Voces sin denominaci¨®n de origen
En las zonas lim¨ªtrofes de lo que puede llamarse literatura en catal¨¢n hay temporadas donde la locura sin fundamento se adue?a del panorama y, en lugar de los hechos consumados con nombre y apellido, vence la pol¨¦mica demencial: no es demasiado lejana la ¨¦poca donde la virtud y la miseria personal se med¨ªan por si uno era partidario de la parataxis o de la hipotaxis. Tampoco cabe extra?arse demasiado: era la herencia evolucionada que dej¨® otra gran p¨¦rdida de energ¨ªa basada en la disputa entre los favorables al uso literario de bajel (vaixell) o de barco (barco). Entre lo viejo y lo nuevo, eran disputas bizantinas de origen mediterr¨¢neo auspiciadas por la p¨¦sima educaci¨®n literaria defendida por aquel PRI catal¨¢n llamado Converg¨¨ncia i Uni¨®. M¨¢s all¨¢ de los absurdos que condicionan la vida fronteriza de las relaciones literarias, y situados ya en pleno dominio de las bellas letras, para conocer el car¨¢cter que mueve y motiva el rumbo de la literatura en catal¨¢n es necesario citar el tercer absurdo de la actualidad: no hay influencias claras y positivas entre generaciones. Y si no hay lecciones v¨¢lidas de los maestros es porque lo que triunfa es algo parecido al resentimiento y al miedo a perder el espacio propio en el mapa literario conquistado por cada escritor con tes¨®n, ah¨ªnco, y alguna palabra no muy respetable que no merece ni escribirse.
Se desconoce si es por estas
causas que transcurren entre la absurdidad y la sordidez, no se sabe si la raz¨®n se halla en cualquier gen loco que pulula entre los Pirineos y las tierras de Alicante, o quiz¨¢ la explicaci¨®n se deba al peso de un pasado f¨¦rtil en obras memorables, pero lo cierto es que la narrativa catalana actual vive un periodo glorioso. Superado el ambiente familiar de resistencia antifranquista, olvidadas las represiones morales del esp¨ªritu catalanista, alejada la censura, y aprovechando que ya no se ignora ni se desprecia lo extranjero, la narrativa en catal¨¢n de hoy es un ejemplo m¨¢s de alta literatura civilizada. Aqu¨ª s¨®lo figurar¨¢n autores que han contribuido decididamente a enriquecer el panorama de la literatura catalana contempor¨¢nea. O, mejor dicho a¨²n, escritores que han colaborado en el combate a favor de la literatura a secas y sin denominaci¨®n de origen. M¨¢s all¨¢ de la tentaci¨®n de contemplar la literatura como cr¨®nica o de centrarse en la sociolog¨ªa de la literatura, los autores y las obras que se mencionan en estas l¨ªneas procuran el goce y la dicha exigible a cualquier escritura que ambicione ser literaria. Hacen tambi¨¦n buena la observaci¨®n de Borges cuando dec¨ªa que cada vez que se enfrentaba a la p¨¢gina en blanco terminaba por saber de nuevo que su obligaci¨®n era volver a descubrir en qu¨¦ consist¨ªa la literatura. No toda la gente que escribe se atreve a plantear su oficio en estos t¨¦rminos, pero quien tenga el coraje de conocer los autores que aqu¨ª se proponen sabr¨¢ que la audacia t¨¦cnica y verbal a¨²n es posible, y que todav¨ªa hay meteoritos ca¨ªdos de un planeta ignoto que pueden estimular -o lacerar- el conocimiento moral.
