Defender la soledad
En uno de los textos m¨¢s asombrosos y perfectos de La visi¨®n m¨¢s transparente ("Peque?a doctrina de la soledad"), Miguel Morey imagina a Mar¨ªa Zambrano (M¨¢laga, 1904-Madrid, 1991) la tarde en que comenz¨® a redactar Por qu¨¦ se escribe, sola, en su escritorio, con la puerta cerrada, salvada del vocer¨ªo exterior por la hoja de papel que contempla y la pluma que empu?a: no se la puede reclamar, est¨¢ escribiendo. Defendiendo su soledad. Porque "escribir es defender la soledad en que se est¨¢. Es una acci¨®n que s¨®lo brota desde un aislamiento efectivo, pero desde un aislamiento comunicable en el que, precisamente por la lejan¨ªa de toda cosa concreta, se hace posible un descubrimiento de relaciones entre ellas".
Su obra est¨¢ llena de manuscritos reelaborados, delirados, extraviados y vueltos a encontrar
Siguiendo este juego, podr¨ªa uno suponer que los ruidos persisten tras la puerta, que las voces insisten una y otra vez hasta doblegar la resistencia de los guardianes, que finalmente abren la habitaci¨®n y levantan a Mar¨ªa de su escritorio para recordarle que no puede faltar a su centenario. Ante su renuencia, le prometen, si cede, otros 99 a?os de tranquilidad. Le dicen que ser¨¢ bueno para su obra y para su reputaci¨®n. Que el trabajo de muchos estudiosos que llevan largo tiempo esforz¨¢ndose en su tarea saldr¨¢ a la luz y se pondr¨¢ de actualidad, al menos durante un a?o. Que, a pesar de todos los inconvenientes de los centenarios, este homenaje permitir¨¢ promover la divulgaci¨®n m¨¢s amplia de sus escritos, esos con los que ella intentaba en vano defender su soledad. Y, por seguir so?ando, imaginemos que ella escucha abusos ret¨®ricos y oficialismos; contempla a muchos de esos esforzados seguidores, y tambi¨¦n a un buen n¨²mero de arribistas, intelectuales, pol¨ªticos o simplemente propagandistas de s¨ª mismos subi¨¦ndose a un carro que les es propicio para intentar extraer r¨¦ditos de una inversi¨®n que les ha salido muy barata y, en los casos m¨¢s vergonzosos, para arrimar su sardina a las ascuas de un fuego temporalmente reavivado. Asiste a la reiteraci¨®n de la misma sandez peri¨®dicamente repetida con aires de letan¨ªa: que hay que hacer que Mar¨ªa Zambrano retorne definitivamente de su exilio, del que a¨²n no ha sido totalmente rescatada; que hay que salvarla de su destino de marginaci¨®n. ?Retornar, yo? -se pregunta- ?Ad¨®nde? No, desde luego, a esa "Espa?a fantasmal" descrita en Pensamiento y poes¨ªa en la vida espa?ola como irrecuperable.
?Ad¨®nde, pues? ?Se puede en verdad rescatar a alguien del exilio? ?O es el exilio otra forma, desgarrada, tr¨¢gica, de defender la soledad? ?Se puede en Espa?a escribir filosof¨ªa en otro lugar que no sean los m¨¢rgenes? ?Fue Mar¨ªa Zambrano "marginada", arrinconada en un margen preexistente, o m¨¢s bien fue ella misma la que invent¨® un margen en donde habitar, la que se dio un margen y cre¨® un rinc¨®n en su escritorio para escribir lo que de otro modo nadie habr¨ªa podido decir, la que busc¨® esa "lejan¨ªa de todas las cosas concretas" para descubrir inusitadas "relaciones" entre ellas, relaciones que ya no son cosa alguna y, sin embargo, a¨²n no se confunden con la nada?
