Panchen Lama, Qinghai. El s¨¦quito del Panchen Lama se hab¨ªa decantado por China al principio, pero hasta qu¨¦ punto apoyaba el propio Panchen Lama al Partido sigue siendo objeto de disputas.
Despu¨¦s de 1959, cuando el Dalai Lama abandon¨® el pa¨ªs, el Panchen Lama era la m¨¢xima autoridad religiosa que quedaba en el T¨ªbet, y, a medida que comenzaba a percibir los efectos del Gobierno chino, inici¨® inexorablemente un enfrentamiento con los l¨ªderes a los que una vez hab¨ªa admirado. En la primavera de 1962 present¨® formalmente un extenso informe en el que detallaba las consecuencias de la pol¨ªtica china para la gente de su provincia de origen. Mao Zedong le orden¨® hacer autocr¨ªtica, pero ninguna de las humillaciones p¨²blicas a las que fue sometido le condujeron a la clase de confesi¨®n que se le exig¨ªa.
En diciembre de 1964, el Panchen Lama fue llevado a Pek¨ªn, en el momento ¨¢lgido de la Revoluci¨®n Cultural, donde fue vilipendiado en un mitin multitudinario. En 1968 se le incomunic¨® y desapareci¨® de escena. Durante a?os, se le dio por muerto. Cuando el Panchen Lama fue liberado el 10 de octubre de 1977, Mao, su antiguo torturador, hab¨ªa fallecido, y Deng Xiaoping hab¨ªa iniciado el lento proceso de remediar los da?os causados durante los ¨²ltimos a?os de Mao. Pero el T¨ªbet que hab¨ªa conocido el Panchen Lama hab¨ªa desaparecido. S¨®lo se manten¨ªan en pie algunos de los grandes monasterios y pr¨¢cticamente no quedaban monjes en ninguno de ellos. Sus enemigos de Lhasa, que se hab¨ªan beneficiado de su colaboraci¨®n en la Revoluci¨®n Cultural, se opon¨ªan a su regreso. Cualquiera que fuese su destino tras el largo encarcelamiento, no ser¨ªa el T¨ªbet. Tras dar por zanjada su antigua vida, decidi¨® iniciar una nueva e hizo lo que ning¨²n Panchen Lama hab¨ªa hecho antes: se cas¨®.
Hab¨ªa escuchado varias versiones de la historia sobre c¨®mo se hab¨ªan conocido los padres de Renji, y ella me cont¨® la suya. Su bisabuelo materno, me dijo, hab¨ªa sido general del ej¨¦rcito del Kuomintang. Cambi¨® de bando y despu¨¦s de la guerra civil sirvi¨® a los comunistas. Hab¨ªa conocido al Panchen Lama cuando ambos eran miembros de una delegaci¨®n oficial y el Panchen Lama le hab¨ªa confesado que estaba pensando en casarse. Le pidi¨® al bisabuelo de Renji que organizara una presentaci¨®n apropiada.
Li Jie, la madre de Renji, se estaba preparando para ingresar en una escuela de medicina del Ej¨¦rcito. "Mi madre era hermosa", dijo Renji. "Mi bisabuelo le pidi¨® si pod¨ªa ayudarle a encontrar a alguien para mi padre". Li Jie organiz¨® una cita en un parque de Pek¨ªn. Li Jie, que entonces ten¨ªa 19 a?os, llev¨® consigo a su hermana como carabina. "Creo que mi padre sencillamente supuso que mam¨¢ era la chica que el bisabuelo le hab¨ªa encontrado", cuenta Renji. "Pap¨¢ era muy pobre. No ten¨ªa dinero, llevaba la cabeza afeitada, carec¨ªa de derechos pol¨ªticos. Le dijo que no ten¨ªa nada, pero que era muy honesto y tierno. Pasaron el d¨ªa juntos".
