En el museo

Como el silencio forma parte de la m¨²sica, con ¨¦l se acompa?¨® Juan Hidalgo en su concierto dentro de la celebraci¨®n de los cuarenta a?os de ZAJ. Con el silencio y con los ruidos de los objetos que maneja, y con los de un beb¨¦ al que hab¨ªan llevado a verle y con los pitiditos de unas c¨¢maras de fotos que se usaron m¨¢s que en un bautizo. Hab¨ªa, s¨ª, una Canci¨®n en el programa, horrible por cierto, cuya escucha a oscuras quer¨ªa ser, en realidad, el momento m¨¢s provocador de la funci¨®n urdida por este declarado "hijo de Cage, nieto de Duchamp y pudiera ser que biznieto de chinos". En su estupenda filiaci¨®n est¨¢n sus intenciones y, como en sus familiares, el camino del susto a la sonrisa ya est¨¢ recorrido. Y que conste que nada de lo que Hidalgo ofrece se ha quedado viejo. Tan asimilado est¨¢ que a uno le pod¨ªa parecer estar viendo uno de esos v¨ªdeos de Bill Viola que hoy son paradigma del arte preconsumido. S¨®lo que, y en eso gana Hidalgo, aqu¨ª la emoci¨®n no se regala con la entrada.

El artista -chaqueta hueso, jersey malva, pantalones verdes- espera a que se siente el p¨²blico, hace sus cosas -minimalismo puro, uso del tempo como recurso de una r¨ªtmica narrativa elemental y eficaz-, cronometra los intermedios entre cada parte del programa, termina y recoge el tingladillo mientras los dem¨¢s nos vamos. Superada la antigua provocaci¨®n por un tiempo que las conoce todas, hay algo de ingenuo en la repetici¨®n de ¨¦sta, de poes¨ªa de buena ley -la que est¨¢ en Abrir la boca, cerrar los ojos o en 1, 2,... 13-, de nostalgia porque el mundo no sea ya lo que fue cuando se pod¨ªa creer en estas cosas que hoy nos conmueven como si las vi¨¦ramos en el museo.