Desde la cuidadosa cronolog¨ªa que Jes¨²s Moreno ha reconstruido en la nueva edici¨®n de su antolog¨ªa La raz¨®n en la sombra, ella corrobora que su obra est¨¢ llena de manuscritos reelaborados, revisados, corregidos, delirados, extraviados y vueltos a encontrar, precariamente mecanografiados y eventualmente reunidos o disgregados, de apostillas a?adidas, glosas dictadas y notas marginales, ediciones defectuosas, grabaciones magnetof¨®nicas y l¨ªneas perdidas. Su natural humildad le impide preguntar a quienes, no del todo exentos de soberbia, se adhieren ahora con fervor a su misericordia, si una adecuadamente encauzada reuni¨®n de las fuerzas de todos los investigadores, especialistas y entusiastas que desde hace a?os preparan reimpresiones m¨¢s o menos definitivas de algunos de sus textos, se concentran en congresos para intercambiar ponencias sobre ellos, exhuman cartas y testimonios biogr¨¢ficos de su compleja peripecia o seleccionan fragmentos escogidos de sus escritos no habr¨ªa dado ya para la publicaci¨®n de una edici¨®n cr¨ªtica unitaria de sus obras o, en su defecto, para poner coto a la pol¨ªtica editorial desigual, err¨¢tica y de dispersi¨®n que hasta ahora ha presidido la difusi¨®n de muchos de sus textos.
Seguramente, se dice a s¨ª mis
ma, es ¨¦sta una dolencia de amor que no se cura con la presencia y la figura sino todo lo contrario: quiz¨¢ sean precisos algunos otros cientos de a?os para que mi personaje se convierta del todo en persona y pierda su poder hipn¨®tico, quiz¨¢ entonces la gente quiera saber de mi vida porque haya le¨ªdo mis obras, y no como ahora, que se les planta por delante mi vida para ver si as¨ª se animan a leer mis libros. Y todo por mi culpa, desde luego, porque nunca supe (?alguien sabe?) separar la una de los otros.
Pero todo es, sin duda, un sue?o. Las voces que gritan (?era Mar¨ªa fil¨®sofa a pesar de ser mujer y espa?ola? ?Qu¨¦ raro! ?No ser¨ªa m¨¢s bien una m¨ªstica? ?M¨¢s de Ortega o m¨¢s de Unamuno?, ?progresista o conservadora?, ?cristiana o estoica?, ?tradicionalista o posmoderna?) siguen detr¨¢s de la puerta, y Mar¨ªa s¨®lo se ha distra¨ªdo un momento, volvi¨¦ndose para o¨ªrlas sin entenderlas, lo suficiente para no recordar ahora exactamente por d¨®nde iba. ?Por d¨®nde iba? ?sa es la pregunta. ?Cu¨¢l es el hilo? Mar¨ªa Zambrano, quien, como recuerda oportunamente Pedro Cerezo, nunca se tuvo por especialista en filosof¨ªa, ten¨ªa un hilo. Con ¨¦l se las arreglaba, como pocos han sabido hacer en nuestra lengua, para hablar de Arist¨®teles, de Nietzsche o de Spinoza -"ese diamante de pura luz"- con la misma naturalidad que lo hac¨ªa acerca de Juan de la Cruz o Antonio Machado, para recordarnos por qu¨¦ la "disputa" entre filosof¨ªa y poes¨ªa sigue siendo un lugar central para pensar el destino de Europa, para indicarnos por qu¨¦ la palabra exiliada es un talism¨¢n contra la reproducci¨®n indefinida de la Guerra Civil, para separar y unir la palabra y el lenguaje, los sue?os y el tiempo. Ese hilo es lo que importa, porque escribir es hilar muy fino, como bien sab¨ªa Plat¨®n. Y para eso hace falta silencio. Defender la soledad. Buscando compa?¨ªa. Y como Mar¨ªa Zambrano sigue sola, en su escritorio, acabar¨¢ por encontrarla.
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