La familia de Li Jie se opon¨ªa a la uni¨®n, explic¨® Renji. "Nadie la apoyaba, excepto mi t¨ªa (la que le hab¨ªa acompa?ado a su primera cita) y mi bisabuela, que cre¨ªa en el budismo y sab¨ªa que mi padre era un Buda viviente", cuenta Renji. Si en la familia de Li Jie hab¨ªa problemas, en el otro bando tambi¨¦n se o¨ªan agrios reproches. De hecho, la madre del Panchen Lama nunca lleg¨® a ver con buenos ojos el casamiento.
La boda se celebr¨® en el Gran Sal¨®n Popular de Pek¨ªn, el 28 de enero de 1979. El Panchen Lama empez¨® a recuperar lentamente su antigua posici¨®n (el proceso no se complet¨® hasta 1988), y en junio de 1983 naci¨® Renji.
El Panchen Lama ten¨ªa influencia en la Asamblea Popular Nacional y se le permiti¨® visitar el T¨ªbet. Puso en marcha diversos negocios para restaurar y apoyar el monasterio de Tashilhunpo y para tratar de impulsar el desarrollo del T¨ªbet. Fund¨® una escuela para lamas reencarnados, recuper¨® los restos mortales de sus predecesores y les construy¨® un mausoleo. Parte de la antigua riqueza del monasterio fue restituida.
Mientras Den Xiaoping gobernaba China en la d¨¦cada de los ochenta, a la familia se le asign¨® una casa en Western Hills, una zona de parques boscosos al oeste de la ciudad, donde Renji pas¨® sus primeros a?os rodeada de 40 devotos sirvientes tibetanos y jugando en un peque?o zoo con ciervos, caballos, perros y gatos. En 1986, la familia fue a la provincia de Qinghai, el lugar de nacimiento del padre de Renji, y all¨ª tuvo su primera experiencia en medio de una multitud.
La vida religiosa se reanud¨® de forma gradual en el T¨ªbet, pero en la segunda mitad de la d¨¦cada de los ochenta se produjeron nuevos enfrentamientos con las autoridades. En 1987, en el Congreso de Estados Unidos, el Dalai Lama propuso un plan de paz para su pa¨ªs, lo que provoc¨® una serie de manifestaciones en Lhasa. Los monjes que salieron a la calle a reclamar la independencia sufrieron una brutal represi¨®n.
El Panchen Lama conden¨® las protestas. Aunque nunca apoy¨® la independencia, trabaj¨® entre bastidores para conseguir la liberaci¨®n de los monjes arrestados, y critic¨® la pol¨ªtica gubernamental. El 23 de enero de 1989, durante una visita al T¨ªbet para inaugurar el nuevo mausoleo de sus antecesores, explic¨® a un grupo de l¨ªderes pol¨ªticos y religiosos que el dogmatismo que hab¨ªa destruido los monasterios y templos tibetanos 30 a?os antes segu¨ªa amenazando al pa¨ªs. Cinco d¨ªas m¨¢s tarde se desmay¨® y falleci¨® en su palacio cerca del monasterio de Tashilhunpo. La causa oficial de la muerte fue un ataque al coraz¨®n, pero pronto corri¨® el rumor de que hab¨ªa sido envenenado.
"Yo estaba en la guarder¨ªa", recuerda Renji. "Mam¨¢ entr¨® primero a ver a mi padre, y luego me hicieron pasar a m¨ª. Mi padre estaba cubierto con una s¨¢bana amarilla y blanca. No me contest¨® cuando le habl¨¦, y fue entonces cuando me di cuenta de que hab¨ªa muerto".
Li Jie y Renji regresaron a Pek¨ªn y pronto se iniciaron los disturbios en Lhasa. Se declar¨® la ley marcial. Murieron centenares de personas y varios millares fueron detenidas.
La posici¨®n de la viuda y la hija del Panchen Lama en ese momento era ambigua. Para muchos tibetanos, y especialmente para los l¨ªderes del monasterio de Tashilhunpo, eran una anomal¨ªa. Li Jie hab¨ªa adoptado un nombre y una vestimenta tibetanos. Hab¨ªa aprendido el idioma y se hab¨ªa convertido al budismo. Intent¨® por todos los medios vivir de acuerdo con un papel que no ten¨ªa precedentes en la historia, pero las viudas no ten¨ªan lugar en una orden religiosa en la que el celibato era una norma b¨¢sica.