Es obligatorio empezar con Baltasar Porcel por su fulgor narrativo, por su ambici¨®n imaginativa, y porque ha escrito novelas como Cavalls cap a la fosca (Edicions 62; Caballos hacia la noche, Plaza & Jan¨¦s) o El cor del senglar (62; El coraz¨®n del jabal¨ª, El Aleph) donde la vitalidad del mal se transforma en virtud gracias a la fuerza del estilo. M¨¢s cerebral, m¨¢s contenido, y con mejor equipaje intelectual -pero con menos poder¨ªo en el instante de armar una historia-, se encuentra Joan F. Mira: Els treballs perduts (3i4) y Purgatori (Proa / Bromera) son dos muestras excelentes de c¨®mo aunar la peripecia individual con la vida civil y urbana en un escenario decorado con referencias cl¨¢sicas. Llegados con retraso respecto a su generaci¨®n hay dos nombres de lectura necesaria: Jes¨²s Moncada porque reivindica en cada novela -Cam¨ª de sirga (La Magrana / 62; Camino de sirga, Anagrama), Estremida mem¨°ria (La Magrana; Memoria estremecida, Anagrama)- el esp¨ªritu de organizar y explicar una historia con principio y final y personajes de carne y huesos. Y Juli¨¤ de J¨°dar porque con su exigencia logra lo imposible: que la complejidad narrativa persuada como un valor imprescindible y necesario: lean, por favor, L'home que va estimar Nat¨¤lia Vidal (62; El hombre que am¨® a Natalia Vidal, Tropismos). Ser¨ªa una insensatez no mencionar a dos autores m¨¢s: por un lado, la investigaci¨®n verbal que Biel Mesquida realiza -Doi, Excelsior o el temps escrit (Emp¨²ries; Excelsior, Anagrama)-, dando nuevo sentido a las palabras de la tribu y, por otro, la minuciosidad neorrealista de Emili Teixidor, cuyo Pa negre (Columna; Pan negro, Seix Barral) hay que recordar. Y, aunque le duela, es necesario recordar los textos que el clandestino Josep Pal¨¤cios incluy¨® en el ¨²nico libro que ha publicado convencionalmente: Alfabet (Emp¨²ries).
Sobre Quim Monz¨® ¨²ltima-
mente se ha escrito demasiado y no siempre se ha dicho lo que importa: que es el mejor y que sin ¨¦l nadie escribir¨ªa como se escribe en estos momentos. Y sobre Miquel de Palol tambi¨¦n se suele silenciar una evidencia: con ¨¦l lleg¨® la novela descomunal, el exceso del verbo y el pensamiento, la exigencia del relato como arquitectura, y la demanda de la atenci¨®n del lector para que penetre en sus endiablados laberintos argumentales. La compensaci¨®n al esfuerzo que requiere lo encontramos en Ferran Torrent, un vendaval de aire puro que es a la narrativa en catal¨¢n lo mismo que Simenon a la escrita en franc¨¦s, o en Albert S¨¢nchez Pi?ol, que con La pell freda (La Campana; La piel fr¨ªa, Edhasa), una novela menor de enorme eficacia que mezcla Conrad con Lovecraft, ha demostrado que el best seller puede encontrar su lugar ahora y aqu¨ª. Las investigaciones l¨²dicas de M¨¤rius Serra y Vicen? Pag¨¨s, las novelas mani¨¢ticas de Imma Mons¨®, los relatos dom¨¦sticos de Jordi Punt¨ª, las aventuras salvajes de Jordi Cuss¨¤, y las raras perfecciones de N¨²ria Perpiny¨¤ nos llevan al final de los nombres imprescindibles que hay para leer: el minimalismo s¨®rdido de Toni Sala, los artefactos helados que son los cuentos de Pere Guix¨¤, y el barroquismo de Francesc Ser¨¦s, en efecto, confirman que el gen loco de la narrativa catalana por ahora no quiere cesar.
Entre la voluntad clandestina de Pal¨¤cios, que se inflige autocastigos si su nombre trasciende el ¨¢mbito donde habita, y el l¨ªcito deseo de fama que persigue Porcel, el abanico de posibilidades con calidad que ofrece la literatura catalana permite acceder a lo ¨²nico real que importa, a la experimentaci¨®n de aquel cosquilleo o consuelo mental que s¨®lo proporcionan las obras de arte precisas e inspiradas. Los autores citados son voces contempor¨¢neas que trabajan a favor de la palabra universal y que ayudan a olvidar las espantosas preocupaciones de la vida diaria.
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