La feminizaci¨®n del sida
La autora destaca que las mujeres no son s¨®lo m¨¢s vulnerables biol¨®gicamente ante el VIH, sino que la violencia dom¨¦stica y la desigualdad social, educativa y econ¨®mica aumentan sus probabilidades de infectarse.
Cuando hace 20 a?os el sida irrumpi¨® en nuestro mundo, la mayor¨ªa de los afectados eran hombres. Desde entonces, la epidemia ha ido cambiando su aspecto y, hoy d¨ªa, casi la mitad de los 39,5 millones de personas que viven con VIH / SIDA en el mundo son mujeres.
Es cierto que biol¨®gicamente la mujer es m¨¢s vulnerable al VIH / SIDA. Resulta entre dos y tres veces m¨¢s probable la transmisi¨®n del virus del hombre a la mujer que viceversa, pero ¨¦ste no es el mayor factor de vulnerabilidad. El verdadero determinante lo constituye la falta de poder social y econ¨®mico que permita a la mujer evitar el riesgo de infecci¨®n. El impacto creciente de la epidemia se est¨¢ desarrollando en un contexto de profundas desigualdades de g¨¦nero y de clase.
A veces, la mujer no se encuentra en posici¨®n de vivir una cultura del sexo seguro
Determinados roles de g¨¦nero, un menor acceso a la informaci¨®n y a la educaci¨®n, al trabajo y al salario, o a los servicios sanitarios, son factores que definen la vulnerabilidad. En muchas ocasiones, tambi¨¦n en nuestro entorno m¨¢s cercano, la mujer no se encuentra en posici¨®n de vivir de forma plena una cultura del sexo seguro y de negociar sus relaciones sexuales o el uso del preservativo. Si a este hecho se le a?aden situaciones como la violencia, el abuso o la explotaci¨®n, el panorama se agrava dram¨¢ticamente.
Hasta el momento, se han llevado a cabo a nivel mundial numerosos programas de prevenci¨®n que, sin duda, han colaborado a frenar la epidemia. Pero lamentablemente, muchos de estos esfuerzos no han tenido en cuenta las desigualdades existentes en funci¨®n del g¨¦nero.
A menudo, muchas de estas estrategias se apoyan en la idea de un mundo en el que hombres y mujeres son iguales y libres para tomar decisiones informadas respecto a sus relaciones sexuales. Esto, evidentemente, no siempre responde a la realidad. En ocasiones, el ¨²nico factor de riesgo de VIH para una mujer es el hecho de tener un marido que ha tenido otras parejas sexuales y que se niega a utilizar el preservativo. Esta situaci¨®n exige una reacci¨®n y un compromiso.
En nuestro pa¨ªs, m¨¢s de 42.000 personas han fallecido y cerca de 69.000 han sido diagnosticadas de sida. En la actualidad, entre 120.000 y 150.000 personas viven con la infecci¨®n por VIH o con sida, y se estima que el a?o pasado se produjeron 3.000 nuevos contagios. En este contexto, la epidemia ha sido, y todav¨ªa lo es, eminentemente masculina.
La principal pr¨¢ctica de riesgo que ha condicionado la transmisi¨®n del virus durante los a?os ochenta y noventa, esto es, el intercambio de jeringuillas entre usuarios de drogas inyectadas, ha sido un comportamiento fundamentalmente de hombres.
Pero hoy la epidemia est¨¢ cambiando y la v¨ªa de transmisi¨®n m¨¢s frecuente son las relaciones sexuales, concretamente las heterosexuales. Alrededor de la mitad de las nuevas infecciones se transmiten ya por esta v¨ªa, y es f¨¢cil prever que esta forma de sexualizaci¨®n de la epidemia se asociar¨¢ a una feminizaci¨®n de la misma en un futuro cercano. En realidad, ya disponemos de indicadores que as¨ª lo apuntan.
Por eso debemos anticipar la respuesta. Debemos reconocer que la informaci¨®n y el conocimiento son imprescindibles, pero no suficientes. Si pretendemos que los esfuerzos en prevenci¨®n sean efectivos a largo plazo, ¨¦stos deben necesariamente abordar las interacciones entre desigualdades de g¨¦nero, socioecon¨®micas y la vulnerabilidad al VIH / SIDA.
Si la mujer tuviera m¨¢s control sobre su propia vida y sus relaciones sexuales, el riesgo de infectarse por el VIH a trav¨¦s de parejas ocasionales, maridos infieles, matrimonios impuestos, disminuir¨ªa. Si la mujer pudiera decidir cu¨¢ndo y con qui¨¦n tener relaciones sexuales, y negociar sus pr¨¢cticas y el uso del preservativo, si pudiera vivir libre de la violencia, acceder la educaci¨®n, a los sistemas sanitarios y ser econ¨®micamente autosuficiente, podr¨ªa protegerse del VIH.
Elena Salgado es ministra de Sanidad y Consumo.
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