Las disputas por las propiedades del Panchen Lama se prolongaron durante a?os. El Gobierno chino quer¨ªa que Li Jie y Renji abandonaran el palacio de Pek¨ªn, y, en una enconada fase de las conversaciones, se cort¨® el suministro el¨¦ctrico de la casa. "Hubo conversaciones interminables, cuenta Renji. Mam¨¢ ped¨ªa a los sirvientes que me cuidaran". Finalmente se lleg¨® a un acuerdo que dejaba a Li Jie en una c¨®moda situaci¨®n. Se reconstruy¨® la antigua casa familiar por cuenta del Gobierno y Li Jie abandon¨® el palacio.
En 1996, la madre de Renji decidi¨® enviarla al extranjero "para aprender ingl¨¦s y conocer a gente". "Nunca hab¨ªa dejado mi casa. Cuando me desped¨ª, no sab¨ªa cu¨¢ndo volver¨ªa a ver a mi madre". Li Jie mand¨® a su hija con una t¨ªa que viv¨ªa en Nueva York, pero su t¨ªa pasaba apuros econ¨®micos y Li Jie decidi¨® trasladar a Renji a California. Tante¨® el terreno en busca de gente que pudiera ayudarlas.
Southwestern Academy, la escuela a la que asisti¨® Renji durante gran parte de su estancia en Estados Unidos, est¨¢ a unos veinte minutos en coche del centro de Los ?ngeles. Kenneth Veronda, el director de Southwestern, recordaba que algunos miembros de una comunidad budista local le hab¨ªan preguntado por Renji en enero de 1997. Le pidieron que entrevistara a una chica que, seg¨²n dijeron, era muy importante para ellos.
Renji no era, explic¨® Veronda, una chica estudiosa, una opini¨®n de la que se hicieron eco varios de sus profesores. Le encantaba ir de compras y la m¨²sica pop, era conocida por su elegancia en el vestir, con un notorio gusto por Prada, y manten¨ªa una estrecha relaci¨®n con un chico de Pek¨ªn al que la escuela acab¨® expulsando por fumar. Ella nunca caus¨® problemas disciplinarios, afirm¨® Veronda. No llevaba piercings ni tatuajes, aunque s¨ª se ti?¨® el pelo de rubio una temporada, y uno de sus antiguos profesores dijo que atraves¨® por una preocupante fase de atracci¨®n por las motocicletas. Se le pas¨®, pero, seg¨²n me confiesa Renji, le encantan los coches. "A mi padre le encantaban", dice. "Creo que lo he heredado de ¨¦l".
Muchos de los compa?eros de estudios y amigos de Renji eran hijos de la nueva ¨¦lite rica de China, funcionarios que, gracias a su posici¨®n, hab¨ªan amasado grandes fortunas durante las ¨²ltimas dos d¨¦cadas. "Renji y sus amigos sol¨ªan re¨ªrse de mi ropa", me cont¨® una de sus antiguas profesoras. "Comentaban qu¨¦ zapatos deb¨ªa llevar y ella me aconsej¨® Gucci, porque eran los m¨¢s baratos, unos 300 d¨®lares. Yo le respond¨ª que no pod¨ªa permit¨ªrmelo. Cuando le cont¨¦ que los zapatos que llevaba costaban 50 d¨®lares, se qued¨® de piedra. Estaba en otra onda", afirm¨®.
Pero si el resto de los estudiantes pod¨ªan abandonarse a los placeres sibaritas de gastarse el dinero de sus padres, Renji, la princesa tibetana, era un personaje demasiado importante, al menos simb¨®licamente, para dejar que se las arreglara sola. Hab¨ªa demasiada gente interesada en su futuro. Para los representantes del Gobierno tibetano en el exilio es un puente entre ellos y los chinos. Para los chinos es alguien que podr¨ªa ser ¨²til pol¨ªticamente, pero explosivo si se maneja mal. Y para los occidentales que simpatizan con la causa tibetana, Renji es un trofeo, tanto por su ascendencia como por el papel que desempe?ar¨¢ en la pol¨ªtica tibetana.
