De la Krajina a la Ucrania
La Krajina en los Balcanes tuvo a principios de la d¨¦cada de los noventa sus momentos de gloria negra gracias a la facilidad para matar y morir de que hac¨ªan gala sus habitantes. Fue esta franja irregular que se extiende desde la costa d¨¢lmata, por Knin, atravesando Bosnia hasta el Danubio en Vukovar (?recuerdan los nombres?). Fue cuna de gran parte de los criminales de guerra serbios y croatas y escenario de algunas de las mayores matanzas de aquella guerra. El t¨¦rmino "Krajina", equivale al "limes" latino, es "la frontera" y daba nombre a la regi¨®n fronteriza entre el Imperio Habsburgo y el Otomano. Viena reclutaba a serbios del sur para que habitaran y defendieran aquellas tierras de incursiones turcas. Cuando el Imperio otomano se hundi¨®, estos serbios rompieron sus lazos con Centroeuropa y se unieron a la Gran Serbia que fue la Yugoslavia mon¨¢rquica. En la II Guerra Mundial, la Krajina se convirti¨® en un inmenso matadero en el que ustachas croatas, cetniks serbios, las SS nazis y los partisanos compet¨ªan en atrocidades. Tras romperse la Yugoslavia comunista en 1991, estos serbios, instigados por Milosevic, se levantaron en armas. As¨ª comenz¨® la guerra de los Balcanes.
Viajemos ahora un poco hacia las estepas orientales por encima de la Pannonia h¨²ngara y los C¨¢rpatos rumanos hasta Ucrania (U Krajina), que, como su nombre indica fue la regi¨®n fronteriza occidental del imperio medieval ruso cuya capital era Kiev. All¨ª, como en la Krajina, quebr¨® el imperio global cristiano con la ruptura entre Roma y Bizancio. Al oeste del limes ucranio, lituanos, polacos y austriacos, bajo la iglesia occidental, pasaron por las luchas y contradicciones que llevaron a Europa a la Ilustraci¨®n. Al este, en los Balcanes y en la panza de Rusia, la alianza de iglesia ortodoxa, poder absoluto y feudalismo lleg¨® intacta al siglo XX. Se trata en realidad de una larga Krajina que hace un arco desde Dubrovnik por la Vojvodina, Transilvania y Bukovina, parte en dos a Ucrania y Bielorrusia y por las fronteras orientales de los pa¨ªses b¨¢lticos llega a Narva, en el Mar de Finlandia.
Hoy, tras fracasar el obsceno pucherazo electoral organizado en Ucrania por la santa alianza de mafia y checa -la misma que dirige en Mosc¨² el celebrado Vlad¨ªmir Putin- la frontera cultural ha entrado en ebullici¨®n. Y al igual que hizo Milosevic con el panserbismo en Croacia, el panrusismo llama a la secesi¨®n del sureste para combatir la victoria en las urnas de los nuevos sicarios de Occidente, antes los fieles a la Iglesia Uniata -cat¨®licos de rito oriental-, hoy los dem¨®cratas que no quieren sumirse en el pozo del neozarismo de Putin. La secesi¨®n arrebatar¨ªa a Ucrania la industria y los recursos naturales adem¨¢s de su salida al Mar Negro con Crimea. Ser¨ªa por tanto un claro casus belli. S¨®lo Putin puede evitarlo y habr¨¢ que convencerle. La historia de Ucrania se diferencia de la de Krajina por las dimensiones de sus matanzas. Nacionalistas, cosacos, bolcheviques y alemanes mataron all¨ª con igual crueldad pero m¨¢s que croatas, serbios y alemanes en los Balcanes. Aunque s¨®lo fuera por mayor disponibilidad de v¨ªctimas. Otra diferencia radica en el mentor de la posible secesi¨®n y cat¨¢strofe. En la Krajina era un satrapilla balc¨¢nico. Ahora es Putin. No es lo mismo.
Una Ucrania democr¨¢tica es un peligro para Putin. Las sinergias entre rusos a ambos lados de la frontera que utiliza para la injerencia podr¨ªan servir para reavivar las esperanzas en Rusia de una poblaci¨®n hundida en la resignaci¨®n y el fatalismo. Por ello conviene que la UE y EE UU despierten del sue?o de armon¨ªa que les ha impedido ver la naturaleza del r¨¦gimen de Putin. Hablen con Mosc¨², con cordialidad pero dejando claro que se acabaron los tiempos de dictar la voluntad al vecino. EE UU y UE intervinieron con eficacia ante la burla electoral. Ahora han de dejar claro que se acab¨® la era del entreguismo, ese talante con el que algunos se dedican a apaciguar a los enemigos entreg¨¢ndoles lo que no es patrimonio ni del chantajista ni del d¨¦bil entreguista.
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