Durante gran parte de su estancia en Southwestern, la mayor¨ªa de los fines de semana llegaba al campus una limusina del actor de pel¨ªculas de acci¨®n Steven Seagal para llevar a Renji a casa. Su elecci¨®n como protector de Renji en Estados Unidos, fue, como m¨ªnimo, controvertida.
Una noche, Renji y yo fuimos a casa de Seagal en las colinas de Los ?ngeles. Seagal estaba sentado en un amplio sof¨¢. Detr¨¢s de ¨¦l colgaba una enorme pintura que representaba a un gur¨² tibetano rodeado de monjes. Seagal me mir¨® y yo le pregunt¨¦ c¨®mo hab¨ªa llegado a tener a su cargo a la hija del Panchen Lama.
"Debido a la pol¨ªtica tibetana", respondi¨®. "Cuando Renji ten¨ªa ocho o nueve a?os, nos llegaron informes de que no estaba a salvo. El Gobierno tibetano en el exilio tiene sus esp¨ªas. As¨ª que ten¨ªa que salir. Habl¨¦ con mis amigos de all¨ª y me dijeron que yo era una de las pocas personas que pod¨ªan protegerla y cuidarla? ser una figura paternal, su guardi¨¢n, intentar guiarla para que conservara su herencia en el dharma".
La historia de Seagal difiere de la de otros que la conocen y, desde luego, de la de Renji. No estaba en peligro en Pek¨ªn, y, seg¨²n parece, su marcha fue algo sencillo. Sin embargo, Seagal s¨ª envi¨® su avi¨®n a recogerla cuando se traslad¨® de Nueva York a Los ?ngeles. "?ste es mi hogar", me explica. "Mi madre y Steven Seagal son las personas m¨¢s importantes en mi vida".
Seagal termin¨® su llamada. Me dijo que le vigilaron de cerca cuando estuvo en China. Explic¨® que hab¨ªa estudiado budismo y artes marciales, y que en Jap¨®n, donde vivi¨® una temporada, a menudo le hab¨ªan dicho que era la reencarnaci¨®n de un lama. "Ahora, el peligro para Renji es juntarse con malas compa?¨ªas", afirm¨® Seagal. "Tiene un coraz¨®n puro. Todos mis conocimientos est¨¢n a su disposici¨®n".
"Naces desnudo y mueres desnudo", a?adi¨®. "Mientras tanto, debes encontrar un gu¨ªa espiritual. Hay ciertas cosas que debes hacer t¨² solo".
A Renji tambi¨¦n se la est¨¢ preparando para la vida p¨²blica. Sus vacaciones escolares est¨¢n plagadas de reuniones. "Tengo que avisar con tres d¨ªas de antelaci¨®n para poder ir de compras con mis amigas", explica. "Conozco a todo tipo de gente, a veces funcionarios u hombres de negocios. A veces debo asistir a dos cenas en el mismo d¨ªa".
En 2002, su madre decidi¨® que Renji deb¨ªa hacer una visita oficial al T¨ªbet en solitario. "En realidad, yo quer¨ªa ir a Egipto, pero mi madre insisti¨® en que fuese al T¨ªbet", explica Renji. Fue el primer viaje oficial que realiz¨® sin la supervisi¨®n de su madre, y fue recibida por altos funcionarios en Lhasa. El plan era que pasara varias semanas en Shigatse, recibiendo instrucci¨®n sobre estudios religiosos y lengua tibetana de profesores en Tashilhunpo. Se instal¨® con su s¨¦quito en un hotel de Shigatse y se estableci¨® un calendario. Deb¨ªa presentar sus respetos al cuerpo de su padre cada ma?ana a las siete y media, y luego pasar el d¨ªa estudiando con su profesor. Pero el primer d¨ªa de su llegada, la multitud comenz¨® a agolparse en el monasterio.
"Se quedaban fuera, donde yo estuviera, esper¨¢ndome", me dijo. "Al principio era un poco ca¨®tico. Despu¨¦s de dos d¨ªas, los pusieron a todos en fila y cada hora sal¨ªa y recorr¨ªa la cola. Volv¨ªa a estudiar y, cuando pasaba la hora, vuelta a la fila". La multitud era m¨¢s grande cada d¨ªa. Las autoridades locales empezaron a preocuparse por si las cosas se les iban de las manos.
Entonces lleg¨® al T¨ªbet el "Panchen Lama chino". El chico ahora vive en Pek¨ªn, en el palacio que construy¨® el padre de Renji, bajo la supervisi¨®n de su tutor religioso. Sus visitas al T¨ªbet han sido pocas y muy vigiladas.
"Mi plan era quedarme en Shigatse para estar cerca de mi padre", explica Renji. Pero le pidieron que viajara a Lhasa, a 500 kil¨®metros de distancia, donde se hab¨ªa organizado una reuni¨®n entre ella y el chico. El encuentro en Lhasa fue muy breve. Renji recuerda: "Hab¨ªa 20 o 30 personas, todos funcionarios, su gente. Entr¨¦ y dije: 'Hola, ?qu¨¦ tal?'. Intercambiamos khatags". Sin embargo, no se postr¨® ante ¨¦l, aunque todo el mundo sab¨ªa que una fotograf¨ªa de la hija del d¨¦cimo Panchen Lama postrada ante el Panchen chino ser¨ªa una importante afirmaci¨®n de la postura del Gobierno respecto a la reencarnaci¨®n.
Pregunt¨¦ a Renji c¨®mo evit¨® el arrodillarse. "Mi padre me hab¨ªa concedido un permiso especial, s¨®lo a m¨ª, para no postrarme ante ¨¦l. Si ¨¦l es la reencarnaci¨®n de mi padre, no tengo por qu¨¦ hacerlo".
Renji tiene una respuesta est¨¢ndar cuando le preguntan por su futuro. Quiere ayudar a la gente del T¨ªbet, dice. Cuando la presionan, su plan se vuelve m¨¢s n¨ªtido. Desea ser miembro de la Asamblea Popular Nacional, como su padre. "Es poder", afirma. "Poder para hacer cosas".
El conseguir ese poder implicar¨¢ negociar intereses encontrados, aunque su singular herencia juega muy a su favor. "Los chinos tienen un problema", dice el historiador tibetano Tsering Shakya. "Han reconocido a su Panchen Lama y no pueden permitir que Renji lo desautorice. El Dalai Lama est¨¢ fuera del T¨ªbet y no hay nadie como el antiguo Panchen Lama en el pa¨ªs. Aqu¨ª hay una oportunidad, y quiz¨¢ est¨¦ en manos de Renji el aprovecharla".
Robert Barnett, profesor de estudios tibetanos modernos de la Universidad de Columbia, me subray¨® que la popularidad de Renji y la influencia que le otorga ha desafiado todas las expectativas. "Se ha convertido en un fen¨®meno pol¨ªtico. No existe un precedente hist¨®rico, y creo que eso demuestra que los tibetanos son capaces de idear soluciones pol¨ªticas creativas para conflictos arraigados".
Una vez le pregunt¨¦ a Renji si en alguna ocasi¨®n hab¨ªa sentido la tentaci¨®n de llevar una vida ordinaria: trabajo, matrimonio, hijos. "No puedo", respondi¨®. "Bueno, s¨ª podr¨ªa, pero no. Es mi deber. Es lo que soy".
Tras una pausa, pregunt¨® de sopet¨®n: "?Con qui¨¦n deber¨ªa casarme? ?Deber¨ªa ser chino? ?Tibetano? ?Estadounidense? ?Qu¨¦ ser¨ªa lo mejor?".
"?Qu¨¦ dice su madre?", le pregunt¨¦.
"Ella cree que sigo siendo una ni?a", contest¨®.
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